El MOIR, un loro en su estaca

El senador Jorge Enrique Robledo ha enviado una carta a la dirección del Polo Democrático en la que pide una escisión, es decir, que su partido y sus aliados puedan tener su propia personería jurídica para poder hacer sus acuerdos electorales con Sergio Fajardo y los Verdes.

Autor: Antonio Romero

La posición del Movimiento Obrero independiente Revolucionario, MOIR, va más allá de un cálculo electoral de Robledo y sus partidarios, tiene que ver con las apuestas programáticas de esta organización que hoy dirige la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, y que ha actuado como un freno de mano a la movilización, a través del control burocrático que hace del Comité Nacional de Paro.

Del maoísmo a los tibios

El MOIR fue fundado en 1970 como agrupamiento de militantes maoístas del extinto Movimiento Obrero Estudiantil Campesino, MOEC, que en esos años – junto al surgimiento de los primeros grupos socialistas revolucionarios – conformaron lo que entonces se llamó la Nueva Izquierda, que disputaba la hegemonía del Partido Comunista.

Tuvo una importante participación en el Paro Universitario de 1971, pero ya para el Paro Cívico de 1977 su posición era contraria a la movilización de las masas, privilegiando acuerdos con sectores burgueses. Sus postulados políticos sostenían que se requería desarrollar el capitalismo para poder tener condiciones para la lucha por el socialismo. Hablaban de construir la Nueva Democracia, apoyando a las burguesías nacionales que debían enfrentar no solo el imperialismo yanqui, sino el ‘social-imperialismo soviético’, que para ellos era el enemigo principal en el camino al desarrollo capitalista.

Y a pesar de adscribirse a las corrientes maoístas, el MOIR rechazó la guerra popular prolongada, no compartió la lucha armada que hegemonizaría la política de la izquierda colombiana en los años 80. Pero no porque la táctica guerrillera fuese equivocada y ajena a los métodos de la clase trabajadora, sino porque para ellos la insurgencia armada afectaba el desarrollo de sus aliados – los terratenientes y a la pequeña industria – por lo cual en muchas regiones hicieron alianzas con sectores retardatarios de la derecha con la excusa de enfrentar el social-imperialismo.

Para el siglo XXI, el MOIR – que había mantenido durante los años 90 su curul parlamentaria – encontró en la reforma política, que obligó a un agrupamiento forzoso de los partidos reformistas, una oportunidad para hacer un fortín electoral. Los debates de Robledo contra los tratados de libre comercio y el apoyo a las propuestas liberales de Carlos Gaviria en medio de un gobierno autoritario como el de Uribe Vélez, aprestigiaron al MOIR en las nuevas generaciones, que no conocieron su pasado de viejas alianzas con gamonales y terratenientes.

En el gobierno de Santos, el MOIR fue perdiendo protagonismo, cuando el uribismo pasó a ser la oposición parlamentaria y las mayorías del Polo Democrático se sumaban al santismo por la vía del proceso de paz. Robledo y su partido estuvieron en contra de este acuerdo tácito del Polo con Santos, incluso cuando Clara López eligió a la ex congresista de la UP, Aida Avella, como fórmula vicepresidencial, el MOIR manifestó que no se subía a la tarima con quienes apoyaban la combinación de las formas de lucha, sin embargo, no tenía problemas en compartir espacios con la oposición uribista en escenarios como Justicia Tributaria y Dignidad Agropecuaria.

Para las pasadas elecciones, ante la dispersión del Polo Democrático, el MOIR logró imponer la candidatura del empresario neoliberal Sergio Fajardo, contra la candidatura de Gustavo Petro, que recogía el sentir de la clase trabajadora y los sectores populares, que intentaban detener la llegada del uribismo a la Casa de Nariño. Incluso para segunda vuelta, el MOIR prefirió votar en blanco.

Robledo: sumas y restas

A principios de año, Jorge Robledo había anunciado su precandidatura presidencial, calculando que de esta manera podía ayudar con su nombre a Sergio Fajardo en una eventual consulta con los Verdes. Pero el ascenso de masas ha dejado atrás la posibilidad de que sea Fajardo el candidato que recoja las luchas y se ha planteado una coalición de varios sectores más allá del llamado acuerdo de los Tibios.

La crisis del gobierno de Iván Duque ha adelantado la campaña presidencial y sectores del liberalismo se acercan a Gustavo Petro y a dirigentes del Polo Democrático para buscar un acuerdo electoral que llaman ‘Pacto Histórico’, para detener el uribismo. Por ello, Robledo y su partido hacen las cuentas y ven que no podrán esta vez imponer la candidatura de Fajardo sin una consulta con Petro.

Por ello, el senador Jorge Robledo y Gustavo Triana, militante del MOIR y secretario general del Polo Democrático, firman una carta en la que solicitan que “a la fecha se ha acumulado un importante número de diferencias de orden táctico y de enfoques sobre cómo abordar la compleja situación nacional, el papel del Partido en las elecciones venideras y la lectura del momento político” y piden la escisión voluntaria.

Pero no es una animadversión personal entre Robledo y Petro lo que lleva a pedir la salida del Polo Democrático, es una ruptura programática del MOIR con la izquierda reformista. Para el MOIR, la salida de este país pasa por una candidatura que se comprometa al desarrollo económico del país sin atentar contra los intereses de la burguesía y los terratenientes. Mientras los sectores reformistas creen que hay que hacer una alianza con sectores liberales para construir un ‘capitalismo moderno’, cuya base es la reforma agraria y la democratización del régimen político.

Para el MOIR es más importante la gobernabilidad de un ‘alcalde alternativo’ que la movilización de masas. Ellos controlan la burocracia sindical, defienden sus intereses y actúan contra las luchas de la clase trabajadora y los pobres, como se evidenció el año pasado en las jornadas del Paro Nacional, cuando a través del control burocrático del Comité Nacional de Paro fue excluyendo los sectores sociales que no estaban bajo su control.

La estaca del MOIR

En la actual coyuntura, el MOIR ha puesto a la principal central sindical en el país en contra de la movilización de la juventud, de los trabajadores informales, de los movimientos sociales, de mujeres, indígenas, afros, para evitar la lucha en las calles y proteger sus acuerdos burocráticos con las alcaldías.

En un trino, el senador Gustavo Petro manifestaba: “Las centrales obreras deben reunirse ya y convocar a paro nacional contra la represión. Le pido a los movimientos sociales de Bogotá coordinarse para convocar un paro cívico en la ciudad hasta que renuncie la cúpula policial”.

La respuesta del militante del MOIR y presidente de la CUT – Diógenes Orjuela – fue: “Cada loro en su estaca. Las Centrales Obreras no somos apéndices de ningún movimiento o partido político. Somos organizaciones autónomas, no recibimos órdenes y menos por redes sociales. Las relaciones con dirigentes políticos siempre han sido dentro del respeto y la autonomía”.

Petro ripostó: “No amigo presidente de la CUT, cuando el fascismo ataca la población, no debe estar cada loro en su estaca. Los loros de juntan. He solicitado que las centrales convoquen, pero ustedes pueden no hacerlo. Lo hará de todas maneras el pueblo”.

Este intercambio, muestra lo que ha sido la discusión con el MOIR en el Comité Nacional de Paro desde finales del año pasado, cuando después de la histórica manifestación del 21 de noviembre de 2019, las centrales se negaron a seguir las movilizaciones, pero les tocó al final sumarse, porque las masas los rebasaron.

Pero la realidad no es que el MOIR quiera estar en su estaca, sino que quiere estar en la estaca de los empresarios y los terratenientes, del grupo maoísta de los años 70 solo le queda su talante estalinista, el culto a la personalidad y la utilización de las centrales sindicales y los movimientos sociales como vagones de una locomotora que arrastra a la clase trabajadora y los sectores populares hacia sus intereses electorales.

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