Editorial: Colombia sí necesita una Constituyente

El pasado 13 de marzo inició la movilización de la minga indígena suroccidente, cómo expresión política de las centenarias reivindicaciones de los pueblos indígenas y afrodescendientes que aún no se resuelven. Su manifestación finalizó en Cali, en Puerto Resistencia, lugar emblemático de la lucha del Paro Nacional de 2021, allí el presidente Petro los recibió con un elocuente discurso.

En su febril discurso, Petro le habla directamente al pueblo en plaza pública diciendo lo que este  quiere escuchar: reivindicó la centenaria lucha indígena, campesina y afro,  la lucha popular del Paro Nacional de 2021 y la necesidad de una “revolución” y la “paz” para Colombia; criticó a los políticos de “centro”, a los medios de comunicación, a la “oligarquía” y a las corruptas instrucciones del régimen como la Fiscalía; reconoció los que considera sus errores y aciertos como gobierno y finalizó planteando la necesidad de realizar una asamblea nacional constituyente.

Podríamos ahondar en cada uno de estos puntos en particular para presentar con claridad nuestras coincidencias y diferencias en el contenido de lo que el gobierno le expone al pueblo, sin embargo, por esta ocasión queremos detenernos en particular sobre el tema de la Asamblea Nacional Constituyente, pues consideramos el más importante, ya que como hemos analizado en anteriores textos y en el contenido de El Socialista 752, actualmente el gobierno de Petro es preso no solamente de las limitaciones de su programa reformista sino de las propias instituciones del régimen, el cual es particularmente autoritario y le permite a la burguesía ejercer su poder sobre el conjunto de la sociedad colombiana, aun cuando no tiene el control total del gobierno.

Este régimen nació de la Constitución del 91, con la cuál s se crearon y definieron las instituciones y leyes –bajo la careta del Estado Social de Derecho– útiles para sostener la explotación capitalista a través del modelo neoliberal. Si bien esta constitución está cargada de retórica y eufemismos “progresistas” como por ejemplo la defensa de los derechos humanos: de la vida, el trabajo, la salud, la vivienda, etc., en realidad no es más que una herramienta de opresión, en la práctica es inútil para responder a las necesidades de los trabajadores, sectores populares, campesinos, indígenas, comunidades afro, etc. Aun así, es reivindicada tanto por los políticos de derecha y de izquierda –y por el propio Petro–, precisamente porque a quien verdaderamente bien sirve es a la burguesía y su estrategia explotadora.

Petro es hijo de la Constitución del 91, pues fue también producto de la negociación y desmovilización el M-19, que como otras guerrillas se desmovilizó renunciando a la lucha armada por un puesto en el régimen. En su discurso, Petro deja entrever que se ha dado cuenta de que el régimen es un gran obstáculo para el cambio, incluso ese cambio que él propone, que no es para nada radical o revolucionario, apenas unas reformas liberales para tratar de contener la crisis. Si bien él no lo menciona, es evidente que su política de Paz Total tiende al estancamiento y al fracaso; el hundimiento a la reforma a la salud en el parlamento y el futuro incierto de las otras le cierra el camino al gobierno; y por esta vía empieza a decaer la posibilidad de que haya cambios. Petro se ha chocado contra los límites del régimen político; el margen de maniobra dentro del juego institucional se acaba y si quiere mantener vivo el centro de su programa de reformas y desarrollo capitalista, no le quedará más camino que su enfrentarlo o modificarlo.

A menos que Petro llamara a una verdadera revolución socialista (lo cual no va a hacer), sólo le queda el camino de la modificación bajo las reglas de la democracia burguesa. Por eso, dentro de estos límites a lo máximo que puede aspirar es  auna Asamblea Constituyente  que permita democratizar el régimen, que le abra el  espacio a algunas reformas sin salirse del marco del capitalismo.

Asamblea Nacional Constituyente Amplia, Libre, Democrática y Soberana

Coincidimos con Petro en la necesidad de cambiar el régimen colombiano. Ya lo hemos dicho anteriormente, el pueblo trabajador, oprimido y explotado en Colombia, necesita como mínimo una profunda revolución democrática del régimen bajo el cual intentan sobrevivir. No se trata solo de cambiar un fiscal corrupto por otra con formación en derechos humanos, o de cambiarle el nombre al ESMAD, o de crear nuevos ministerios con nombres políticamente correctos; se trata de tumbar de conjunto toda la podredumbre de instituciones legales e ilegales que ha configurado la burguesía en estos más de 30 años, y entregarle a los trabajadores y el pueblo las riendas del gobierno.

Dentro de los marcos de la democracia burguesa, la constituyente es el más democrático de sus mecanismos de participación política, sin embargo, esta democracia tiene sus límites; no todas las constituyentes son iguales y no todas son democráticas por naturaleza. Seguramente es aquí donde tenemos diferencias con Petro, porque para nosotros una verdadera asamblea constituyente democrática debe ser amplia, libre, democrática y soberana, lo cual no es simplemente una consigna, significa que debe estar sustentada en asambleas de base y populares en cada barrio, vereda, en cada fabrica, lugar de trabajo, etc., donde se discutan amplia y democráticamente las reivindicaciones del pueblo. Si bien, Petro ha llamado a conformar las coordinadoras populares, estas no podrán cumplir un carácter democrático si no son soberanas, o sea, si no tienen libertad frente al gobierno para deliberar y votar las exigencias populares. De nada sirve que se comporten como el recién transcurrido Congreso de la CUT, en donde ya llega todo definido desde arriba por los funcionarios del gobierno y simplemente se aprueban los planes de este por aclamación, sin ningún tipo de discusión o crítica.

Igualmente, la constituyente que reivindicamos y proponemos debe estar sustentada en la más amplia movilización de todos los sectores explotados y oprimidos. No sirve de nada que algunos cientos o incluso miles se reúnan a tomar definiciones, mientras no haya nadie en la calle gritándole al oído de los constituyentes que las exigencias de los trabajadores, explotados y oprimidos, están por encima de cualquier aspiración o interés individual o privado. Esto no es más que retomar el Paro Nacional, o sea una movilización permanente de lucha y exigencia, no una movilización controlada por el gobierno para ser utilizada como carta de negociación con los sectores más reaccionarios de la burguesía –como el uribismo, por ejemplo–.

Finalmente, una constituyente debe ser soberana, o sea debe tener la autoridad de discutir absolutamente todos los aspectos de la sociedad. Allí no pueden caber acuerdos previos sobre “lo fundamental” para vetar las verdaderas cuestiones de fondo, como por ejemplo el modelo económico de producción, el carácter de las fuerzas armadas, y el sagrado derecho burgués de la propiedad privada. Esto debe ser impuesto por la propia lucha y la movilización, ya que como lo demuestra el actual fracaso de las reformas en el congreso y en la maraña burocrática del Estado, la burguesía usará su poder, en primer lugar para impedir la propia convocatoria a la constituyente, y de darse, para imponerle reglas de juego y una agenda controlada por ellos mismos.

Una constituyente verdaderamente democrática no puede darse bajo las reglas electorales actuales.  Su composición debe ser representativa de la población, no de los corruptos partidos y empresas electorales actuales. Se debe llenar de trabajadores, indígenas, afros, campesinos, etc.; mientras la burguesía queda relegada al lugar que le corresponde: solo el 1% de participación.

¡Desmonte del ESMAD ya!

Mención especial merece la referencia que Petro hizo en su discurso con respecto a la represión realizada por el UNDMO -antes ESMAD- contra las marchas del 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora. El presidente cuestionó estos actos y se comprometió con el pueblo a realizar las correspondientes investigaciones y sanciones por el uso indebido de la Unidad por parte de algunos funcionarios. Sin embargo, esto es absolutamente insuficiente: debemos exigirle a Petro que cumpla con su promesa de campaña la cual es el desmonte del ESMAD, nada de cambios de nombre, sino la disolución inmediata del cuerpo represivo. Si bien es cierto que los culpables directos de estos actos en particular son los funcionarios locales como el alcalde Galán en Bogotá, es Petro quien tiene la responsabilidad que en la práctica el ESMAD siga existiendo y a disposición de lo peor de la burguesía colombiana.

Comité Ejecutivo del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia

18 de marzo de 2024

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