Duque y la crisis del uribismo

Por: Antonio Romero

 

En la mañana del martes 21 de septiembre, Iván Duque pronunció su último discurso como Presidente de Colombia ante la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas, ONU. Un discurso en el que mostró un país que no existe, un discurso que no es apoyado ni por los mismos sectores uribistas que enfrentan el reto de hacer una campaña defendiendo uno de los gobiernos más nefastos de la historia reciente del país.

En New York, Duque cerraba su discurso diciendo: “Avanza la Colombia de la vacunación masiva, avanza la Colombia de la reactivación segura, avanza la Colombia del mayor presupuesto social de nuestra historia. Avanza la Colombia de la Transición Energética y la acción climática, avanza la Colombia de la fraternidad migratoria”.

Mientras en las ciudades escasean las segundas dosis de las vacunas, mientras cientos de pequeñas empresas están en quiebra y las cifras de desempleo siguen en aumento, mientras el presupuesto aprobado está destinado a pagar la deuda externa y a fortalecer la represión contra las protestas, mientras se sigue continúa pensando en la industria extractiva como motor de desarrollo, acabando con páramos y fuentes de agua, mientras la xenofobia contra los migrantes venezolanos y haitianos sigue usándose para esconder la crisis social del país.

De igual manera, Duque habló de su política de “paz con legalidad”, comparando los avances de su gobierno y el anterior en la implementación de los acuerdos, acomodando cifras que comparan los veinte meses del anterior con los tres años de su mandato, sin decir una palabra del asesinato sistemático de líderes sociales y de la represión desatada durante y después del Paro Nacional.

Las cifras que esconde el discurso de Duque

El gobierno de Duque ha mostrado como bandera de la reactivación el crecimiento del 7,2% en la economía durante este año, omitiendo que esta cifra tiene como base el 2020, que fue un año de catástrofe económico con una caída de 6,8% de la economía, por lo que esa recuperación no solo es insuficiente, sino que preocupa a los economistas burgueses, pues las perspectivas para el año entrante no son buenas.

Desde Acciones & Valores, comisionistas de bolsa, se advierte con preocupación que las políticas de reactivación conllevan también a una mayor inflación, en el marco de una devaluación preocupante del peso colombiano respecto al dólar: “Hay que tener presente la pérdida de grado de inversión, además que las importaciones bordean casi los US$5.000 millones mes, mientras que las exportaciones están alrededor de los US$3.200 millones. Lo que se traduce en que estamos sacando más dólares de los que entran, por eso decimos que hay un déficit de cuenta corriente superior al 5% del PIB y eso hace más vulnerable a la moneda”.

A todo lo anterior le sumamos que Iván Duque deja al país mucho más endeudado, de 120 mil millones pasó a 157 mil millones de dólares, es decir, el 56% del PIB. Lo que ha presionado a la burguesía para acelerar los planes ajuste que parcialmente fueron frenados por el Paro Nacional, pero que ahora han sido cargados sobre la clase trabajadora a través del congelamiento de facto de los salarios del magisterio y de los empleados estatales, con un aumento de apenas el 1%.

A este panorama debemos agregar la inflación que llega al 3,93%, golpeando mucho más a los pobres, porque mientras para la clase alta la inflación en el mes de agosto fue de 5,09%, para los hogares en extrema pobreza es de 5,24% y para los hogares de asalariados es de 4,65%, para los hogares de ingresos altos es de apenas 3,41%.

Por último, está la cifra del desempleo, que para julio de 2021 fue 14,3%, cifra que si se compara con el 20,2% del año pasado es positiva, pero que debe ser comparada es con el 2019, antes de la pandemia, cuando era del 10,7%.

Crisis Duque, crisis del uribismo

La situación del gobierno de Duque, ha tenido sus efectos en el panorama político. Tras el Paro Nacional, los partidos burgueses se han unificado para proteger a los ministros, tanto a Molano por la brutal represión durante el Paro Nacional como a Abudinen por la pérdida de los 70 mil millones de pesos destinados a la conectividad de las instituciones educativas.

También se han unificado para la aprobación de la reforma tributaria y del presupuesto nacional, así como en todos los planes de ajuste de Duque y en la sistemática represión de luchadores sociales que participaron en el Paro Nacional.

Sin embargo, el gobierno de Duque no ha logrado levantar su popularidad, que sigue por debajo del 25% en las encuestas, lo que ha dificultado tener una opción viable desde el Centro Democrático en las próximas elecciones. Pues a seis meses de las presidenciales, las candidaturas uribistas – María Fernanda Cabal, Óscar Iván Zuluaga, Paloma Valencia, Rafael Nieto y Alirio Barrera – no logran marcar en las encuestas como una alternativa viable.

La coyuntura electoral para 2022 no es la de hace cuatro años, cuando el uribismo se proponía como oposición al Proceso de Paz de Santos y las FARC, logrando imponer a un desconocido candidato por el solo hecho de recibir la unción de Uribe Vélez. Pero hoy el mismo Uribe atraviesa una crisis, agobiado por los procesos judiciales y con una juventud que rechaza su proyecto conservador y autoritario.

Esta crisis política del Centro Democrático ha obligado a la burguesía a apostar por una candidatura distinta, que todavía no está clara. En la baraja de opciones del régimen está una salida por la derecha que puede ser con Germán Vargas Lleras, quien se presenta como crítico del gobierno, o los ex mandatarios (Alejandro Char, Federico Gutiérrez, Enrique Peñalosa) que se presentan como ‘buenos administradores’ en medio del caos del gobierno actual. También exploran por el ‘centro’ con Alejandro Gaviria, ante la crisis de los Verdes y la Coalición de la Esperanza, desprestigiada por el papel represivo que jugaron sus ‘gobiernos alternativos’ durante el Paro Nacional.

Así, el discurso de Iván Duque, que llama a “asumir juntos, sin divisiones, con equidad y pensando en el porvenir de la humanidad” es un discurso vacío, de un gobierno que ha recurrido a la represión criminal como respuesta a la protesta social y que ha aprovechado la pandemia para enriquecer a los grandes empresarios, en detrimento de la clase trabajadora y los pobres.

 

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