Cartagena ante el asedio de la corrupción, el hambre y la muerte

En las últimas semanas, se ha desatado una crisis política en Cartagena por las alarmantes cifras que ha dejado la pandemia del covid-19. Las casas políticas tradicionales, los gremios económicos, el Centro Democrático y el Procurador asedian una Alcaldía que supuestamente quiere tomar medidas progresistas sin enfrentar la Ley 100 y los planes de Duque.

Autor: Antonio Romero

Con alrededor de 1500 personas infectadas y casi 100 fallecidos, Cartagena en la ciudad con mayor contaminación por millón de habitantes en Colombia, pero además con una de las tasas de mortalidad más altas. La ciudad era una de las más vulnerables por la actividad turística y una de las menos preparadas por el desmantelamiento de la red pública de clínicas y hospitales que ha sufrido en los últimos treinta años.

Las alarmas se prendieron cuando el Procurador General, Fernando Carrillo, manifestó la necesidad de intervenir la ciudad, lo que generó la ‘renuncia’ de Álvaro Fortich, director del Departamento Administrativo Distrital de Salud, Dadis, abriendo una crisis política en la Alcaldía de Cartagena.

De inmediato, William Dau hizo una reunión con el gobernador Vicente Blel y el Ministerio de Salud, anunciando medidas de control social y sacando como conclusión que la principal causa de la propagación del virus es la indisciplina social de barrios pobres como El Pozón, Nelson Mandela y Olaya Herrera, sin tener en cuenta el promedio de contagiados por habitantes, que dejarían al opulento barrio de Bocagrande como el principal foco de contagio de la ciudad.

Hay un desconocimiento de que el contagio masivo en la ciudad es responsabilidad del sector turístico y de los empresarios que no han parado la producción a pesar de tener contagiados (como el caso de Seatech), por lo que se descarga la responsabilidad en la población en los barrios más pobres en los que la cuarentena es más difícil por el hacinamiento y la informalidad laboral, lo que muchas veces ha terminado en abusos policiales.

‘Muérete en casa’

Sabiendo que Cartagena era una de las ciudades más vulnerables por la actividad turística y portuaria y que tiene uno de los más precarios sistemas de salud, desde la Alcaldía de Cartagena – como en general sucedió en toda Colombia – no se tomaron las medidas para adecuar las clínicas y los hospitales.

Y a pesar de que William Dau enfrentó a Iván Duque y ordenó un toque de queda antes de que se decretara la cuarentena nacional, la Alcaldía se dedicó a distribuir unos mercados insuficientes en cantidad y calidad, y no a enfrentar la Ley 100, por el contrario, dejó en manos de las EPS la práctica de pruebas, la expansión de las unidades de cuidados intensivos y la atención de los contagiados.

El resultado es lo que en los sectores populares se ha llamado el Programa ‘Muérete en Casa’, pues son muchos los casos de personas que han fallecido sin que se les practiquen las pruebas o diagnosticados con enfermedades pulmonares distintas al covid-19 para generar un aberrante subregistro en la ciudad.

Con quién gobierna Dau

Lo primero que debemos advertir es que la administración de William Dau representa el malestar de la población por la corrupción que ha saqueado la ciudad, pero su Alcaldía no representa a la clase trabajadora y los pobres, sino a un grupo de empresarios que aspiran a tener una administración que saque adelante los proyectos de infraestructura de la ciudad para ponerlos al servicio de sus ganancias.

Por eso no enfrentan la Ley 100, por eso no enfrentan las EPS, por eso no enfrentan a las empresas de servicios públicos que han incrementado sus tarifas en medio de la pandemia, por eso crearon la llamada Gerencia de la Ciudad que primero le dieron a la representante de los comerciantes Mónica Fadul y después a Zully Salazar, quien proviene del sector turístico.

El Gobierno de Dau ha dado participación al reformismo en su gabinete, su secretario del interior es David Múnera del MOIR y el de participación es Armado Córdoba del Partido Verde, porque a pesar de que Dau representa a los empresarios, se ha tenido que apoyar en las capas medias, en la clase trabajadora y en los pobres, para enfrentar las casas políticas de la ciudad, por ello mantiene una serie de liderazgos sociales en las primeras filas de su administración sin enfrentar las políticas del Gobierno de Duque, sin decir una sola palabra sobre la Ley 100, pegados al discurso anti-corrupción de Dau, pero guardando silencio ante el carácter neoliberal de su Gobierno.

El asedio de los malandrines: locales y nacionales

Pero a Cartagena no solo la asedian los ‘malandrines’ locales, también los sectores políticos a nivel nacional han aprovechado el desgreño administrativo de las casas políticas locales para participar del botín de contratos de los grandes proyectos de infraestructura de la ciudad.

Desde el pasado Gobierno de Santos, se nombró a Sergio Londoño para remplazar a Manolo Duque, que salió en medio de escándalos de corrupción, para administrar la ciudad de la mano de los empresarios. De manera posterior, cuando es destituido el siguiente alcalde, Quinto Guerra, Iván Duque nombra a Pedrito Pereira, bajo el control de la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez.

Estos nombramientos desde Bogotá, siempre son pactados con los empresarios locales, que hoy se expresan a través del llamado Colectivo Traso (antes Fundación Mamonal), quienes después de haberse lucrado con la corrupción de la ciudad, quieren aparecer como ‘salvadores’. Las declaraciones del Procurador, representante del neoliberal César Gaviria, hacen parte de ese asedio que, desde el nivel nacional, que termina beneficiando a los ‘malandrines’ nacionales.

La discusión pública y la reconciliación de Dau con el presidente de la ANDI, Bruce Mac Master, por el nombramiento de un Gerente para el Covid-19, es muestra de esta contradicción que tiene la administración de Dau, que depende de los empresarios, pero que trata de aparecer apoyandose en la clase trabajadora y los sectores populares para luchar contra los corruptos.

El asedio del hambre y la muerte

Para la clase trabajadora y los pobres, el asedio principal es del hambre y la muerte. Cartagena es una ciudad que tiene una alta tasa de desempleo y un alto grado de informalidad laboral, lo que hace que sus habitantes deban salir a las calles a buscar el día a día.

Pero, quienes tienen trabajo han sido obligados a acudir a las empresas y a poner en riesgo sus vidas y las de sus familias. Por ello la cuarentena ha sido una farsa en Cartagena, solo se ha visto afectado el sector turístico y el de bares y restaurantes, pero en general las empresas industriales han mantenido la producción.

Y al asedio del hambre se suma el asedio de la muerte, pues la Alcaldía ha dejado las pruebas y la atención de los contagiados a voluntad de los mercaderes de la salud, las EPS. Lo que han hecho hasta el momento es administrar las cifras, tratando de bajar el número de fallecidos atribuyendo los decesos a paros respiratorios o enfermedades pulmonares distintas al covid-19.
Y una vez las cifras han sido inocultables, ahora emprender una campaña contra el desorden social, tomando medidas de control contra los barrios pobres, sin brindar garantías para el confinamiento y ampliando el estigma social que da pie a los abusos policiales.

Hemos insistido que la única salida para Dau es apoyar su gobierno en las organizaciones sociales y sindicales de la ciudad, en gobernar con consejos populares o cabildos, pero la administración de Dau se orienta es a través de cumbres políticas con representantes de los gremios empresariales y del gobierno uribista.

Hasta el momento, la respuesta de los sectores populares ha sido con acciones aisladas y con una jornada coordinada por las juntas de acción comunal que están bajo el control de los clanes políticos tradicionales, pero no se puede descartar que la clase trabajadora y los pobres reaccionen y salgan a las calles a reclamar sus derechos, a enfrentar el asedio de los corruptos y la voracidad de los empresarios. El hambre, la muerte y las contradicciones de Dau no les están dejando otro camino.

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