Pandemia: dos años y cuatro “olas”

Por: María Paula Houghton

 

Nos acercamos a dos años de pandemia, un cataclismo que se batió sobre la humanidad dejando una oleada de muerte, enfermedad, hambre y desempleo. Ya instaurada la catástrofe, las medidas incoherentes y genocidas de la mayoría de gobiernos contribuyeron a aumentar la mortandad, las cuarentenas fueron tardías, incompletas, y sin garantías; la enfermedad cayó como una aplanadora sobre sistemas de salud durante años desfinanciados, desatendidos y desmantelados.

Y llegaron las vacunas, la gran esperanza de salvación, de no ser porque la misma lógica con la que se enfrentaron los anteriores retos se impuso: la ganancia. Países ricos acapararon el 85% de las dosis y no logran llegar ni al 70% de cobertura, dado que las medidas de los gobiernos han fomentado la desconfianza y el crecimiento de los antivacunas; y por otro lado países pobres donde la población pide la vacuna, pero no pueden adquirirla como sucede con varios países de África donde ni siquiera se ha conseguido vacunar al personal sanitario.

La humanidad se enfrenta a una enorme paradoja, a diferencia de pandemias anteriores, hoy existe el desarrollo tecnológico y material para enfrentar una amenaza como la del coronavirus, pero al tiempo, este desarrollo y estos recursos no están a disposición de todos sino en manos de unos pocos.

El manejo del Gobierno Duque: ¿incompetencia o cinismo capitalista?

Desde el inicio, la política del Gobierno, los patrones y el imperialismo, ha sido unificada y coherente: salvaguardar la ganancia capitalista. Subsidios a la gran empresa y los bancos, migajas para los pobres, marcaron el manejo de la pandemia en Colombia. Pese a que la mayoría de dineros fueron destinados al salvamento de las empresas, y de que la gran mayoría de ellas regresó a operar incluso antes de las vacunas, 3.9 millones de trabajadores fueron despedidos, y los empleos apenas empezaron a recuperarse con detrimento de las condiciones previas.

El Gobierno desde el inicio limitó la cantidad de pruebas, a fin de tener controladas las cifras y mantener funcionando el aparato productivo; nunca se tuvo una política coherente de testeo masivo ni de aislamiento de los casos.

La meta del gobierno nacional de 75% de vacunados con dos dosis falló al finalizar 2021, según los datos más optimistas Colombia llegó cerca del 55% a diciembre de 2021, sin embargo, estos datos no muestran la enorme desigualdad existente entre regiones.  El plan de Vacunación fue tardío, lento, desordenado y confuso; muchas de las segundas dosis fueron aplicadas con retraso ante la no disponibilidad del biológico, los calendarios y esquemas de refuerzo fueron modificados al antojo del gobierno sin ningún sustento científico en varias ocasiones. Los efectos que pueda tener esto sobre la efectividad, son desconocidos.

¿Ómicron, una gripita?

La amplia circulación del virus facilitó su replicación y la aparición de nuevas cepas, como la Delta altamente letal, y la Ómicron menos letal pero más contagiosa que todas las anteriores.

Se dice que la variante Ómicron es menos peligrosa, pero esto no deja de ser una media verdad.  Es cierto que los muertos son menos comparados con la cantidad de contagios, pero como los contagios son millones las muertes no dejan de aumentar en especial en los no vacunados, el ascenso de contagios dejó de ser curva para convertirse en una vertical hacia arriba. De nuevo, los enfermos saturan los servicios de urgencias y los cuidados intensivos; se agotan los recursos y las fuerzas del personal de salud, y enfermos de otras patologías dejan de ser atendidos. Para ocultar la realidad, el Gobierno suprimió las pruebas para personas entre los 3 y los 60 años.

Los gobiernos a nivel mundial al respecto de Ómicron han acotado la frase de Bolsonaro, “esto es una gripezinha”. Pero la realidad es que la forma “leve” de la enfermedad con fiebre, dolor generalizado, malestar son incapacitantes así rara vez sean mortales, y los contagiados incluso sin síntomas deben aislarse produciendo estragos en la economía, en especial de países que vienen arrastrando un déficit importante, los representantes de las pequeñas y medianas empresas se quejaron porque no pueden sostener tanto trabajador aislado o incapacitado.

Reapertura sin garantías

El gobierno nacional trató de evitar las cuarentenas para salvar la vida, incluso tuvo enfrentamientos por esto con la alcaldesa de Bogotá y otros mandatarios locales; no más tomadas estas medidas se empezaron a revertir. Se hicieron aperturas supuestamente seguras basadas en protocolos de bioseguridad (distanciamiento de dos metros, aforos, etc), que en la enorme mayoría de empresas fueron letra muerta y jamás se cumplieron. Las aglomeraciones en el transporte público no tardaron en regresar, y las medidas y protocolos pasaron a un asunto de “autocuidado”, como si fuera opcional tomar o no el bus atestado para llegar en tiempo al trabajo.

En la cuarta ola, el verdadero sálvese quien pueda, caracterizó los lineamientos del Ministerio de Salud, además de restringir las pruebas, se generalizó la figura del aislamiento sin salario que es una figura criminal autorizada desde el inicio de la emergencia, ocasionando que miles de trabajadores prefirieran asistir enfermos al trabajo sin importar el contagio. Además, se quitaron todas las restricciones de aforos, se incentivó el turismo como nunca antes, y se presiona a los maestros para volver a las aulas.

Entonces, ¿nunca saldremos de esto?

Como lo hemos dicho, muchos de estos problemas son estructurales, por lo que la solución de fondo es cambiar el sistema de raíz. Sin embargo, existen medidas urgentes que es posible tomar como acelerar la vacunación levantando las patentes para que todos los países puedan adquirir o producir vacunas, realizar testeo masivo; promover confinamientos apoyados por el Estado con renta de emergencia; y, sobre todo, fortalecer los servicios públicos de salud, garantizando los recursos necesarios y la estabilidad laboral de los trabajadores del sector, para impedir que los servicios colapsen. Debemos insistir en que la salud no se puede tomar como un negocio al servicio de las trasnacionales de este sector, y en que se requiere un sistema único de salud a cargo del estado y bajo el control de los trabajadores.

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