Editorial El Socialista Virtual/ La crisis social alimenta el descontento

El estallido social está latente

El 4 de julio se produjo un levantamiento social en la ciudad de Bucaramanga por parte de un grupo de pobladores que incendió la motocicleta de un policía de tránsito, como reacción por la muerte de un joven que no atendió la orden de parar por transitar por un carril exclusivo para transporte público. La versión inicial que circuló decía que el policía le había lanzado un cono de tráfico y lo hizo caer produciéndole la muerte.

La jornada de indignación solo duró un día, pues se trató de una revuelta espontanea sin una dirección que organizara la lucha. La represión desatada por la policía fue brutal, hubo capturas y rápidamente se judicializó a varios participantes de la protesta, mientras que al policía asesino solo le “abrieron una investigación”, pese a que el homicidio lo cometió a plena luz del día y en presencia de testigos.

La lucha de clases no se puede negar

Este hecho ha sido una alerta que el Gobierno y la burguesía no pueden ignorar. Los “nadies” existen y no se han olvidado de sus aspiraciones de vivir “sabroso”, ni de la capacidad de la lucha colectiva.

Mientras que los corruptos, los asesinos de los jóvenes y los responsables de torturas y desapariciones siguen libres, revictimizando a las víctimas, decenas de jóvenes luchadores están en las cárceles, y algunos en huelga de hambre por las pésimas condiciones carcelarias.

Los medios de difusión aluden a “investigaciones” de donde concluyen que el estallido social no existió y que se trató de “una toma o plan guerrillero” orquestado por disidencias de las FARC, según Caracol.

Los medios buscan borrar de la memora histórica el paro nacional y la dignidad de la lucha, enlodándola y generando una narrativa para falsificar la historia con una versión al servicio de la campaña electoral de reaccionarios como Diego Molano.

Independiente de que en el paro de 2021 hayan participado o no organizaciones guerrilleras, la juventud, lo trabajadores, los pobladores de los barrios populares y todos quienes estuvimos en las calles, sabemos que el proceso que vivimos no nos lo ordenó nadie, y aprendimos una lección muy importante: la lucha sirve y asusta a los poderosos. La lucha de clases existe, está presente y no se puede negar.

Si los bomberos no pueden se incendiará la pradera

Los levantamientos espontáneos y radicales tienen el mismo contenido del estallido social del paro nacional de 2021. Es la manifestación de que el descontento social está latente, que solo se necesita una chispa para que se produzca el incendio, si políticos y burócratas sindicales, como bomberos, no lo apagan rápido canalizando el descontento en elecciones burguesas con promesas de cambio, que fue como desmontaron el paro de 2021 salvando a Duque y su gobierno después de haber perdido dos ministros derrocados por la movilización.

El descontento es internacional y contagioso

En Colombia, en la memoria de los desposeídos quedó claro que se pueden tumbar contrarreformas y ministros que representen los intereses de empresarios, terratenientes ganaderos y narcotraficantes. La paciencia tiene un límite, la crisis social es mundial y el descontento contagioso.

Ya hemos visto que el pueblo francés no quiere una contrarreforma pensional y lo ha expresado en las calles quemando autos ante la rabia incontenida. No hay que olvidar que es un pueblo que no tienen rey ni reina porque hace muchos años los pasaron por la guillotina, y décadas después, en 1871, hicieron la experiencia con una revolución obrera, la Comuna de París.

El desempleo real supera el 50 %

Según los últimos datos del gobierno, la “informalidad laboral” supera el 56%, lo que implica que más de la mitad de las familias en Colombia viven del rebusque, y que el desempleo real supera el 60%; el hambre acecha y el 25% de la población no puede comer tres veces al día. Sin empleo, la disputa por el pan origina inseguridad, criminalidad y degradación social.

Para qué estudiar si no hay que comer, ni trabajo asegurado

A pesar de la política de matrícula cero y algunos subsidios, las directivas de la Universidad Distrital de Bogotá señalan que en las universidades públicas la tasa de deserción ronda el 50 %. La razón en la mayoría de los casos es sencilla: los estudiantes no tienen como sostenerse y se ven obligados a abandonar la universidad para ir al rebusque, porque la sobrevivencia se impone por encima del estudio.

La juventud que logra graduarse con un pregrado tampoco tiene asegurado un trabajo, cientos y cientos se agolpan en los galpones de los call center, en el mejor de los casos bilingüe, sometidos a jornadas de explotación de hasta 16 horas, porque los contratan “por metas y no por horas”. Los menos afortunados: quienes solo cuentan con el bachillerato, los migrantes venezolanos, y en general los más pobres, se “rebuscan” la sobrevivencia en transporte informal con moto y bicitaxi, en domicilios, Rappi y otras aplicaciones.

Crímenes, criminales, corrupción y delincuencia

La crisis social y la desesperación de los desposeídos no se expresa únicamente en la furia popular o las movilizaciones. Gruesas capas de desempleados cruzan la barrera de clase, dejan de ser trabajadores y se convierten en criminales. También en las capas superiores el crimen campea, la llamada “gente de bien” deben su existencia y bienestar a la explotación del trabajo, a la renta de actividades criminales y al desfalco.

La crisis del sistema es general, no solo es el hambre sino la ruptura del tejido social, la crisis de los “valores capitalistas” del todo vale, el “ser vivo” y la podredumbre general que se expresa entre las clases altas con el nombre de “corrupción”, y en las bajas con el nombre de “delincuencia”. Con el desfalco de los recursos públicos por corrupción, los políticos y los empresarios se embolsillan cada año más de 50 billones de pesos del presupuesto nacional, lo que equivale a más del 10%

Los atracos a mano armada, incluso en sectores exclusivos de la capital, en buses, hoteles y hasta fincas, el cosquilleo, el fleteo y la extorsión se han convertido en el pan de cada día y en una amenaza constante. Diariamente vemos en noticias que algún trabajador o trabajadora muere asesinado por robarle un celular o una bicicleta. En Bogotá, Cali, Medellín y ciudades del eje cafetero la gente vive con miedo a salir por temor a los criminales. Algunos dicen que Bogotá se ha convertido en “ciudad Gótica”, en manos de los criminales y con una población azotada por el crimen.

La ultraderecha vende las dos mercancías: el discurso contra la seguridad y como remedio más inseguridad y crimen

Ahora que se acercan las elecciones, el tema de la inseguridad es tradicionalmente utilizado por la burguesía de derecha para hacer campaña, culpando al Gobierno de Petro o la “izquierda”, promoviendo discursos xenofóbicos y racistas, y aprovechando para vender su “seguridad democrática”, es decir, aprovechando para promover políticas de fortalecimiento de la policía y las fuerzas armadas, construcción de cárceles y medidas de criminalización contra la juventud.

La ultraderecha del Centro Democrático y el uribismo tiene las dos mercancías: el terror del paramilitarismo, el narcotráfico y el régimen político que garantiza inseguridad, y el “remedio” contra eso: el discurso y las promesas para acabar con la inseguridad, que en el pasado fue: más paramilitarismo, falsos positivos, asesinato de dirigentes sindicales y sociales, desplazamiento de población, desapariciones y narcotráfico con consecuencias criminales.

Las medidas que agita la ultraderecha no solo son inútiles contra el crimen, sino que en realidad no tienen por objetivo combatirlo. El verdadero objetivo es fortalecer el aparato represivo para responder con toda la violencia cuando las masas no aguanten más, como en Bucaramanga, y salgan a “prender todo”.

La seguridad que promete la ultraderecha es continuar criminalizando a la juventud y así seguir manteniendo los privilegios de los capitalistas, y criminales de “cuello blanco” que siguen delinquiendo, desde todos los partidos políticos y desde todas las empresas privadas, tal como lo demuestran los hechos del escándalo de Odebretch, donde están involucradas todas las fracciones burguesas.

El problema no es la economía, es el sistema

Cuando en Bucaramanga el policía cobardemente asesinó al joven trabajador “motero”, la furia se apoderó de la ciudad durante todo un día; jóvenes y trabajadores precarizados, trabajadores e inmigrantes protagonizaron una jornada que llenó de terror a burgueses tradicionales y gobiernistas y parecía como si estuviéramos en el paro nacional de 2021: barricadas, bloqueos de calles y carreteras, acciones vandálicas de destrucción de autos e infraestructura, producto de la desesperación y la indignación, y en medio de todas estas acciones, el fuego que simboliza el deseo consciente, o inconsciente, de que todo arda, para que algo cambie.

Las políticas de seguridad de los gobiernos y del Estado son inútiles para los pobres y útiles para los criminales. La enorme mayoría de los casos que se denuncian quedan en la impunidad. Es normal que así sea porque el sistema no se puede reformar. Hay que cambiarlo de raíz. No es precarizando el empleo y reduciendo los puestos de trabajo, reduciendo los salarios y castigando a los desempleados y a la juventud.

Los capitalistas y sus medios de comunicación nos repiten todos los días que el problema de la crisis es culpa de la economía, dando a entender que no es problema de la clase que la domina, controla y usufructúa de ella. Pero el problema es del sistema capitalista que se sustenta en la división de clases sociales, donde una de ellas produce la riqueza y la otra se la apropia. El remedio no es aumentando la desigualdad y la miseria al tiempo que un pequeño sector acumula riqueza en forma irracional. El remedio es distribuyendo la riqueza, empezando por distribuir el trabajo entre toda la población económicamente activa, reduciendo la jornada laboral radicalmente, socializando los medios de producción y eliminando la ganancia de unos pocos para que sea “ganancia” de toda la sociedad.

Comité Ejecutivo PST

15 de julio de 2023

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