¿Es necesario aumentar la Gasolina? y ,¿es cierto que este aumento no aumentará el costo de vida?

Por: Lucía

Más allá de los ataques machistas y las descalificaciones que ha sufrido la Ministra Irene Vélez, su cartera se enfrenta a situaciones de mucha importancia. Y es que la oposición de derecha con sus ataques despreciables sobre el calzado de la ministra, su edad, su supuesta incompetencia o su inexperiencia en el manejo político; contribuye a poner el debate en aspectos superficiales, mientras de fondo en materia energética Colombia enfrenta situaciones de la mayor gravedad.

Una de las cuestiones es la de la gasolina y el anuncio reciente de aumentos, que podrían encender de nuevo la llama del descontento social. No olvidemos que el aumento de precios del combustible ha sido el detonante reciente de luchas de gran envergadura en varios países, como Argentina, Panamá y Ecuador donde con estallidos sociales en 2019 y 2022, se obligó en ambas ocasiones al Gobierno a retroceder en el aumento de precios.

El déficit

El Gobierno y la Ministra Vélez, han informado al país de que el anterior Gobierno ha dejado desfalcado y en una grave crisis al Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles FEPC, fondo creado por Uribe en 2008 para amortiguar los precios de los combustibles, amarrados a los precios internacionales del petróleo pagando a los productores (petroleras y refinerías) la diferencia. La lógica de este fondo funciona así: Cuando el precio internacional del petróleo sube, el alza no se transmite inmediatamente al precio que paga el consumidor, sino que el fondo le paga a las petroleras y refinerías la diferencia. Pero también, cuando el precio internacional baja, no bajan los precios finales, sino que la diferencia (excedente) es apropiada por el Fondo para financiar la estabilización de precios.

Según el presidente Gustavo Petro, el gobierno anterior, al no hacer mayores alzas a la gasolina, causó un déficit en el FEPC de 10 billones de pesos trimestrales, es decir, 40 billones al año. Por su parte el senador de Pacto Histórico Gustavo Bolívar viene justificando el alza al afirmar que “Con petróleo a 100 dólares (por barril de Brent, referencia para Colombia) y con dólar a más de $4.000, hoy la gasolina debería estar a más de 18 mil pesos”. Además, justifica que el tema del aumento del costo de los combustibles no es un problema local sino global; en particular existe una inestabilidad mayor por los efectos de la pandemia y agudizada por los efectos de la guerra en Ucrania.

Durante la última década Colombia pasó de ser uno de los países con el precio de la gasolina más caro de la región (el cuarto en 2013), a ser uno de los países donde es más barato (después de Venezuela y Bolivia), dado que ha habido un aumento constante de los precios del petróleo en el mundo en el último período, pero el precio local se ha venido asmortiguando progresivamente creando un déficit creciente en el fondo de estabilización a costa del presupuesto nacional. .

No nos cabe la menor duda de la responsabilidad de Duque y anteriores gobiernos en la actual situación, no dudamos ni por un segundo de los criterios neoliberales para determinar la política de precios de los combustibles, además de los malos manejos, corrupción de sus funcionarios, falta de planificación y posponer el alza para evitar mayor descontento social. En ese sentido, es cierto que el actual gobierno heredó el problema. La discusión de fondo no es si Duque es el responsable, sino cómo resolver el problema, si con el alza propuesta  por el Gobierno para resolver el déficit -lo cual sí es su responsabilidad- o con un verdadero cambio en el tema de combustibles.

El aumento afectará el bolsillo de los colombianos, así se intente negar

Ya el ministro de Hacienda ha manifestado en televisión nacional que para “no afectar tanto el bolsillo de los colombianos, el aumento será gradual”, es decir que afectarán gradualmente nuestro bolsillo. De eso no cabe duda. El plan es desmontar el “subsidio” a la gasolina hacia 2023; algunos han mencionado que podría llegar a 16 mil pesos por galón, pero este dato es desmentido por el Gobierno.

Según la Comisión de Regulación de Energía y Gas, CREG, el precio promedio por galón de combustible de gasolina corriente es de 9180 pesos. De ese precio, se les paga a las refinerías el 57%, y el restante 43% se distribuye en un alto porcentaje de impuestos y sobretasas (23%), y en costos de distribución, transporte, almacenamiento y comercialización otro 21 % (por estos dos últimos el precio de la gasolina varía entre regiones).

El Gobierno y voceros del Pacto Histórico, han insistido en que el aumento de la gasolina no aumentará el costo de vida, esta afirmación es imposible que sea cierta así insistan de miles de maneras en demostrarla. Afirman que no se aumentará el costo de vida porque solo aumentará la gasolina y no el ACPM (Diésel), por lo que no se vería afectado el transporte de carga ni de pasajeros, y por ende, no se vería trasladado al costo de los productos básicos. De esta afirmación podemos concluir sencillamente que el costo de vida y la inflación no se afectarán “tanto” como si se aumentara el precio de todos los combustibles, pero no que no se afectará en nada.

El costo de vida se aumentará para todas las personas que diariamente para realizar diferentes tipos de trabajo o sencillamente ir a trabajar utilizan vehículos a gasolina, una enorme cantidad de ellos corresponden a motocicletas que son utilizadas por una amplia capa de trabajadores – los más explotados o precarizados- que ante la insuficiencia e indignidad de los sistemas de transporte público de las grandes ciudades optan por esta alternativa. Una parte de la comercialización de alimentos, incluso de transporte desde el campo no se realiza en grandes tractomulas sino en vehículos pequeños a base de gasolina, e igualmente funciona el transporte de alimentos dentro de la ciudad; y así con muchos otros productos cuyo sobrecosto será transferido a los consumidores. Estos son solo dos ejemplos sencillos. Decir que aumentar la gasolina no aumenta el costo de vida, es una mentira. Además, los anuncios de aumento escalonado de precios indican que aunque exista un desmonte diferencial de subsidios entre la gasolina y el ACPM, se planea eliminarlos en un mediano plazo de dos años. Es decir, diferir el golpe para evitar reacciones de la población.

Pero; ¿realmente no hay alternativa?

A pesar del debate, todos en la burguesía están de acuerdo en el aumento de la gasolina y el ajuste de precios al mercado internacional, lo que difieren es en la forma, los tiempos y quién asumirá el costo político.

En ese sentido Petro parece ser el indicado, ya que tiene a su favor las direcciones del movimiento de masas, que pueden controlar y desactivar el rechazo en la población al aumento de los combustibles. No olvidemos que este tipo de gobiernos son expertos en imponer medidas antiobreras y antipopulares que gobiernos abiertamente burgueses les costaría más. Por ejemplo, Lula en Brasil, en 2003, logró la contrarreforma pensional neoliberal, que gobiernos anteriores no pudieron imponer por la resistencia de las masas.

Desde luego que existen alternativas a aumentar el precio de la gasolina. Lo que sucede es que esas alternativas chocan con los intereses de las empresas privadas, y con los intereses del capitalismo imperialista que Petro ha jurado proteger, manteniendo políticas como pagar puntualmente el servicio de la deuda, proteger el lucro de las multinacionales y la regla fiscal. Para determinar precios asequibles y concordantes a un país productor de petróleo, es necesario en primer lugar cuestionar el sistema de precios y a partir de allí, tomar otras medidas.

¿Quiénes son subsidiados realmente?

Así como “nadie” –en la burguesía– difiere de la necesidad de desmontar los subsidios, pocos cuestionan la forma en que se determinan los precios. Pero una cosa es el costo real de producción y distribución y otro es el precio final cobrado al consumidor.

Mientras el costo está determinado por la maquinaria, infraestructura, mano de obra y procesos necesarios para extraer, transportar y refinar los derivados del petróleo, el precio está determinado, además del costo de producción, por otros factores como la tasa de ganancia y la especulación del mercado internacional al que se someten estos productos. En ese sentido hay que detenerse en esas dos cuestiones: el costo real de producción y la relación del precio con el mercado internacional al que está anclado.

En cuanto al costo de producción es necesario aclarar que no es el mismo costo en un país productor de petróleo como Colombia a un país donde no hay petróleo y le toca importarlo. En Colombia, según Ecopetrol, producir un barril de petróleo cuesta alrededor de 28 dólares. Al refinar ese barril, se obtienen derivados del petróleo, entre ellos la gasolina y el ACPM. En el caso de la gasolina su costo de producción es de $3111 pesos aproximadamente.

Pero en Colombia, como en muchos otros países, el precio de los combustibles no se determina por lo que cuesta producirlos, sino por el precio internacional que determina el mercado financiero imperialista asentado en el Golfo de México en Estados Unidos. Esto es llamado por los economistas burgueses neoliberales como el Costo de Oportunidad, criterio con el que pretenden convencernos de que así nos cueste menos producirlos, tenemos que pagar el petróleo y sus derivados a un precio tres veces mayor. Actualmente en Estados Unidos el precio de la gasolina es de 4 dólares, que equivalen a 17.700 pesos (al cambio del día). Quienes hablan de subir el precio de la gasolina al “precio real” entre 16.000 y 18.000 hablan de igualar el precio en Colombia al de Estados Unidos.

Desde los años noventa, el precio interno de los combustibles es determinado por el precio internacional, lo que ha implicado someter los precios internos a los vaivenes del mercado mundial. Esto ha significado que, a costa de los consumidores y del presupuesto nacional, se les paga a los productores (Ecopetrol y las multinacionales asociadas) a precios internacionales lo que les costó mucho menos extraer y refinar. En ese sentido quienes han sido subsidiados realmente son las multinacionales imperialistas y los accionistas dueños de la parte privatizada de Ecopetrol.

Además, la gasolina en Colombia está diluida con un 10% de Etanol, producido a partir de la caña de azúcar, a quienes se les paga un precio muy por encima del precio internacional, siendo otra industria capitalista subsidiada a través del precio de los combustibles.

Si el precio de la gasolina y otros combustibles estuviera determinado por los costos reales de producción y por los fondos necesarios para garantizar la producción a mediano y largo plazo, al contrario de aumentar, debería disminuir como mínimo a la mitad.

Sí hay alternativa: Renacionalización de los hidrocarburos y la industria petroleraComo vimos, tan sólo cambiando la política que determina los precios de los combustibles, desanclándolas de los precios internacionales y ajustándolos a los costos reales de su producción y distribución en Colombia, se podría reducir significativamente el precio a la gasolina, el ACPM y otros precios de productos de la canasta familiar que históricamente han estado ligados al aumento de los combustibles.

Otra medida posible que disminuiría el precio de la gasolina, ya la propuso el mismo Petro, pero tendría que aprobarla el Congreso, y es eliminar o disminuir los impuestos que actualmente se cobran.

Pero esto no será suficiente. Las multinacionales petroleras y los monopolios nacionales seguirán reclamando sus jugosas ganancias. Ya se han enriquecido demasiado, ya han sido subsidiadas descaradamente por sus cómplices en el gobierno. Es hora de que los trabajadores colombianos recuperemos la soberanía sobre nuestros recursos naturales.

Para una verdadera política de control de precios es necesaria la planificación de la producción sin la irracionalidad de la ganancia privada. Necesitamos la renacionalización de Ecopetrol (desde 2003 semiprivatizada con modelo de economía mixta), la nacionalización de la extracción de petróleo, y del procesamiento y comercialización de sus derivados. Colombia produce petróleo y refina la gasolina, pero esta es distribuida por 19 empresas intermediarias privadas, de las cuales las mayores comercializadoras son Terpel (cuyo dueño es Copec grupo Industrial Chileno), Primax (multinacional con sede en Perú) y la conocida multinacional Texaco, entre otras como Esso y Mobil.  Por eso el precio de la gasolina está sujeto a las leyes del mercado, y a garantizar la ganancia, y no a las necesidades del país. Nacionalizar para que el objetivo sea la seguridad y soberanía energética del país y no el lucro de privados, efectivamente esto pasaría por la expropiación sin indemnización; y no es compatible con el “desarrollo del capitalismo”.

La necesidad del cambio de modelo energético es una necesidad, como parte de una política para enfrentar el colapso ambiental. Pero esto no será posible a punta de mayores precios e impuestos que afectan más drásticamente a los trabajadores y los pobres, mientras el mercado sigue secuestrado por los intereses del capital petrolero.

La renacionalización de los hidrocarburos y la regularización de su producción sobre bases racionales y ambientales debe estar acompañada por una política para detener el desangre de nuestros recursos y dejar de pagar la deuda externa con lo cual se podría compensar la baja de ingresos si se decide disminuir la producción petrolera para salvar el medio ambiente. Y es que no hay presupuesto que aguante, cuando el 22,3 % del mismo se concentra en el pago puntual del servicio de una deuda ilegítima, odiosa, que se ha pagado en varias veces pero que únicamente crece, con intereses de usura hasta llegar este año al 50,7% del PIB.

Mientras Colombia se mantenga sujeta al dominio imperialista, pagando de manera obediente sin siquiera cuestionar – como otros países lo han hecho- , este sifón seguirá drenando nuestras riquezas, y no solo no se podrá mantener precios bajos del combustible sino que no se podrán llevar adelante los programas sociales necesarios para superar la crisis social y dar respuesta a las demandas del Paro Nacional. Hemos insistido, si se dejara de pagar esta deuda, ni siquiera se necesitaría una reforma tributaria. Esto efectivamente tampoco es compatible con el proyecto de capitalismo humano y de “buenas relaciones” con Estados Unidos y el imperialismo.

 

Hay que cambiarlo todo

Es apenas natural, que la oposición de derecha haga fiestas con esta noticia, instrumentalizando el legítimo descontento y la legítima preocupación de millones; su supuesta preocupación por el bolsillo de los colombianos no es solo hipócrita sino cínica, pues han sido ellos los que por años han desangrado los diferentes fondos, los que han aumentado el endeudamiento para favorecerse, y los que nos han traído hasta este punto.  Por eso debemos rechazar sus convocatorias y sus protestas, y organizarnos de manera independiente para reclamar nuestros derechos y para plantear verdaderas soluciones.

La crisis de los combustibles fósiles hace que la dependencia de los mismos se vuelva insostenible a largo plazo, este es un tema del cual Petro ha hablado bastante, la crisis global hace que estos sean mercados particularmente inestables, hoy bastante afectados por la guerra en Ucrania. Hoy, ante el colapso ambiental producto de la barbarie capitalista, no hay solución de fondo que no cuestione el afán de lucro privado. Propuestas como el decrecimiento y la transición energética, chocan con la dinámica del capitalismo decadente. Es necesario replantear toda la economía mundial y cada vez tenemos menos tiempo. Nosotros sostenemos que no es posible realizar una transición energética en el marco del capitalismo, es decir, que no existe un capitalismo verde o humano, y que será necesario un cambio completo de modelo productivo y de sociedad para enfrentar retos como la crisis ambiental y la crisis energética que son interdependientes.

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