Odio a Cartagena

Por: Eva Durán*

Este texto que ha circulado en redes sociales, preparado por la escritora y activista animalista Eva Durán para Distrito Champetú y cedido al periódico El Socialista, expresa el sentir del pueblo cartagenero ante el despojo, la explotación, el racismo y el olvido que sufre la mayor parte de su población.

 

Nací en Cartagena hace 45 años y soy una orgullosa mestiza, tengo en mi sangre herencia negra e indígena.  Mi abuelo Suta era un negro hermoso y elegante de Getsemaní, de pelo afro, vestido siempre de guayabera, a los 7 años trabajó como obrero en la Perfumería y jabonería Lemaitre, sí, de los Román, los Lemaitre, los eternos amos.

Tengo tíos negros y primos negros. Es decir, soy descendiente de esclavos. Viví mi niñez en el paraíso de la inocencia que fue la Cartagena de los 80 y 90, el ignorante es feliz. Fui feliz hasta la locura en el centro histórico cuando era un barrio residencial entrañable, de vecinas de rulos, y niños jugando hula hula, peregrina y fútbol, bicicleta, el lleva y trae y las rondas infantiles en plena calle, antes de que el neoliberalismo de Gaviria, el narcotráfico de Uribe y los cachacos nos quitaran nuestro hogar y nos expulsaran de nuestra casa, de nuestro paraíso.

Odio Cartagena por no haber luchado, por haberse dejado sacar, si era necesario quemarlo todo, debimos haberlo quemado todo, a machete y a las malas debimos haber defendido nuestra casa, con nuestra sangre si era preciso. Los valientes murieron en el sitio de Murillo y quedó el afrecho, una caterva de vencejos.

Odio Cartagena por puta barata, por su nula autoestima, por puerca, por sucia, por desmemoriada, por masoquista, la odio por aguanta todo, porque el soportar y el ser resignado se convirtió en virtud y no en la desgracia que es realmente.

Odio que en Cartagena exista la Fundación Gabo por un nuevo periodismo latinoamericano y que el peor periodismo del país sea precisamente el de Cartagena y el de la Costa. Te enteras más en las redes que en los periódicos.

Odio que en Cartagena exista el festival internacional de música clásica pero que no haya escuela de música asequible, ni sinfónica, ni opera, ni una red teatral.

Odio que en Cartagena se celebre el Hay Festival, pero no haya red de bibliotecas, ni editoriales locales, ni talleres de poesía o de arte.

Odio el movimiento estudiantil porque se dedicaron a meter marihuana y a emborrachar peladas en los campamentos para comérselas en las huelgas y paros y se olvidaron de formarse intelectualmente, se olvidaron del trabajo social real, se olvidaron de la disciplina y el heroísmo, la madre que se merecen lo que les pasa.

Estudié 8 años en Bellas Artes, de 1992 al 2000, los años más felices de mi vida, hasta cuando llegó una Sacra degenerada y ladrona, que era la jefa de compras de la gobernación de Miguel Raad Hernández.

Odio una ciudad que dice ser orgullosa de ser negra, pero que ha sido incapaz de derrumbar la estatua del asesino violador y ladrón que la fundo en mala hora.

Odio una ciudad que no ha sido capaz de elevar placas y homenajes a los millones de negros y negras que fueron vendidos y ejecutados en la plaza de los coches. Odio una ciudad que permite la pederastia y la prostitución a cielo abierto y de frente.

Odio esa ciudad donde llegan los cachacos y turistas a sacarnos de nuestra casa.

Y odio Cartagena porque todos los alcaldes han robado, pero solo metieron preso a Manolo Duque porque vino de Blas de Lezo. En cambio, a Dionisio Vélez un megalómano enfermo tauro psicópata que se robó según la procuraduría 250 mil millones no lo han tocado. Luego lo llaman a uno resentido si se señala lo obvio, que Karl Marx tenía razón, esto es una lucha de clases. A los negros y los pobres los acaban, Manolo era un imbécil, pero es un bebé de brazos al lado de Dionisio Vélez y al lado de ese monstruo depravado, cocainómano, pederasta, ladrón, uribestia, estafador, despojador de casas en todo el mundo a través de un fondo buitre que es el actual alcalde William Dau. En 585 años Cartagena no había caído tan bajo. A ese patético payaso, alcalde de circo habría que sacarlo encuero y a fuete de pringamoza del Palacio de la Aduana, que lástima que ya no podemos fusilar a los traidores.

La elite esclavista de la ciudad agrupada en el Club Cartagena siempre fue y es negrera y fascista, y el bufón ladrón William Dau los representa, sino fuera de Castillogrande sino de Blas de Lezo como Manolo Duque, a los 6 meses lo hubieran sacado para la cárcel o para un sanatorio psiquiátrico, pero él es el digno representante de ese desprecio por el otro, del nazismo, de la burla, y de lo fácil que es comprar a una ciudad hambrienta.

Odio esa ciudad de caballos cocheros torturados y martirizados hasta la muerte por Julio Martines, y su maldita asociación de cocheros

Odio esa ciudad de mamertos vendidos y traidores, odio esa ciudad que renunció a luchar.

Odio esa ciudad amordazada por el miedo al infierno, que no entiende que el infierno es aquí y ahora.

Odio el IPCC por ser una cloaca de putas y ladrones que le ha dado patente de corso al narcotráfico para que demuelan a gusto la ciudad histórica y dejen no más los cascarones.

Odio el animalismo cartagenero porque permitió que Dumek Turbay construyera un matadero de perros en Santa Rosa de Lima y no dicen nada porque todos están hambrientos como zopilotes a ver si les cae un pedazo del sangriento pastel.

Odio una ciudad en la que el único periódico está en manos de los Araujo, unos ladrones, fascistas, estafadores, peligrosísimos y al servicio de una secta asesina, genocida, narco paraca despojadora como es el partido Centro Democrático.

Odio esta ciudad en la que la izquierda y los falsos alternativos están calladitos vendidos al alcalde esquizofrénico por un plato de lentejas y por menos que eso.

Odio esta ciudad vencida, vendida, prostituida, saqueada, abierta de jopo al violador y al asesino.

Odio esa ciudad orgullosa de su pequeñez, en la que no queda nada por lo cual luchar.

Odio esta ciudad que tiene hace 20 años, 6 peajes internos propiedad de los barranquilleros Char y Gerlein, quienes tienen toda la plata del mundo para comprar a todos los jueces y extender esa concesión hasta el infinito. Eso se soluciona a las malas. Cuando se decidan a levantarse, tomar venganza, quemarlo todo y empezar de nuevo avísenme, yo pongo la gasolina.

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