Incendios en la Amazonía: la selva arde y se nos hace tarde

Por: Lucía.

El sábado 5 de febrero gracias al Twitter, Colombia se enteró de que hacía al menos 7 días, voraces incendios consumían gran parte de la selva tropical húmeda del departamento del Guaviare, se hablaba de cerca de 15 mil hectáreas de selva consumidas, la muerte de semejante extensión de selva no solo es la muerte de algunos árboles sino de los animales, de la tierra, del agua, y nuestra propia muerte lenta. Nos enteramos de algo que llevaba más de una semana sucediendo sin que ningún medio de comunicación dijera nada, gracias a que el alcalde de Calamar denunciara y pidiera literalmente auxilio, ante la imposibilidad de que los veinte bomberos del pueblo con escasos y rudimentarios recursos pudieran apagar los incendios, esta lucha no solo era insólita sino imposible. También se empezó a dar importancia a esta grave situación porque el humo de las quemas empezó a llegar a Bogotá obligando a que la alcaldesa declarara la alerta amarilla ambiental ante la contaminación del aire. De no ser por estos dos hechos, la selva estaría ardiendo aún sin que nadie hiciera nada y sin que nos diéramos cuenta.

A propósito de los incendios en el Guaviare, tenemos la obligación de reflexionar sobre la situación de crisis ambiental y su relación con el sistema económico capitalista. A simple vista parece que el problema ambiental es un tema “de todos” y que no tiene nada que ver con política. Los desastres “naturales” y percances que ocurren en la naturaleza como incendios, desplazamiento de tierras, avalanchas, y demás aparecen como sucesos fortuitos producto de la mala suerte, de causas naturales o en el mejor de los casos se comprenden como resultado del calentamiento global. Pocas veces se sospecha que detrás de un desastre ambiental existen intereses económicos directos, concretos y locales.

Veinticuatro horas después de que el HT #SOSGuaviare se hiciera tendencia, y cientos de miles de personas pusieran el ojo en la situación presionando al Gobierno a actuar, el incendio estaba controlado, la capacidad operativa del Estado logró en 24 horas apagar los incendios que en más de una semana los bomberos del pueblo no pudieron. Fueron varios días en los que el alcalde y bomberos locales intentaron llamar la atención del ministerio de ambiente, de la fuerza aérea o de cualquiera que les ayudara sin obtener respuesta. El rápido resultado una vez “armado el escándalo” demuestra con la prueba de los hechos, que el Estado colombiano tiene la capacidad técnica y material de controlar este tipo de situaciones ¿Por qué no lo hicieron antes? La simple negligencia ya sería criminal, pero la realidad es que existe una política consciente de dejar correr las quemas, de permitir que se queme la selva.

La deforestación es un problema de grandes proporciones, en el último año aumentó en un 67% y se contabilizan cerca de 2.5 millones de hectáreas de selva perdidas de la región amazónica en los últimos años. Junto con la selva han ido desapareciendo o siendo desplazadas comunidades indígenas. En solo el 2020 se perdieron en Colombia 171 mil hectáreas y hay una tendencia al aumento que solo se estancó durante los primeros meses de la pandemia.

En esta ocasión el gobierno ha afirmado que el fuego fue intencional y ha acusado a las disidencias de las FARC, pero independientemente del origen de este fuego concreto, la realidad es que las quemas intencionales, y la “vista gorda” frente a los fuegos espontáneos permitiendo la destrucción de grandes extensiones,  se han convertido en un día a día de las selvas amazónicas, no solo en Colombia sino en todo el continente, hace algunos años un movimiento internacional de protesta fue necesario para exigir que Bolsonaro tomara la decisión de apagar los fuegos en la amazonia brasilera. Y es que la quema de la selva resulta un desastre ecológico para los ecosistemas, los animales, las comunidades indígenas, pero resulta de lo más conveniente para que ganaderos y empresarios del agronegocio tomen posesión de las tierras, ampliando la frontera agrícola y ganadera y usufructuando millonarias ganancias. Grandes extensiones de lo que era selva, se han ido convirtiendo en potreros para el pastoreo de ganado, y en plantaciones de monocultivos en su mayoría de soya – en su mayoría destinada para el alimento del ganado no para consumo humano-; tampoco es extraño que las tierras se empleen en cultivos ilícitos o en la minería legal o ilegal. Mas allá de las declaraciones y de las promesas de exhaustivas investigaciones, la realidad es que pocos son capturados o enjuiciados por estos hechos. Se trata de un modelo de desarrollo depredador que no tiene nada de natural, y que tiene todo de político.

Según la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) en los últimos cuatro años se ha presentado un aumento de ganado en municipios de la amazonía colombiana directamente proporcional a la cantidad de hectáreas deforestadas: en 2016 se registraron 1’078.084 bovinos; en 2017, un total de 1’244.526; en 2018 la cifra alcanzó 1’627.285 y en 2019 este número se elevó 2’021.829. relación que no es casual sino causal, por lo que la ganadería extensiva es uno de los enemigos principales de la conservación de la selva. Según informe El Tiempo “ocho municipios aledaños al Parque Natural Serranía de Chiribiquete, por ejemplo, se registraron cerca de 650.000 nuevas cabezas de ganado y más de 300.000 hectáreas deforestadas en los últimos cinco años, según el Centro de Alternativas al Desarrollo (Cealdes). Y justamente en esa zona, entre 2018 y 2019, se ampliaron los corredores viales en más de 1.500 km, tanto legales como ilegales”.

Imagen El Tiempo.

 

Es necesario que pongamos la vista en esta situación, que dejemos de ver el problema ambiental como un tema accesorio, para los días de fiesta, y entendamos la profunda relación que existe entre la crisis ambiental y el modelo de desarrollo capitalista de superexplotación del ser humano y la naturaleza. Nosotros nos apartamos de la idea de que es posible un capitalismo sustentable, un mercado verde y sus sinónimos, el capitalismo en sí es anarquía de la producción, privilegio de la ganancia y gobierno del mercado.

Es necesario que la humanidad logre destruir ese sistema para imponer un sistema donde se recupere lo que Marx llamaba el equilibrio metabólico del hombre y la naturaleza, el estado actual de ruptura de ese equilibrio conduce al colapso ambiental y civilizatorio, y no somos pesimistas o apocalípticos, al revés, estamos convencidos de que es posible que triunfen las luchas de los trabajadores y los pueblos en el mundo y logren detener a tiempo el desastre, será necesario un modelo productivo completamente diferente. Hoy en día cualquier programa político que no contemple la transición ambiental, no tiene cabida. Es necesario un modelo socialista de economía planificada en equilibrio con la naturaleza, el derroche, la superproducción de mercancías innecesarias y desechables, el consumo irracional de alimentos cárnicos serán cosa del pasado, la humanidad podrá – si es que triunfamos- vivir en una abundancia que distará del lujo obsceno de los grandes ricos de hoy pero que permitirá un desarrollo libre y natural de sus propias capacidades en armonía con otras especies.

 

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