Editorial ES 739: A derrotar la contraofensiva de Duque

Por Comité Ejecutivo PST

Con el inicio del nuevo periodo legislativo, Duque quiere utilizar el año que le queda en el gobierno para terminar de hacer la tarea interrumpida por el Paro Nacional, terminar de imponer su paquetazo en el Congreso para lograr transferir a los hombros y los bolsillos de los trabajadores los costos de la pandemia y la crisis económica.

 

Arrecia la Represión

 

Además de la nueva reforma tributaria, el Gobierno pretende saldar cuentas con el paro nacional reafirmando el carácter militar de la policía y buscando una nueva ley que criminalice y cercene el derecho a la protesta y la movilización.

 

Las cifras de violaciones a los derechos humanos por parte de la policía y sus aliados paramilitares muestran la verdadera política del régimen comandado por Duque.

Todo este horror de una represión desmedida y sangrienta ha sido documentada y denunciada por varias organizaciones de derechos humanos, incluso la CIDH con su tímido informe. Pero la respuesta del Gobierno y la burguesía ha sido la de ratificar y reforzar el carácter represivo de la policía, especialmente del ESMAD. Frente a las exigencias de una reforma a la Policía, el Gobierno propone una reforma cosmética, ratificando su carácter militar, manteniéndola bajo el mando del Ministerio de Defensa, y ¡cambiando el uniforme!

 

Por otro lado, desde el parlamento se vuelve a poner en discusión nuevamente un proyecto de ley que pretende cercenar aún más el derecho a la protesta, penalizando el uso de capuchas, elementos de protección y el bloqueo en las calles. Leyes similares, como la ley anticapucha en Chile han sido la respuesta autoritaria al descontento y el legítimo derecho a la protesta. Pero el Gobierno no ha esperado a que estos proyectos sean aprobados. La persecución judicial contra manifestantes y activistas de primera línea es el pan de cada día.

 

Reapertura total, presencialidad y vacunación lentas

 

Levantado el Paro, Duque se aceleró a levantar las pocas restricciones que quedaban y decretó la reapertura total de centros educativos, conciertos y espectáculos deportivos con público. En el caso de los colegios esta medida no solo es una medida económica, sino que la forma como se realiza amenazando a los maestros con retener el salario y a las familias de retirar el auxilio de alimentos, actuó también como retaliación contra la participación de la comunidad educativa en el paro.

 

Estas medidas, no pueden ser más irresponsables dado que si bien se logra contener el tercer pico, la vacunación avanza pero a un ritmo mucho menor al deseado, y la amenaza de la variante delta se cierne sobre las cabezas de quienes no pueden elegir entre trabajar y protegerse.

 

Devaluación del peso y de la canasta familiar

 

Como si la pandemia y sus nefastos efectos sobre los trabajadores no fueran suficiente, en los últimos meses hemos visto un aumento desmedido de los precios de la canasta familiar. Según el DANE en julio la inflación llegó al 4%, causada por el alza en los precios de los alimentos y servicios. Durante mayo y junio se acusó al paro nacional y los bloqueos de ser los causantes del alza de precios, pero ya hace más de 3 meses que los bloqueos cesaron, y los precios nada que bajan.

Esto muestra que además de procesos de especulación, el problema de la carestía no fue causada por el paro. Se trata de los efectos de la crisis económica potenciada por la pandemia junto a la fuerte devaluación del Peso frente al Dólar. En el último mes el precio del Dólar se ha ubicado alrededor de los 4.000 pesos, siendo el Peso colombiano una de las monedas más devaluadas del mundo. Esto tiene un efecto directo en el costo de vida de las masas, pues el mayor costo del dólar impacta la canasta familiar, compuesta mayoritariamente por artículos importados, además de los insumos y tecnologías importadas que aumentan los costos de la producción nacional.

 

En contraste, el Gobierno ha salido a celebrar el crecimiento económico del último trimestre (17.6%) que mostraría una recuperación económica exitosa. Pero lo cierto es que las cifras lejos de mostrar una recuperación sólida, son el efecto de la apertura de los pocos sectores que seguían confinados y de la flexibilización de medidas contra la pandemia. Lo que llama la atención es que los éxitos de los empresarios no son de los trabajadores. El desempleo sigue por encima del 14% y la carestía se come el devaluado salario.

 

Gracias a la combinación entre la represión del Gobierno, la política traidora del CNP y las propias debilidades del movimiento, el paro nacional – la mayor acción de masas desde 1977-  ha sido desmontado más no derrotado. Los problemas estructurales del capitalismo decadente que lo provocó, siguen degradándose y ensañándose contra los más pobres. Y la recomposición del frente burgués alrededor de la defensa del régimen y del Gobierno no tienen la fortaleza que logró Uribe años atrás. La burguesía sabe que la estabilidad bajo la cual está cosechando una precaria recuperación económica es muy frágil. El de Duque no es un gobierno fuerte que logre garantizarla, al contrario, ni siquiera en las filas del uribismo confían en su capacidad para conjurar la crisis y aplacar el descontento.

 

Por eso ahora todos los partidos que aceptan las reglas de juego, se concentran en la disputa electoral. Buscan conjurar la explosión social canalizando el descontento hacia salidas electorales que no plantean soluciones de fondo. En este escenario electoral hace falta una salida independiente de la burguesía, la unidad de los explotados y los luchadores que valientemente han logrado hacer retroceder al Gobierno. La campaña electoral en curso no puede posponer las necesidades apremiantes que la pandemia y la devaluación del salario profundizan. Al contrario, lo electoral debe estar al servicio de la lucha.

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