La doble crisis de la Universidad Nacional: Con respirador artificial y en cuidados intensivos

La crisis desatada por la pandemia del Covid 19 ha colocado a la humanidad en su conjunto bajo una tensión sin precedentes en la historia reciente y ha revelado las debilidades y las lacras estructurales del capitalismo. Dentro de los sectores que más han sido golpeados por la crisis pandémica se encuentra el de la Educación Superior. La Universidad Nacional de Colombia en particular se ha visto obligada a enfrentar esta crisis de manera apresurada y sin contar con los medios adecuados para responder a una emergencia de tan grandes proporciones. Y a ella se suma que desde hace años la UN atraviesa una situación de suma precariedad, que afecta de manera estructural su funcionamiento debido al desfinanciamiento estatal de la Educación Superior Pública. Ello significa que la UN está enfrentando una crisis en medio de otra crisis, con muy precarias herramientas para hacerlo y con una administración negacionista de esta realidad.

Autores: Federico Demmer – Vicedecano Académico de la Facultad de Artes (Universidad Nacional de Colombia), y Juan Sánchez Ramírez – Directivo de la Asociación Sindical de Profesores Universitarios
(ASPU-UN)

“Hacer más con lo mismo… con menos”

Desde hace unos 20 años la UN ha venido siendo afectada por la política estatal de “Hacer más con lo mismo o con menos”. Política fielmente acatada por las distintas administraciones universitarias que se han sucedido, incluyendo la actual. Ello se manifiesta claramente en el hecho que, ante el crecimiento de la universidad en programas académicos, calidad y excelencia, cobertura, modernización tecnológica, número de sedes, presencia nacional, necesidades de infraestructura y un largo etc, la financiación estatal ha venido decreciendo sistemáticamente, obligando a la Universidad a entrar en una dinámica de generación de recursos propios a través de matrículas (de pre y posgrado, estas últimas a “precios de mercado”), extensión y venta de servicios académicos. Es decir, en una dinámica de autofinanciación. En un principio estos recursos propios financiaban la inversión de la universidad mientras que los recursos del Presupuesto General de la Nación (PGN) financiaban el funcionamiento. En la actualidad la generación de recursos propios se ha convertido en una necesidad absoluta, simplemente para poder funcionar y el presupuesto de inversión es prácticamente nulo. Ello tiene una explicación sencilla: Si frente a necesidades crecientes, el presupuesto aportado por el estado decrece, tarde o temprano el desbalance termina generando una crisis de financiamiento. Resulta evidente entonces que la política de “Hacer más con lo mismo”, iba a conducir en el mediano plazo a que el modelo hiciera agua, como hacen agua nuestros edificios cada vez que llueve. A que la Universidad no pudiera ni siquiera financiar adecuadamente su funcionamiento, ni hablar de la inversión y el bienestar.

Es así como la crisis de la pandemia encuentra a la UN, como se dice coloquialmente, “con los calzones abajo” o más gráficamente “con el culo al aire”.

Pero la cosa no para ahí. Tiende a empeorar. En el marco del modelo de autofinanciamiento si no se generan recursos no se puede siquiera funcionar mínimamente y durante la actual emergencia es imposible mantener el mismo nivel de generación de recursos propios. Así como un terremoto deja en evidencia los problemas estructurales de una edificación, una crisis como la actual pone al descubierto la inviabilidad estructural de este modelo de funcionamiento que se le ha impuesto a la UN y a las demás instituciones de educación superior públicas.

Una situación particular vive la Facultad de Artes de la sede Bogotá, pues a lo anterior hay que agregar que al no contar con infraestructura física (el edificio de Artes fue demolido y el de Artes Plásticas está cerrado por problemas estructurales), se encuentra arrimada en instalaciones indignas y condiciones precarias.

Matrícula Cero y recursos adicionales

En medio de esta crisis existen entonces varias posibilidades para enfrentarla. Todo depende de sobre quien se descarga el peso de ella. El eslabón más débil de la cadena son los estudiantes. Si se descarga sobre ellos el peso de la crisis ello conduce a una situación de “sálvese quien pueda”, en donde los estudiantes en condición de mayor vulnerabilidad serán los sacrificados: quienes no puedan pagar sus matrículas y tengan que elegir entre “estudiar o comer”, quienes no tengan unas condiciones de vivienda, alimentación y acceso a tecnología mínimas, quienes se vean afectados psicosocialmente por la crisis. Las políticas asistencialistas de bienestar asumidas con los recursos propios de la universidad y las donaciones de docentes y comunidades académicas son encomiables, pero tienen su límite y no ofrecen una solución de fondo a esta problemática, que paradójicamente tiene una solución muy sencilla, que es la que están reclamando estudiantes y profesores por igual: MATRÍCULA CERO Y MÍNIMO VITAL DE SUBSISTENCIA.

La actual administración pretende hacernos creer que ello se puede lograr con los recursos propios de la universidad, lo cual demuestra claramente que los cuerpos directivos del nivel central y una parte de las facultades, siguen empecinados en la implementación a rajatabla de la nefasta política de “Hacer más con lo mismo o con menos”. Esta nefasta política además de haber demostrado su fracaso, ha venido afectando profundamente la calidad académica, las condiciones de infraestructura y de equipamiento, precarizando la situación laboral de profesores y trabajadores (ya llegamos al extremo de pedir a los ocasionales que trabajen gratis) y desfinanciando el bienestar universitario y la inversión. Y, como si fuera poco, afecta directamente la viabilidad misma de la universidad en el futuro cercano. Es decir, si salimos de la crisis del Covid, saldremos con respirador artificial y en cuidados intensivos.

Reconocer el fracaso del modelo de funcionamiento basado en la autofinanciación implica que la Universidad como institución debe exigir recursos adicionales al Gobierno Nacional. Sin una acción decidida, esta crisis profundizará la precariedad en la que funciona y las consecuencias se descargarán sobre las partes más débiles de la estructura académica. Pero la actual administración no actuará en consecuencia. Por ello, como ya sucedió en 2018, es a la comunidad de estudiantes, profesores y trabajadores y a la sociedad en general a quienes corresponde defender la Universidad Nacional y exigir la financiación adecuada de la educación superior pública con la organización y la movilización. Sólo para que se tenga una referencia que nos debe indignar: el presupuesto adicional que requiere la Universidad Nacional para garantizar la matrícula cero a todos los estudiantes durante un año equivale a lo que gasta en un día y medio el Ministerio de Defensa.

Huelga de hambre y campamentos estudiantiles

La situación de la Universidad Nacional se repite con menor o mayor gravedad en todas las instituciones de educación superior del país. En algunos casos, las de carácter departamental o municipal, han podido acudir a los presupuestos locales con el criterio de que sus gobiernos aporten en proporción a los estudiantes matriculados de acuerdo a su procedencia. La UN y otras de carácter nacional sólo cuentan como fuente de recursos con el presupuesto nacional.

Frente a la emergencia, en varios lugares del país sectores estudiantiles decidieron presionar con campamentos en los recintos universitarios y adelantando huelgas de hambre como medida política extrema, poniendo en riesgo su salud y su vida; pero gracias a su lucha se ha obtenido victorias parciales al imponer la matrícula cero en algunas universidades. En la UN, sedes de Bogotá y Medellín, se han realizado movimientos similares, que si bien han contado con la simpatía de la comunidad universitaria han sido reprimidos por la actual administración, que los ha condenado al abandono y condiciones sanitarias deplorables. El segundo semestre del 2020 se ha iniciado de manera remota, pero más de un tercio de los estudiantes sigue excluido de la matrícula cero. Los posgrados, que son un burdo ejemplo del fracaso de la autofinanciación, están al borde del colapso.

Hace pocos días las organizaciones sindicales y gremiales que firmaron el acuerdo con el gobierno a finales de 2018, producto de un masivo movimiento de protesta universitario, denunciaron ante la opinión pública su incumplimiento, en particular la distribución de las regalías que se asignan a los gobiernos locales, un porcentaje de las cuáles debe ir al fortalecimiento de la educación superior. También se suspendió la participación en la mesa técnica de reforma del ICETEX con el que miles de familias se encuentran endeudadas. Se ha puesto en evidencia que el gobierno ha seguido adelante con su política de beneficiar a los empresarios privados de la educación y al sector financiero.

Para que la comunidad de todas las universidades públicas del país pueda enfrentar la política de abandono del gobierno de Iván Duque y su ministra María Victoria Angulo, es urgente la coordinación de todas las formas de organización gremial y política de la comunidad, por la vía de un Encuentro Nacional de Emergencia Universitario, que se tome las plataformas digitales, delibere de manera democrática y defina un plan de lucha bajo la consigna ¡Matrícula cero y mínimo vital para todos y financiación adecuada para las universidades públicas a cargo del Estado!

Las Cifras de la Crisis

Déficit

Según las propias cifras de la Gerencia de la UN presentadas al Consejo Superior, el déficit de funcionamiento de la UN en el año 2019, sin pandemia, fue de $44.000 millones de pesos. Lo cual significa que uniendo los recursos del Presupuesto General de la Nación y los recursos propios generados por la Universidad en la loca carrera de autofinanciación en la que estamos inmersos, aun así, la universidad no logra financiar su funcionamiento adecuadamente. Ni qué hablar de la inversión y el bienestar, totalmente desfinanciados. Los mismos datos prevén que por causa de la pandemia el déficit podría aumentar este año en otros $40.000 millones.

  Déficit: $84.000 millones 2 años

El valor de las matrículas de pregrado y posgrado de la UN suman $72.000 millones por semestre. Luego para garantizar la matricula cero de todo el año se requieren:

               Matrícula Cero: $144.000 millones anuales

El presupuesto del Ministerio de Defensa para este año es de $36.000.000.000.000.oo (36 Billones de pesos) que equivalen a:

  Ministerio de Defensa: $100.000 millones diarios

Con un día y medio de lo que se bota por el caño en defensa se puede financiar la matrícula cero. Con 0.8 días se puede subsanar el déficit de la UN de 2 años.

 

Comentarios cerrados