Crisis de la pandemia en Barranquilla y Cartagena: la otra cara de las ciudades del Caribe

Para la última semana del mes de junio, el país supera los 70 mil infectados y se acerca a los 3 mil fallecidos, el 30% de los infectados y fallecidos se encuentra en dos ciudades: Cartagena y Barranquilla y su Área Metropolitana. Lo que esconden estas cifras es la crisis social de estas ciudades en las que la irresponsabilidad de las élites, la corrupción y el neoliberalismo, han desmantelado el sistema de salud y han dejado en la pobreza y la miseria a la mayoría de sus habitantes.

Autor: Antonio Romero

Cartagena y Barranquilla, las dos ciudades portuarias que han sido pioneras en el país de actividades económicas como la aeronavegación o de manifestaciones culturales modernas, en particular la música y la literatura, también lo fueron en la llegada de la pandemia.

Hoy, Barranquilla y su Área Metropolitana (Galapa, Soledad, Malambo y Puerto Colombia) tienen aproximadamente 11 mil infectados, 20% de los infectados del país, y 500 fallecidos, el 25%. Mientras Cartagena tiene aproximadamente 6000 infectados y 250 fallecidos, el 10% de las cifras del país.

Según un informe del diario El Tiempo, la tasa de fallecimientos y contagios en estas ciudades duplica “el total nacional, que es de 113 casos por cada 100 mil habitantes”. De igual manera, dice el informe “La preocupación se mantiene al analizar las cifras de fallecimientos. Mientras que Bogotá presenta una tasa de 6 decesos por cada 100 mil habitantes, Barranquilla tiene 25; Cartagena, 21 y Soledad, 18. Colombia, en total, presenta una tasa de incidencia de 4”.

El Gobierno de Duque y las alcaldías de Cartagena y Barranquilla – al tiempo que reabren las economías – han cargado toda la responsabilidad en la indisciplina social de la población, pero lo cierto es que esta crítica situación es producto de la irresponsabilidad de las élites locales y de la política de desmonte de las cuarentenas de estos gobiernos.

La llegada del virus: fiestas y cruceros

Debemos recordar que el primer caso de covid-19 positivo en las cifras oficiales fue en Cartagena, un crucero que había sido rechazado en varios puertos fue recibido en esta ciudad, a los pocos días murió un taxista que transportó a la turista contagiada, sin que se reconociera que este era un caso positivo.

Días antes, como los denunció el congresista Armando Benedetti del Partido de la U, prestantes familias de la burguesía barranquillera habían hecho una millonaria fiesta en Cartagena con invitados de España e Italia, varios de ellos contagiados con el coronavirus.

Además, eventos como el Carnaval de Barranquilla tuvieron visitantes de los países que ya estaban en crisis y el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias se realizó en momentos en los que se detectaron los primeros casos en la ciudad y tuvo que ser suspendido. Hace pocos días, se conocieron imágenes de las fiestas de graduación de un colegio de la élite barranquillera, violando todas las normas, mientras se señala a los más pobres de expandir el virus por indisciplina social.

Para los medios de comunicación y para el Gobierno de Duque, ha sido más fácil responsabilizar a los barrios más pobres de la expansión de la pandemia, sin tener en cuenta que la clase trabajadora no ha podido guardar cuarentena porque la industria y el comercio no han parado un solo día y que en estas ciudades la mayoría de la población vive de la informalidad y tiene que salir a ganar el sustento todos los días.

Además, en estas ciudades hay un problema de hacinamiento en las viviendas, pues fueron receptoras de más de medio millón de desplazados tras veinte años de violencia paramilitar en las zonas rurales de la Región Caribe. Esta región, fue también pionera en la aplicación de las llamadas medidas neoliberales a principios de los años 90, cuando se liquidaban y privatizaban empresas estatales y dejaban a miles de trabajadores en el desempleo.

Cartagena: entre la corrupción y el neoliberalismo

Cartagena ha tenido además tres lustros de inestabilidad política que la han llevado a una crisis social que ha tocado fondo, la ciudad está endeudada, sumida en el caos, con niveles de pobreza y miseria por encima del 60% y con una infraestructura de salud desmantelada.

En Cartagena, el gobierno de Dau da palos de ciego, ha denunciado que las administraciones distritrales pasadas, en particular Dionisio Vélez, dejaron arrasadas las arcas del sector salud y montaron carteles de la contratación, pero su administración sigue siendo influida por sectores uribistas, por la Procuraduría y por los gremios que a pesar de la crisis sanitaria presionan desmontar las medidas de cuarentena y aislamiento.

En la gobernación de Bolívar, el heredero de la parapolítica, Vicente Blel, como continuidad de Juan Gossaín y Dumek Turbay, sigue asegurando que las casas políticas tradicionales continúen en su apropiación de los recursos de la salud y ahora los de la pandemia.

La otra cara de Barranquilla

Por el contrario, Barranquilla ha tenido una serie de gobiernos orientados por la poderosa Casa Char que, a través de una política de obras civiles, ha tenido altos niveles de popularidad, al punto que Alex Char está siendo promocionado como el nuevo candidato vicepresidencial del uribismo.

En Barranquilla, Pumarejo y la gobernadora Elsa Noguera militarizan los barrios y acuden a la represión para suplir la falta de garantías de la población más pobre para permanecer en cuarentena.

Las cifras de Barranquilla y el Atlántico hoy alarman a todo el país, deteriorando la imagen de “ciudad del futuro” que había montado la Casa Char, mostrando la otra cara de Barranquilla, la del desempleo y la pobreza.

Dos caminos distintos hacia la misma crisis

En Barranquilla y Cartagena hay dos realidades distintas que conducen al mismo camino, con una política basada en la apropiación del erario a través de la inversión en infraestructura como en Barranquilla o el saqueo directo del erario como en Cartagena, en ambos casos no ha existido una política social y el sector salud ha sido desmantelado y dejado a merced de los mercaderes de la Ley 100, las EPS.

Así, tanto el alcalde Pumarejo como el alcalde Dau, prefieren salir en los medios de comunicación responsabilizando a los más pobres de la crisis, callando sobres los excesos y desmanes de las élites locales y reprimiendo a los barrios marginados, donde se presentan aberrantes casos de brutalidad policial.

Por ello, la clase trabajadora y los pobres de ambas ciudades enfrentan la misma tragedia en la pandemia, quedan a merced de las EPS y de un sistema de salud que ya hoy está colapsado, cuando apenas empieza a ascender la curva de contagio.

Hoy más que nunca, el Caribe Colombiano requiere de una cuarentena real y con garantías, se requiere de la renta básica para que quienes viven de la economía informal – más del 60% de la población – y la clase trabajadora, se puedan quedar en casa.

 

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