¡Abajo Duque! ¡Viva la lucha del pueblo colombiano!

Desde el pasado jueves 21 de noviembre Colombia ya no es la misma. Por todo el territorio las movilizaciones más multitudinarias de las últimas décadas colmaron las calles, desde las grandes ciudades hasta gran parte de los municipios del territorio colombiano. Estas movilizaciones que han tenido continuidad en los cacerolazos y un sinnúmero de movilizaciones que brotan en cada rincón, especialmente en Bogotá y otras grandes ciudades, han notificado a la burguesía el rechazo masivo al gobierno de Duque, su paquetazo contra los trabajadores, su complicidad con los asesinatos selectivos, el genocidio indígena y la violencia en general.

Autor: Comité Ejecutivo PST, diciembre 01 de 2019

Declaración Política del Partido Socialista de los Trabajadores

Con la alegría y la emoción que da sentirse parte de un proceso colectivo de miles, se vive la fraternidad, creatividad y alegría de las movilizaciones contra Duque, que también se expresan en la respuesta valerosa de los manifestantes y la población ante la violenta represión policial. A todas horas del día las consignas que de pronto estallan en cualquier esquina, son respondidas por otros; marchas espontáneas surgen y confluyen en los puntos de cacerolazos que continúan resonando toda la noche; el tema del paro y de los problemas del país se toman cada conversación; ya no en medio de un proceso electoral, sino en medio del verdadero motor de la historia: la lucha de clases.

Colombia: el país de la desigualdad social

Colombia es el tercer país más desigual del mundo, después de Angola y Haití, y el segundo del Continente. En este país el 10% más rico concentra la mitad de la riqueza del país, y dentro de esta minoría privilegiada, el 1% acumula más del 20% de los ingresos. En contraste, el 10% más pobre apenas puede poseer menos del 4% de la riqueza. Esta pobreza se agudiza más cuando vamos al campo, donde la pobreza es mayor y la concentración de tierras, especialmente las más fértiles y productivas están en manos de terratenientes, que se las han apropiado gracias a más de 70 años de violencia sistemática contra el campesinado y los pueblos negros e indígenas. También la desigualdad y las lacras de este sistema se expresan como mayor crudeza en los sectores más explotados y oprimidos de la población, especialmente contra las mujeres, los indígenas, las negritudes, la población LGBTI y la juventud.

La respuesta real a la creciente miseria social es la represión para quienes expresan el descontento con la lucha. En los gobiernos de Uribe, Santos y Duque han crecido los Escuadrones Móviles Anti Disturbios (ESMAD) su tecnificación y su presupuesto. Esto sumado al asesinato de 837 luchadores sociales, entre los cuales hay más de 135 excombatientes de la guerrilla1. Además de negar la sistematicidad de los crímenes, el gobierno intenta enmascararlos con el rótulo de “crímenes pasionales”, “ajustes de cuentas” y demás infamias para esconder la verdad: el exterminio contra quienes luchan.

Colombia despierta del embrujo autoritario

El modo de actuar de la reaccionaria y sangrienta burguesía colombiana no es patrimonio exclusivo. En toda Latinoamérica y el Caribe, las luchas estallan contra los gobiernos que imponen planes de ajuste y sobreexplotación a nombre del FMI, mientras llenan sus bolsillos con las tajadas de la corrupción. Todos aplican lo esencial de los planes imperialistas: austeridad, recorte de derechos, sobreexplotación y represión para los de abajo; subsidios, planes de salvamento y corrupción impune para los de arriba. Por eso han estallado en Ecuador contra el alza de los combustibles, en Haití contra el corrupto gobierno de Moïse, en Honduras contra el fraudulento gobierno de Juan Orlando Hernández, en Bolivia contra el golpe militar de derecha y en Chile contra el gobierno de Piñera y todo el régimen heredado de la Dictadura de Pinochet. Pero también, esta ola de luchas e insurrecciones toca otras partes del mundo. Hong Kong, Cataluña, Líbano son también parte de este proceso de masas contra los gobiernos burgueses.

Hoy en Colombia, como en el resto de países, es la juventud a la que le han arrebatado sus derechos y su futuro la que ha salido a la calle a forjarse en la lucha su propio porvenir. Es la juventud de los barrios populares que sólo reciben del estado represión y estigmatización. Es la juventud de las universidades públicas que estudian en edificios que se derrumban por la falta de presupuesto. Son los jóvenes de las universidades privadas hipotecados a los leoninos créditos del Icetex para obtener un título que ni siquiera garantiza la supervivencia. También es la juventud precarizada, que ya no sabe lo que es la estabilidad y los mínimos derechos laborales; los trabajadores, los indígenas, campesinos y demás sectores víctimas de la voracidad capitalista, han salido a las calles a marchar y a sonar cacerolas, tomar las calles y enfrentar a la represión policial.

El miedo a las masas en las calles: burguesía y burocracia

Las masivas movilizaciones y los cacerolazos ensordecedores resuenan en los aturdidos oídos de quienes mantienen mezquinos privilegios en esta decadente sociedad. A la reaccionaria burguesía, la tiene muy nerviosa. De la soberbia seguridad de hace unas semanas de que el incendio latinoamericano era problema de otros países, pasaron al miedo ante la convocatoria que crecía. Ahora el terror ante las luchas que no paran hace que vean amenazados sus privilegios. Hoy buscan por todos los medios sofocar el incendio que crece a su alrededor.

Incluso la unidad entre las filas del sector burgués que rodeaba al gobierno, con que votaban a sus anchas en el Congreso la Ley de Financiamiento y el Plan de Desarrollo, hoy deja ver las fisuras a su interior. Esto muestra un gobierno que se debilita ante las contradicciones internas y el crecimiento de la movilización.

El desbordamiento sin precedentes de la movilización asusta también a las burocracias sindicales de las centrales obreras y a sus direcciones políticas, partidos burgueses y reformistas en la oposición parlamentaria. El control que han tenido durante años del movimiento de masas les ha permitido acumular privilegios que ponen al servicio de sus estrategias fundamentales: dosificar y supeditar la lucha y la movilización al servicio de la concertación y su estrategia electoral

Hoy esa política traidora de la concertación busca a toda costa negociar lo más rápido posible con el gobierno, privilegia los pactos con todo quien quiere sofocar la movilización, dando la espalda a los que luchan día tras día en las calles, y noche tras noche en los cacerolazos en los barrios y plazas, y quienes enfrentan en primera línea la represión policial.

Muestra de ello es la carta enviada a nombre del Comité Nacional de Paro a Duque exigiendo una mesa de diálogo; esta carta sale no solo sin haberla consultado o discutido en el propio comité y menos con las asambleas populares, sino acomodando las necesidades del paro a los intereses parlamentarios, aceptando de hecho que Duque se queda y despreciando el clamor popular que exige su caída y moderando la exigencia más que urgente de desmonte del ESMAD por una “regulación”.

Pero al igual que en Francia con los Chalecos amarillos, y en Chile, las masas continúan resueltas en las calles, con vaivenes, pero con la conciencia de que este despertar ha desbordado el control de cualquier aparato y que no puede terminar en promesas superficiales acordadas burocráticamente desde arriba.

No hay concertación ni diálogo posible con Duque

“¿De qué me hablas, viejo?” es la respuesta de un gobierno que solo conoce el lenguaje de las ganancias y del capital. Duque ni sabe, ni quiere, ni puede escuchar las exigencias de quienes protestan, por eso mientras abre un “diálogo nacional” para escuchar a los empresarios y sus gremios, desconoce cualquier diálogo y negociación con los sectores en lucha. Por eso mientras resonaban los cacerolazos y las aturdidoras del ESMAD, el gobierno aprobó el Holding Financiero que deja en manos del sector financiero los recursos de miles de trabajadores estatales, impulsa a toda costa su reforma tributaria que refuerza uno de los sistemas tributarios más regresivos del planeta y ratifica toda su política.

Para los que luchan la única respuesta que conoce el gobierno es la represión. Por eso a las manifestaciones, sean pacíficas o no, responde de igual manera con los gases, golpes y disparos del ESMAD; con la militarización de vías y ciudades y con medidas propias de dictaduras como el Toque de Queda, acompañado de la estigmatización de la protesta, del legítimo derecho a responder a las provocaciones y la represión.

Por eso no hay reivindicación ni transformación a la altura de la fuerza del movimiento que sea posible con este gobierno y con este régimen. Sólo será posible arrebatarlas si se mantiene y se profundiza la movilización independiente en las calles. El gobierno de Duque es el gobierno de las élites burguesas, terratenientes y paramilitares que durante décadas han defendido sus intereses a costa de la más despiadada violencia política y económica contra los trabajadores y el pueblo. Duque, Uribe y su pandilla sólo responden a la voz de su amo, el imperialismo y la burguesía. Por eso la movilización tiene que plantearse como objetivo la caída de este gobierno, y todas sus políticas, discutiendo democráticamente entre quienes luchan, cuales son las salidas políticas, económicas y sociales que pueden dar salida a las reivindicaciones más sentidas de la población.

Asambleas que decidan el rumbo de la lucha

Pero la espontaneidad y la radicalidad de las luchas, especialmente de la juventud han mostrado en otros procesos que no es suficiente. El gobierno y todos los que conspiran contra la lucha juegan también la carta del desgaste. Si no logramos organizar la lucha, en cada fábrica, en cada barrio, en cada escuela y universidad, en cada resguardo y cada vereda, el fervor de la lucha se disipará. Es necesario realizar asambleas de base, y exigir que sus delegados sean los que decidan en el Comité Nacional de Paro y la asamblea nacional.

Por eso éste despertar del embrujo autoritario de la conciencia y la confianza en la lucha colectiva, tiene que trascender en la conciencia que acompaña los verdaderos cambios en la historia: la conciencia y la decisión de tomar nuestro destino en nuestras propias manos. Convertir el descontento y el estallido social en una verdadera revolución que haga que los de arriba nunca más puedan gobernar a sus anchas para satisfacer sus ambiciones. Tenemos que ser los de abajo, los trabajadores y el pueblo, los que realmente producimos la riqueza del país y del mundo quienes forjemos nuestro propio destino.

Y para ello es necesario construir un partido revolucionario, no solo en Colombia, sino en el mundo que se proponga conducir este cambio a nivel mundial. Por eso construimos el Partido Socialista de los Trabajadores en Colombia, el Movimiento Internacional de los Trabajadores en Chile y en otros países del mundo construimos la Liga Internacional de los Trabajadores. Esa es nuestra estrategia y a ella los invitamos a unirse y construir activamente.

¡Abajo Duque y su paquetazo económico de sobreexplotación! ¡Salario Mínimo de 1500000 pesos!
¡Contra la represión a la protesta social, exijamos el desmonte del ESMAD y la desmilitarización de la vida civil!
¡No más asesinatos de luchadores sociales! ¡Castigo a los culpables materiales e intelectuales! ¡Ante cada asesinato, paro nacional inmediato!
¡Por la unidad de la lucha internacional y latinoamericana, no pagar la deuda externa!
¡Por la derrota del capitalismo explotador, gobierno obrero y popular!

  1. Cifras de Indepaz a marzo de 2019. En los siguientes 9 meses las cifras han aumentado.

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