El sistema es la fuente de la corrupción

A propósito de la consulta anticorrupción, mientras en otros países caen hasta presidentes en ejercicio por los escándalos de corrupción, en Colombia el hastío y la indignación que en la población causan los ladrones de cuello blanco que cada día nos arrebatan los derechos es canalizada hacia medidas inocuas que hasta los más corruptos están dispuestos a aceptar.

Autor: Luke Skywalker

La dimensión del problema

Según El Tiempo, el país pierde 50 billones de pesos anuales por la corrupción (8 veces lo que recaudaría la reforma tributaria), lo que serviría para construir más de un millón de casas, 44 carreteras, o alimentar al día 20 millones de niños. Según la Fiscalía, están vinculadas penalmente más de mil personas, entre particulares y funcionarios, y las denuncias pasan de 12 mil.

El 80% de los empresarios colombianos admiten que en sus negocios hay corrupción y el 30% que está dispuesto a falsificar estados financieros y pagar sobornos por un contrato1. El mejor ejemplo es la multinacional Odebrecht que repartió en Colombia 11 millones de dólares en sobornos para obtener una ganancia de al menos ¡50 millones de dólares! Otros casos escandalosos son el del Programa de Alimentación Escolar (PAE) –que la Contraloría calcula en más de 60.000 millones–, Reficar, Saludcoop y el de la Corte Suprema. Cada día los noticieros reportan un nuevo “escándalo”, y se promete una nueva investigación con –esta vez sí– drásticas sanciones.

Ni hablar de la financiación de las campañas electorales en las cuales la corrupción es la norma. Odebrecht por ejemplo financió en las elecciones de 2014 a los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta. En las más recientes en 2018 ya tenemos los primeros detenidos por comprar votos.

La Corrupción es inherente al capitalismo

En capitalismo desde sus orígenes ha convivido con el uso ventajoso de cargos de poder en el estado para favorecer interese privados, el soborno y la apropiación ilegal de recursos públicos para quienes la acumulación normal de riquezas mediante la explotación del trabajo no es suficiente para entrar o mantenerse en el juego de la “libre competencia”. El capitalismo en la medida que su fin es la apropiación individual del trabajo social, fomenta los atajos para apropiarse de riquezas, y entre más fomenta el individualismo y el lucro privado –como sucede con el neoliberalismo–, más fomenta la corrupción.

La corrupción es un problema para el conjunto de la burguesía, en la medida que aparece como una apropiación ilegítima de capital que afecta el juego de la libre competencia, tolerable para quienes directa o indirectamente se benefician de ella, pero cuestionable para quienes resultan arruinados por la “competencia desleal”. Por eso la célebre frase de que “toca reducir la corrupción a sus justas proporciones” pronunciada por el expresidente Turbay, muestra la verdadera postura de la burguesía ante la corrupción: legalizarla hasta ciertas proporciones.

Corrupción: derechos robados

Pero para los trabajadores y los pobres, además de ser expropiados del fruto de su trabajo “legalmente” por los capitalistas, tienen que soportar el robo del salario social, pues la corrupción desvía los recursos públicos y afecta a la población directamente. Cada peso que se roban deja de invertirse en las obligaciones del Estado, aumentando el atraso, la pobreza y la violencia. Para los burgueses y los politiqueros la corrupción es una forma de vida y de enriquecimiento de un ala cada vez más grande. Para los trabajadores y los pobres significa un detrimento directo a su nivel de vida y sus necesidades básicas.

Para los niños guajiros la corrupción es un problema de vida o muerte, Oneida Pinto y otros politiqueros de la región son responsables de desviar el dinero destinado a paliar la desnutrición infantil, se quiebran los hospitales y puestos de salud, el presupuesto para investigación es de los más bajos de América Latina, las empresas de servicios públicos se privatizan y prestan un servicio pésimo como el caso de Electricaribe. Otra gran parte del desangre está en la adjudicación de licitaciones para carreteras, puentes y megaobras (caso Odebrecht), que generalmente están al servicio de los negocios de carga y turismo mientras dejan a las poblaciones más apartadas y las poblaciones más pobres sin vías de acceso.

La Consulta Anticorrupción: insuficiente ante el saqueo

Lamentablemente el mecanismo de la consulta es totalmente inocuo para los corruptos. Varios de los puntos que se someten a votación ya existen en la legislación vigente, como por ejemplo las audiencias públicas y las rendiciones de cuentas, las cuales han servido para hacer campaña hacia las siguientes elecciones, pero no son espacios donde la ciudadanía pueda incidir en el manejo del gasto; otros puntos que podrían sonar atractivos son inaceptables como el avalar la reelección por tres periodos (12 años) y los sueldos de 25 salarios mínimos, lo que se convierte en una legitimación popular de la desigualdad: un congresista no debería ganar más que un trabajador promedio. El único punto de ganancia sería que ya no podrían tener la “mansión por cárcel”.

La Consulta Anticorrupción no es el primer intento de evitar la corrupción con endurecimiento de sanciones y castigos, pero mientras las bases sociales y económicas de la corrupción no sean atacadas y mientras estén en el poder quienes se benefician de ellas, no pasarán de normas inaplicables o inocuas frente al problema.

La solución de fondo no está en el terreno moral o de las normas legales, sino en las causas estructurales que la favorecen y estimulan. ¿Es posible lograr un compromiso ético entre quienes ostentan el poder? Es iluso esperar honestidad cuando el sistema promueve es la competencia y la acumulación sin límite de riqueza por parte de unos pocos. La explotación del hombre y la naturaleza, y la perpetuación de la desigualdad, aunque se haga por medios legales no puede considerarse algo ético. Por tanto la solución de fondo es construir una nueva sociedad sobre bases de igualdad social, planificación económica y respeto a la naturaleza.

  1. ‘Encuesta global sobre el fraude 2016’, Ernst & Young

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