¿Quién le teme a la expropiación?

Un fantasma recorre el actual debate electoral, el fantasma de la expropiación. Todos los candidatos, sin excepción –incluyendo a Gustavo Petro–, repiten a cada paso, como una letanía, que el eje de sus programas es la defensa de la propiedad privada y hacen profesión de fe en contra de la expropiación. La pregunta es: ¿Cuál propiedad privada defienden y de qué expropiación la protegen?

Autor: O.A.

Dos formas de propiedad privada

Es evidente que los candidatos no hablan de la propiedad de la tierra de los campesinos pobres y medios, que han sido despojados por la fuerza de alrededor de seis millones de hectáreas solo en las últimas décadas de violencia terrateniente y burguesa. No hablan de la propiedad sobre las humildes viviendas que adquieren con esfuerzo los trabajadores, y que ven desaparecer en las garras de los bancos que los ejecutan sin contemplación cuando se atrasan en las cuotas. Tampoco hablan de la propiedad sobre los pequeños negocios que se inventan a diario los habitantes de los barrios populares para sobrevivir, y que igualmente a diario se quiebran por la competencia desigual de los grandes comerciantes y los grandes fabricantes. Y menos aun se refieren al derecho de propiedad privada que tienen los trabajadores de vender al mejor precio posible su fuerza de trabajo, porque el chantaje del desempleo y la violación sistemática de las convenciones colectivas les dan ventajas a los patronos capitalistas para pagarla a como les da la gana. No, no hablan de esa legítima propiedad privada de disfrute individual a la que deberían tener derecho los trabajadores que, con su esfuerzo físico, producen la riqueza diariamente.

Para los candidatos a la presidencia esa propiedad privada no solo puede ser expropiada, sino que de hecho defienden rabiosamente el derecho de los burgueses a expropiarla todos los días. Se refieren a otra propiedad, a la que consideran “su” sacrosanta propiedad privada sobre los medios de producción: la tierra (la de los terratenientes), las grandes fábricas, los bancos, las empresas privadas de servicios públicos de salud y educación y las cadenas multinacionales de almacenes. Se refieren, claramente, a la propiedad de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros.

Los capitalistas son expropiadores

Ellos, todos los candidatos burgueses y pequeñoburgueses y los propietarios que representan, consideran un derecho inalienable “su” propiedad sobre esos medios de producción. Olvidan y tratan, conscientemente, de hacer que los trabajadores y los pobres olvidemos que la tierra evolucionó sin dueños y que solo un proceso violento de apropiación la colocó en manos individuales. Desconocen que ellos mismos, como burgueses y terratenientes, expropiaron violentamente, mediante una revolución anticolonial, a la nobleza española cuando consideraron que su derecho “divino” a la propiedad había caducado históricamente. Pretenden que olvidemos que fue por medio de esa revolución expropiadora que iniciaron su propio proceso de enriquecimiento. Proceso que además ha sido de la más extrema violencia contra los que deberían ser los legítimos propietarios de la tierra: las tribus originarias, la población negra, que fue arrancada a la fuerza de África y puesta a trabajar el campo y las minas en condición de esclava, y los campesinos pobres que migraron de Europa huyendo de la hambruna y la opresión. Un proceso de violencia física, laboral y política contra los obreros y los trabajadores que han sido los que, con su trabajo, han construido la riqueza social que hoy monopolizan y usufructúan un puñado de multimillonarios, ostentándola desvergonzadamente en frente de millones de pobres que apenas cuentan con lo básico para sobrevivir.

Expropiar a los expropiadores

Es comprensible que los candidatos burgueses defiendan su propiedad privada, el sistema capitalista que representan y los privilegios que de él derivan. Pero lo que definitivamente no pueden hacer es prohibirnos a los trabajadores que luchemos por una sociedad en la que no haya propiedad privada sobre los medios de producción, no solamente porque son un patrimonio del conjunto de la sociedad construido colectivamente sino porque, despojados de la traba de la propiedad y la ganancia individual y puestos en manos de los productores directos, los trabajadores, pueden ser mucho más productivos y sus resultados distribuidos más equitativamente entre todos los miembros de la sociedad.

De la misma manera que los burgueses se consideraron con derecho a expropiar a la nobleza cuando la producción bajo su esquema de propiedad se hizo ineficiente e históricamente caduco, los trabajadores tenemos el derecho a considerar la expropiación de los medios de producción de los burgueses como la única salida realista a la crisis global a la que el capitalismo está llevando a la humanidad. El proceso de destrucción de la naturaleza, y de la especie humana con ella, solo es posible de detener y de revertir si la ganancia individual deja de ser el móvil de la economía y la producción material y social, y si se lo reemplaza por el móvil del bienestar colectivo de toda la sociedad.

Los candidatos burgueses mienten cuando propagan que el socialismo va a despojar a los pobres de la propiedad sobre sus bienes de consumo. El objetivo es evitar que los trabajadores comprendan la necesidad de tomar el control de las fábricas, la tierra, los bancos y los grandes medios de distribución de mercancías y de prestación de servicios públicos para hacer más eficiente la economía y más equitativa la distribución de la riqueza producida colectivamente.

Por eso Petro engaña a los trabajadores cuando promete reformas de fondo al modelo económico capitalista y a renglón seguido trata de tranquilizar a los burgueses afirmando que no va a expropiarlos de sus medios de producción. Alguna de las dos cosas no podrá hacer.

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