Editorial ES 751 Pasadas las elecciones ¿Ahora qué?

El periodo reciente en Colombia estuvo marcado por la coyuntura de las elecciones territoriales, pero también por la situación en Palestina, que no solo cambió la situación de la lucha de clases a nivel mundial, sino que tuvo impacto importante en la política nacional. Petro, desde su postura pacifista y conciliadora se posicionó contra el genocidio en Gaza y se negó a condenar de manera explícita a Hamas; mientras reunía a los dos embajadores. Esto le valió el regaño del imperialismo del norte, y desde luego el reclamo de la burguesía criolla, íntimamente ligada con el lobby sionista, y los pactos militares y comerciales con Israel. Al momento de escribir este editorial, Petro ha llamado a consultas a la embajadora en Israel, sin cumplir todavía su amenaza de romper relaciones diplomáticas, para lo cual varias organizaciones recogimos más de dos centenares de firmas.

Los hechos de Medio Oriente distrajeron la atención durante al menos dos semanas antes de las votaciones; pero luego, como era de esperarse, la atención nacional volvió a concentrarse en las territoriales, que fueron configurándose en un plebiscito de rechazo o respaldo al gobierno Petro. Los resultados adversos al gobierno no son una sorpresa, por dos motivos: primero, es normal de las elecciones burguesas, que las gane la burguesía, porque para eso están hechas; segundo, ya lo habíamos advertido en anteriores ediciones: de seguir con su política de concertación con la burguesía y la oposición de derecha, sin una política democrática para conformar listas y elegir candidatos, la contraofensiva burguesa tomaría la delantera.

Con los resultados electorales el gobierno sufre un golpe relativo, quedando debilitado específicamente en su programa de reformas, con lo cual tendrá un margen aún más estrecho para negociar en el congreso, con lo que la posibilidad de cualquier cambio por esta vía, se aleja cada vez más. Además, la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo tendrá que pactarla con los nuevos alcaldes y gobernadores, en su mayoría enemigos de sus propuestas.

El voto en blanco, significativo en varias regiones, mostró que un sector de la población se niega a entregar su inconformismo a las opciones electorales clientelistas, corruptas y antidemocráticas.

Pero los resultados también le dan un factor de estabilidad al régimen, al dar un aire de tranquilidad a la burguesía.  Puesto que tampoco hay un movimiento de masas que tenga ganas de tumbar al gobierno, ni tampoco al imperialismo le interesa por ahora salir de Petro; lo que veremos posiblemente sea un gobierno que cada vez más se conforme en ser administrador del estado burgués, con la excusa de los malos resultados electorales y las fechorías de los gobernantes del pasado.

Este es el preámbulo de lo que puede ocurrir si la burocracia y las direcciones no cambian su política. El descontento lo puede seguir canalizando la derecha hacia las presidenciales de 2026, dando paso a la alternancia que ya ha sucedido en varios países cuando hay gobiernos “progres” que decepcionan.

Por lo anterior insistimos en recuperar el camino del Paro Nacional, es decir, el camino de la lucha organizada, y con independencia de clase. La política de defensa acrítica del Gobierno, la movilización instrumental y el mantenimiento del mismo régimen político, solo profundizarán la actual situación.

Una oportunidad para demostrar este cambio de política es la discusión del salario mínimo. El gobierno, seguramente fiel a su política de concertación de clases, intentará conciliar una vez más los intereses de los trabajadores con los de los explotadores y llamará a respetar los acuerdos de la nefasta mesa de concertación salarial, donde todos los años los trabajadores salimos perdiendo. Pero en lugar de esperar a que el gobierno y las burocracias de las centrales negocien nuestros derechos, las organizaciones sociales, la Coordinación Nacional Para el Cambio y los dirigentes clasistas pueden proponer una política diferente: exigir un verdadero aumento salarial con la movilización.

Para eso, será necesaria la reorganización de la clase trabajadora, y sectores populares, actualmente cooptadas por el Gobierno. Un primer paso es el proceso de los Comités y Coordinadoras de Solidaridad y lucha, que llamamos a fortalecer e impulsar. Proponemos realizar un encuentro nacional de organizaciones sociales, sindicales y populares para buscar un plan de emergencia que dé salida a la crisis social que actualmente vive el país (desempleo, hambre, carestía, delincuencia, feminicidios, violencia en el campo); en el cual la primera medida sea exigir un salario mínimo igual a la canasta básica.

Comité Ejecutivo

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