Colombia ¿Potencia mundial de la vida?

El inicio del segundo año de mandato de Petro y de la nueva legislatura, viene con la continuidad de un plan estratégico llamado Colombia, potencia mundial de la vida.

Por Ivonne

Petro parte de una realidad, el capitalismo está destruyendo la vida en el planeta. La producción y el consumo no planificados, la dependencia de energías fósiles, el incumplimiento, por parte de las grandes potencias, de todos los acuerdos hechos en materia ambiental, llevan al límite de lo imposible la existencia humana en el planeta. Ante manifestaciones, como  el verano más caluroso de la historia en Europa, con incendios y muertes por el sofocante calor, varias especies se extinguen a una velocidad vertiginosa, los glaciares se derriten, la amenaza de nuevas pandemias se cierne sobre nosotros, varios científicos afirman que estamos cerca del punto de no retorno.

La oposición de derecha es negacionista del cambio climático y del calentamiento global, y sus necesidades de ganancias inmediatas, son opuestas a este plan.

¿Qué significa, en concreto, ser potencia mundial de la vida?

La propuesta es todo menos una novedad: promover el “capitalismo verde”. Es una forma renovada de la vieja y reaccionaria utopía del capitalismo con rostro humano que promociona un “capitalismo sustentable”, bajo la panacea de la transición energética y “energías limpias”; pero sin acabar con el capitalismo se convierten en sloganes vacíos en medio de un capitalismo en decadencia –no por ello debilitado– donde lo que prima es la rapiña por la ganancia y la sobreexplotación del ser humano y la naturaleza.

Petro, reitera que no quiere la socialización de los medios de producción, sino el “capitalismo verde” con justicia ambiental y social, descarbonizar y promover energías “limpias”: sol, viento y agua. También desarrollar la agroindustria, y al servicio de ello está la anhelada paz total.

Un plan acorde con los planes del imperialismo

La dominación económica imperialista de hoy se asienta sobre las bases del pasado colonial, y se mantiene a través de pactos económicos, el servicio de la deuda, y sobre la base de mantener a los países subordinados en “su lugar” en la división mundial del trabajo (DMT).

En medio de la crisis económica mundial, las diferentes potencias se alinean y se reorganizan para centralizar el control de la cadena industrial y tecnológica. Para mantener su tasa de ganancia aumentan la explotación y con ello el hambre, la opresión, y la destrucción de la naturaleza.

En ese marco, Colombia y el resto de América Latina son semicolonias que han tenido históricamente un papel subordinado, expoliadas por sus materias primas, no solo minerales, sino agrarias y forestales. En los nuevos planes imperialistas esto no es diferente, por el contrario, el predominio del extractivismo se mantiene mientras la industria no deja de languidecer. La producción mundial se mantiene concentrada en China y otros pocos países, mientras que al sur del continente le corresponde el agronegocio y le extractivismo. En el mundo actual Colombia no puede llegar a un capitalismo desarrollado, al estilo de Francia o Dinamarca, porque la riqueza de los países ricos proviene de la expoliación de los pobres y sometidos.  Hay países que desarrollan tecnología de avanzada y otros que solo la consumen a altos precios y tardíamente.

El slogan, potencia mundial de la vida no contraría este dictado del imperialismo, por el contrario, le es completamente funcional. Tanto el análisis como la propuesta de Petro es sorprendentemente similar al análisis y política de la CEPAL, en particular en lo referente a los llamados “motores de desarrollo sostenible”.[i]

Este extractivismo y el agro de hoy para ser rentables y competir tienen que “modernizarse” y adaptarse a las necesidades que tiene el desarrollo industrial del mundo. Por eso hoy el litio y el coltán son tan apetecidos.

En Colombia se mantiene otra forma de acumulación capitalista, el narcotráfico, también dependiente del orden imperialista. Esta es una parte tan importante de la economía que se dice que representa el 4,5 % del PIB, y que está asociada a la violencia política y todas las contradicciones interburguesas criollas, mientras que las grandes ganancias de este negocio se quedan en los países imperialistas consumidores.

Los Gobiernos de conciliación de clases.

Los gobiernos llamados progresistas, como el de Petro, basados en pactos o alianzas de clases, intentan contener los ascensos de las masas y estabilizar la sociedad para preservar los negocios, lo que el documento de la CEPAL llama “nueva forma de gobernanza”. Pero en el pasado estos gobiernos pudieron dar concesiones asociadas al alza del precio de las materias primas; hoy en una situación contraria su margen de maniobra se reduce, exacerbando las contradicciones sociales y obligándolos más temprano que tarde a aplicar planes de recorte.

Su política de superar los obstáculos que atrasan el desarrollo capitalista, los lleva a acelerar las prácticas depredadoras del capital en su conjunto. No hay alternativa dentro del capitalismo. Esta forma de desarrollismo, inevitablemente, pasa por fortalecer el agronegocio y el extractivismo, yendo por una senda opuesta a sus promesas de campaña:  Poco a poco lo que se profundiza es la reprimarización de la economía y la dependencia del país de los recursos primarios.

Todo este plan se lleva a cabo con el guiño e impulso del imperialismo que está de acuerdo en reformar y modernizar el país para permitir la inversión extranjera (que según Petro  aumentó en un 70% durante su gobierno). Con ello aumenta la dependencia semicolonial, al desarrollar las ramas de la economía prioritarias de la inversión imperialista en América Latina con mayor estabilidad, gracias a la política de los pactos sociales.

La falacia de las energías verdes

Petro es abanderado de la “transición energética”, política que proviene de dictados imperialistas (OCDE, Banco Mundial, FMI), que consiste en inversiones condicionadas a la aplicación de planes de ajuste neoliberales, manteniendo la regla fiscal, y permitir la entrada de las corporaciones y multinacionales que se encargan de la supuesta transición. A nivel mundial, los recursos que se invierten en esto son recibidos principalmente por las grandes petroleras y casas automotrices, que están siendo subsidiadas con dineros públicos, con la justificación de desarrollar estas nuevas tecnologías, como el auto eléctrico.

El capitalismo es altamente dependiente de la energía fósil y no renunciará a su uso para preservar el medio ambiente. Biden prometió invertir en la transición energética, sin embargo, las inversiones en este campo son mínimas comparadas con las inversiones en nuevas formas de extraer petróleo de su territorio y sus semicolonias como Colombia.  De hecho, con la guerra en Ucrania, todos los países imperialistas han aumentado  el fracking. Cuando los imperialistas, llámense G8, G10 o G20, dicen que están comprometidos con una supuesta transición, sencillamente mienten.

Las energías “verdes” todavía no pueden sustituir los combustibles fósiles porque son irregulares (dependen de que haga viento o sol), difícilmente almacenables y “poco rentables” por lo costoso que es aún obtenerlas. Además, continúan dependiendo de los combustibles fósiles y electricidad, para fabricar, transportar y mantener los equipos, como de la extracción de minerales como el litio y el coltán. El modelo de Petro es preocupantemente similar a los modelos desarrollistas que han instaurado otros gobiernos “progres”, altamente dependientes de la economía extractiva.

La renta de la tierra y el agronegocio

El lugar de Colombia, en la DMT, ubica la renta de la tierra (sectores minero, petrolero y agrícola) en el centro de los planes de desarrollo. Por eso es “necesario” modernizar el campo y adecuar las condiciones para el desarrollo de estos tres sectores. Petro es categórico: industrialización sí, pero en el campo.

Si antes la producción agrícola representaba los sectores económicos más atrasados, hoy en día, con la vinculación a la cadena productiva del agro, los monopolios internacionales exigen una mayor tecnificación y apertura comercial. Para ello, la limitada reforma agraria pretende ayudar a disminuir la conflictividad y organizar la producción a gran escala.

Pero esta otra forma de explotación de la vida también trae costos medio ambientales. El 70% del agua se usa para producir alimentos, por lo que, con una agricultura fuertemente dependiente de los combustibles fósiles, se verá doblemente comprometida, sumado a que los agrotóxicos contaminan el aire, suelo y los mismos alimentos.

Pacificar el campo para repartirse la renta de la tierra

La Paz Total se basa en un “pacto social” con la promesa de la devolución de las tierras expropiadas a los campesinos durante años de conflicto armado. Las tierras devueltas son pagadas con dineros públicos a los expropiadores, siendo aún un mínimo porcentaje y sin que haya garantía de que los campesinos puedan regresar sin ser asesinados.

Pero a medida que se valoriza el agronegocio, la gran minería y los grandes proyectos turísticos se expanden; los conflictos por la tenencia de la tierra se exacerban y las contradicciones en el campo empeoran en lugar de resolverse. Las contradicciones más agudas se mantienen en territorios de gran biodiversidad y riqueza mineral, llegando a confrontaciones violentas entre indígenas y campesinos, con ejército, policía y grupos paramilitares.  Colombia es el país donde se asesinan más activistas ambientalistas, el desplazamiento de indígenas, afros y campesinos de sus territorios no cesa, así como tampoco cesa la resistencia.

La política de paz favorece las condiciones para la inversión extranjera y el desarrollo de los planes económicos. Con la política de concertación de clases y la cooptación e institucionalización de las direcciones del movimiento campesino, indígena y afro, por parte del gobierno, el campesinado se involucra en el agronegocio, a través de cooperativas, asociaciones y otras formas de sujeción, mediante las que pasan de opositores a colaboradores del saqueo.

Ahora, con la excusa de la protección de la selva amazónica y el pacífico, se anuncia la llegada de tropas extranjeras imperialistas al Amazonas y la Gorgona, que comprometen abiertamente la soberanía nacional.

Socialismo o extinción

Cada vez la vieja premisa de socialismo o barbarie se hace más cierta; socialismo o colapso, socialismo o extinción. El capitalismo es un sistema insostenible desde el punto de vista social, económico y ambiental. Será necesario un cambio radical en el modo de vida de la humanidad, un nuevo modelo de sociedad que pueda restablecer el equilibrio metabólico entre el ser humano y la naturaleza del que hablaba Marx. Solo una sociedad socialista podría organizar y planificar la economía de una manera que nos permita detener y revertir el actual ciclo destructivo.

Enlo inmediato, debemos exigir la nacionalización del suelo y el subsuelo, con todos sus recursos minerales y vegetales, y la expropiación de las empresas mineras y agrícolas con control obrero y de las comunidades indígenas, afros y campesinas.

Para lograrlo, será necesaria la unidad de la clase trabajadora con los pueblos indígenas, afros y el campesinado pobre, no solo a nivel nacional sino latinoamericano, para resistir de manera independiente a los nuevos planes de expoliación que vienen disfrazados de verde.

[i] Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Hacia la transformación del modelo de desarrollo en América Latina y el Caribe: producción, inclusión y sostenibilidad. Síntesis (LC/SES.39/4), Santiago, 2022.

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