#PST45Años/ La vigencia del proyecto de la revolución obrera y socialista mundial

Discurso central pronunciado en el acto de 45 años del PST, realizado en Bogotá el 8 de Octubre de 2022

Hace más de un año, en Colombia vivimos varias semanas de un estallido social. Movilizaciones colmaban diariamente las calles y carreteras en varias ciudades y municipios del país. Pese a la brutal represión las masas, especialmente la juventud precarizada, se mantuvo firme. Barricadas fueron levantadas, rebautizando con nombres de lucha los sitios donde eran construidas. Los trancones de vehículos fueron reemplazados por movilizaciones espontáneas que surgían en cualquier parte. Unas marchas iban, otras venían y la una gritaba “a parar para avanzar…” y la otra, al otro lado de la calle respondía “Viva el Paro Nacional”. Ese movimiento de masas, aunque no llegó a ser una Huelga General, o un paro organizado y consciente de la producción, pasó a la historia como el Paro Nacional del 2021. El hecho de que hoy en Colombia, haya llegado Petro al gobierno con un proyecto de Frente Popular es producto de ese ascenso en las luchas, que nosotros consideramos la antesala de una verdadera situación revolucionaria.

Pero, además, visto de conjunto con su predecesor, el Paro Nacional de noviembre de 2019, es el mayor proceso de lucha de masas desde el paro cívico de 1977. Y para nosotros eso tiene un profundo significado. Es lo que nos tiene hoy aquí, en un doble sentido: celebrando la lucha y conmemorando nuestros 45 años de existencia.

Hace 45 años, tras las jornadas de ese “ensayo de huelga general”, el Paro Cívico Nacional de 1977, el 23 de septiembre fue fundado en el Teatro Lux de Bogotá el Partido Socialista de los Trabajadores.

El PST surgía como la transformación necesaria del Bloque Socialista. Esta organización abrazó el proyecto socialista y obrero diferenciándose del estalinismo del Partido Comunista y el MOIR, así como de otras agrupaciones revisionistas. Pero también se forjó en los debates acerca de la estrategia guerrillera en auge en América Latina y especialmente en Colombia. Estas características sumamente progresivas hicieron que empalmara con la corriente de la Tendencia Leninista Trotskista de la IV Internacional, a través de dirigentes del PST argentino en el exilio, especialmente Nahuel Moreno.

El sello del PST desde su fundación hasta el día de hoy es plantearse el objetivo estratégico de la revolución socialista y la dictadura revolucionaria del proletariado aferrándose a la clase obrera, al programa revolucionario, a la Internacional y al método leninista de organización y funcionamiento: el centralismo democrático. Este sello es el que nos ha permitido sobrevivir fieles a nuestros principios, a pesar de los grandes vendavales y avatares de la lucha de clases durante estos 45 años, incluidas las crisis y rupturas; y a diferencia de la gran mayoría de la llamada izquierda, y de antiguos revolucionarios que sucumbieron a los cantos de sirena de la ideología dominante del capitalismo, abandonando el marxismo y adaptándose a los restos de democracia burguesa que el capitalismo en decadencia mantiene.

Mientras interveníamos intensamente en las luchas cotidianas, dedicábamos grandes esfuerzos a nuestro proyecto internacional. Desde la conformación de la Brigada Simón Bolívar en Nicaragua, batallamos varios intentos de reagrupamiento de los revolucionarios a nivel internacional, contribuyendo estrechamente con Moreno en la fundación y construcción desde 1982 de la Liga Internacional de los Trabajadores, sintetizando en ella la experiencia de nuestra corriente trotskista, buscando convertirnos en un polo revolucionario ante una proceso de ascenso mundial que ponían al orden del día, una vez más la necesidad de resolver la crisis de dirección revolucionaria mundial para que las luchas y revoluciones pudieran derrotar al capital. Así, con Moreno, buscamos constantemente el camino hacia las masas de la mano de la clase obrera mundial, de la mano del programa revolucionario y sin atajos.

Los procesos de revolución política en los estados obreros que estallaron en el Este europeo, y en China, ante las burocracias estalinistas, planteaban la posibilidad, de lograr triunfar de retomar el camino de los soviets revolucionarios de los primeros años de la revolución rusa y la senda de la revolución mundial. Pero, a pesar de que el aparato estalinista mundial se desmoronó, la burocracia restauracionista junto con el imperialismo logró restaurar el capitalismo en esos estados, quitándole a la clase obrera mundial su mayor conquista.

Esto repercutió más allá de la llamada cortina de hierro. Este orden mundial imperialista significó una ofensiva capitalista contra todos los trabajadores del mundo, privatizando, eliminando derechos, derrotando luchas, y profundizando su dominio, bajo la hegemonía del imperialismo norteamericano. Fue el auge del neoliberalismo, y de las ideologías postmodernas que profetizaron el triunfo del capitalismo, el fin de la historia y, una vez más, la muerte del marxismo, el socialismo y la revolución. Esta ofensiva imperialista, y la caída de la URSS y del mal llamado “socialismo real” causaron gran confusión, desmoralización y crisis entre la izquierda y los revolucionarios. Muchos concluyeron que derrotar al capitalismo se tornaba imposible y que la estrategia era transformar “lo posible”, mejorar al capitalismo en sus expresiones más bárbaras. Así se produjo lo que en la LIT hemos llamado el aluvión oportunista, en que la gran mayoría que reivindicaban el socialismo, el marxismo y la revolución dieron un paso a la derecha, cuando no se fueron para la casa desmoralizados.

El capital, con aire triunfal pronosticó toda una era de prosperidad, pero ¿qué fue lo que nos trajo?

En los últimos 30 años hemos visto un crecimiento sin precedentes de las contradicciones del capitalismo.  Pese a existir grandes avances científicos y tecnológicos para solucionar y prevenir grandes problemas de la humanidad, vivimos un momento de crisis en varios frentes que demuestran nuevamente la incapacidad del capitalismo de sostener a la humanidad. A las crisis recurrentes de la economía, el aumento de la pobreza y la desigualdad, se sumó la irrupción de la Pandemia por el COVID 19, que no sólo mostró que el capital se pone por encima de las vidas humanas, sino que es uno de los efectos del colapso ambiental que esta sociedad depredadora causa sobre el planeta. Esta pandemia ha profundizado la barbarie capitalista.

En el mundo, al menos 1.400 millones de personas sufren pobreza extrema, mientras que los más ricos amasan el 76% de la riqueza mundial. La Pandemia, ha significado una mayor concentración de capital, resultando beneficiados los grandes monopolios tecnológicos y especulativos. Gran parte de las ayudas económicas durante a pandemia han terminado subsidiando la recuperación de estos monopolios.

La crisis actual del capitalismo ha traído con sigo un aumento y degradación de la opresión. Inmigrantes mueren en las fronteras o en el mar, tratando de llegar a los países imperialistas, huyendo de la pobreza y las guerras que el propio imperialismo ha causado.

La crisis actual se ensaña especialmente contra los más oprimidos, especialmente las mujeres. La violencia machista aumenta en varios países, mientras que la pobreza y el hambre golpean a las mujeres con mayor fuerza.

Actualmente se configura una verdadera hambruna mundial. La propia ONU reconoce que:

Pese a que hoy en día las cadenas de producción alimentaria elaboran suficiente comida para nutrir a todos los habitantes del planeta, el hambre continúa aumentando en algunas partes del mundo y más de 820 millones de personas sufren desnutrición crónica.”

Esto se agrava por la guerra de invasión a Ucrania que ha afectado cosechas de cereales en Ucrania y el mundo.

Y efectivamente, bajo la hegemonía imperialista, las guerras, lejos de disminuir, aumentan. La actual invasión de Putin a Ucrania es expresión de la rapiña por territorios y mercados. Putin utiliza la criminal invasión con pretensiones colonizadoras como en la época del imperio zarista. Mientras tanto, la Unión Europea y la OTAN aprovechan para avanzar en su colonización de Europa del este. Mientras Putin destroza Ucrania, el imperialismo aprovecha para su propio rearme mientras niega las armas que necesita el pueblo ucraniano, para enfrentar al ejército ruso. En la resistencia se destaca especialmente la clase obrera, que resiste valientemente la invasión, no solo retrasando los objetivos colonizadores de Putin, sino que han propiciado importantes derrotas al invasor, mientras enfrentan ataques de su propia patronal, la burguesía ucraniana y el gobierno Zelensky que aprovechan para imponer medidas anti-obreras. Gracias a la valerosa clase obrera ucraniana, la resistencia se ha convertido en una verdadera guerra de liberación nacional, y esto preocupa no solo a Putin, sino también a Zelensky y al imperialismo.

Con orgullo, impulsamos y mantenemos la solidaridad con la resistencia obrera en Ucrania. Hemos realizado dos caravanas -convoyes- de solidaridad, que han llegado a Ucrania a llevar la solidaridad obrera que hemos recogido con ustedes acá en Colombia, como en otros países. Esa ayuda ha llegado directamente a los obreros ferroviarios de Kryvyl Rih para la resistencia militar a la invasión.

Mientras el imperialismo se prepara para nuevas guerras, y ataca con sus planes las condiciones de vida de las masas, en distintas partes del mundo las masas irrumpen en movilizaciones, huelgas y alzamientos contra los gobiernos, sus regímenes y sus planes de hambre y miseria.

Myanmar, Sudan, Hong Kong, Cataluña, Haití, Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia, Estados Unidos, Sri Lanka, Panamá, Gran Bretaña, son solo unos de los países donde se han desarrollado luchas y movilizaciones importantes contra los gobiernos y sus planes. Actualmente en Irán, el repudio por el asesinato de la joven Mahsa Amini por parte de la policía del régimen islámico ha provocado masivas protestas y un reavivamiento de la lucha por la liberación de la mujer.

Hoy, estamos asistiendo a la crisis de ese orden imperialista. Luego de varias décadas de retrocesos y luchas defensivas, vemos como la tortilla empieza a volverse. En noviembre de 2019 y sobre todo desde el 28 de abril de 2021, se dieron dos estallidos sociales, que conocemos como Paro Nacional, que han sido los fenómenos de lucha de masas contra el gobierno más importantes desde ese Paro Cívico del 77. Estos Paros Nacionales son la expresión de un cambio en la correlación de fuerzas entre las clases en Colombia.

Producto de las luchas del Paro Nacional, llega a la Casa de Nariño el gobierno de Petro y el Pacto Histórico. Este cambio, luego de gobiernos liberales conservadores y de 20 años de uribismo, es trascendental. Significa la primera experiencia de un gobierno de Frente Popular en Colombia.

Esto significa que, manteniendo el carácter burgués de su gobierno -no olvidemos que Petro ha insistido en pretender desarrollar el capitalismo y defender la propiedad privada-, no es lo mismo que Duque, Santos o Uribe.

Por un lado, es un gobierno producto de las luchas, y por lo tanto, mantiene grandes ilusiones en que su gobierno va a responder a las reivindicaciones más sentidas de las masas planteadas en el Paro Nacional. Pero, por otro lado, la crisis de los partidos burgueses tradicionales, especialmente del uribismo, hacen que un sector importante de la burguesía vea en Petro la posibilidad de estabilizar el país, aunque Petro no sea de sus entrañas ni confíen en él.

Petro promete reformas con el objetivo de paliar los grandes conflictos, armonizando los intereses de los explotados con los de los explotadores.  Su objetivo, como lo ha dicho, es evitar que vuelva a estallar una lucha como el Paro Nacional. Sus reformas tienen ese objetivo.

Para ello pide calma a quienes no tienen tierra, ni casa, ni trabajo, ni comida.

Pero los trabajadores no podemos esperar. No podemos confiar en que un gobierno comprometido con la vieja politiquería capitalista vaya a resolver problemas de fondo. Tampoco el congreso, aunque ahora tengan mayoría, lo va a hacer. Esa gobernabilidad está hipotecada al chantaje de la burguesía que hace parte del gobierno. Son ellos quienes limarán cualquier propuesta que cuestione los intereses de la clase poseedora. Por eso Petro tiene poco margen de maniobra.

Y por eso nos corresponde a los trabajadores exigir por nuestros propios medios, la lucha y la movilización independiente, reivindicaciones y exigencias del gobierno.

Al programa de gobierno de Petro, comprometido con reformas para garantizar que el capitalismo prospere, tenemos que oponer un programa verdaderamente revolucionario, que plantee soluciones y cambios de fondo a la actual crisis social en el país.

Petro propone una reforma tributaria para recaudar recursos para las demás reformas, pero la reforma propuesta, bajo el visto bueno de la OCDE y el FMI, mantiene los impuestos regresivos a los trabajadores, mientras avanza tímidamente en cobrar los impuestos que las fortunas de los capitalistas dejan de pagar.

Pero la plata si está. Está en la onerosa deuda externa que se sigue pagando sagradamente y que sigue aumentando gracias a la subida del dólar. No seguir pagando la deuda externa es una necesidad. Para preservar la Amazonía y destinar recursos a las apremiantes necesidades de las masas, no podemos esperar a que el imperialismo se ponga la mano en el corazón. Debemos dejar de pagar la deuda y llamar a toda Latinoamérica, Asia y África a que hagamos lo mismo.

Petro propone modificar el sistema de salud, pero la propuesta de acabar con las EPS, ya se viene matizando. Llegaremos al punto en que la salud privatizada se mantenga bajo otras figuras.

Lo que necesitamos realmente es acabar con la Ley 100, e ir a un sistema público de salud prestada por el estado, con recursos suficientes para brindar los servicios con calidad y con estabilidad laboral para los trabajadores de la salud.

Los trabajadores necesitamos recuperar la estabilidad, contratación directa y salarios acordes a la canasta familiar. En eso la propuesta de la ministra se queda corta. Recuperar las horas extra que nos arrebató Uribe es una necesidad y una reivindicación histórica. Pero también necesitamos acabar con la tercerización y la inestabilidad. Recuperemos los contratos directos y a término indefinido. Exijamos alza de salarios que respondan a la carestía y la inflación, salario mínimo de dos millones de pesos – equivalente al costo actual de la canasta familiar básica-.

En el campo y las ciudades la violencia sigue cobrando víctimas. Y esto es así porque el paramilitarismo y el narcotráfico siguen imponiendo su ley. Los paramilitares y sus jefes terratenientes y empresarios deben pagar por sus crímenes. Ni perdón ni olvido. Tribunales de víctimas que juzguen y castiguen la guerra sucia y la violencia paramilitar.

Es cierto que la guerra contra el narcotráfico fracasó. Lo dicen muchos, pero nadie toma la iniciativa de lo que hay que hacer. La legalización de las drogas ilícitas y su regulación y tratamiento como un problema de salud pública es la salida de fondo para acabar con el lucrativo negocio del narcotráfico,  y con la burguesía que se lucra de este negocio por ser ilegal. Tenemos la soberanía para hacerlo, hay que exigirlo.

Ahora el gobierno se ha comprometido con los ganaderos a comprarles tierras para repartirlas entre los campesinos. Pero quienes históricamente han usurpado miles de hectáreas, mediante el pillaje, la violencia y la especulación, sólo merecen la expropiación no un pago. Los campesinos, indígenas, pueblos negros tienen derecho a sus tierras. Los sin tierra y sin techo tienen derecho a ocupar los terrenos destinados a la especulación. La tierra debe ser para quien la trabaja.

Estas son medidas urgentes, entre otras necesarias para resolver los problemas más apremiantes de la población. Son las que quedaron planteadas en el Paro Nacional y fueron pospuestas bajo la promesa de que un gobierno alternativo las resolvería.

El gobierno y quienes lo defienden nos piden paciencia, pero las necesidades básicas insatisfechas no dan espera.  Necesitamos avanzar en organizarnos de manera independiente, desde las asambleas populares, desde los sindicatos, escuelas, universidades, resguardos y veredas. Organizar un plan de lucha, mecanismos de defensa contra la violencia y la represión y las reivindicaciones más urgentes es la tarea central, y a eso llamamos a los trabajadores.

Esta nueva situación con el nuevo gobierno, es una oportunidad para que la vanguardia más consciente de la clase obrera, de los jóvenes, mujeres, negros, indígenas, superen la conciencia reformista y avancen a una conciencia revolucionaria. De esta comprensión depende gran parte del futuro de las luchas presentes y por venir.

Nuestro camarada Óscar insistió hace unos años en que no es suficiente con tener la razón, si no tenemos la fuerza para imponerla. Nosotros, el trotskismo hemos tenido la razón durante años, pero necesitamos que la clase obrera llegue a esas conclusiones, y sobre todo que adquiera la conciencia de su rol histórico: conducir como clase la revolución socialista mundial.

Pero a esa conciencia no llegará solamente de sus luchas cotidianas. Necesita una dirección política que le ayude a elevar su conciencia a una conciencia revolucionaria. Esa es la labor del partido. Pero no podemos seguir haciéndolo solos. Muchos de ustedes nos han conocido acompañando sus luchas, proponiendo política para que los conflictos triunfen, alertando de la política conciliadora de la burocracia. Pero también nos conocen porque reivindicamos con orgullo el programa socialista, y queremos que sea también vuestro programa. Por eso necesitamos que nos ayuden a construir este partido. Necesitamos nuevos militantes, que con disciplina, convicción y abnegación demos lo mejor de nosotros para la causa del proletariado.

Necesitamos crecer al lado de la clase obrera y sus luchas acompañando su experiencia política. La tarea histórica que motivó la fundación del PST hace 45 años fue la que planteó Trotsky en el Programa de Transición, resolver el principal obstáculo para el triunfo del socialismo: la crisis de dirección revolucionaria. Para eso se fundó la IV internacional, y para ello hoy hay que fortalecer la LIT en la perspectiva de la reconstrucción de la IV internacional y la estrategia del trotskismo: movilización permanente de las masas hacia la toma del poder y para ello la construcción del partido revolucionario.

Necesitamos que nos ayuden a construir esta herramienta de lucha, la lucha de ustedes. Venga al PST, afíliese al PST, necesitamos ser más.

Para finalizar, quiero compartir con ustedes la forma en que Laura Restrepo, escribiendo para la Revista de América iniciaba y concluía la reseña del congreso de fundación del PST, el 23 de septiembre de 1977:

(…)Coreada con entusiasmo y convicción por las 3.000 personas que el 23 de septiembre colmaban uno de los teatros más grandes de la capital, esta consigna resumía el contenido de un hecho histórico en la vida política de Colombia: la fundación del Partido Socialista de los Trabajadores.

Y al final concluyó:

(..)El PST recogerá la consigna de su primer congreso, y participará en los eventos de la lucha de clases llamando a todos los trabajadores: “Vengan, compañeros, a formar con nosotros el gran partido obrero!”.

¿Qué consigna era? Seguramente es familiar para todos. Por eso los invito a que como hace 45 años, coreemos juntos:

“Y venga y venga,

y venga compañero,

que aquí se está formando

el gran partido obrero!”

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