Ni una guerrilla, ni un partido de rodillas

El anuncio de rearme de un grupo de comandantes de las FARC, encabezados por Iván Márquez y Jesús Santrich, ha generado diversas opiniones frente al futuro del acuerdo de paz. Mientras la izquierda y los sectores alternativos plantean una crisis del proceso de paz y el regreso a los tiempos de la guerra, el uribismo aprovecha para anunciar su reforma a los acuerdos. Pero ni lo uno ni lo otro, lo cierto es que – con acuerdo o sin acuerdo – el Estado no ha cesado su guerra contra los luchadores sociales y que por ahora habrá que esperar qué pasa con las Nuevas FARC, pues el anuncio de una guerra con una posible alianza con las disidencias de Gentil Duarte y el ELN, parecen hasta ahora más una propuesta que una realidad.

Autor: Comité ejecutivo PST, septiembre 4 de 2019

Iván Márquez, Jesús Santrich, El Paisa, Romaña y una veintena de guerrilleros anunciaron el pasado 29 de agosto su regreso a las armas como resultado de la traición de los acuerdos por parte del Estado, posteriormente aparece un segundo video en el que Santrich pide una asamblea nacional constituyente como requisito de una nueva negociación.

En ambas declaraciones anuncian el mismo programa de conciliación de clases que ha defendido las FARC desde su fundación y plantean una nueva forma de hacer la guerra sin confrontación ofensiva contra policías y militares, sin secuestros, sin extorsiones, con contribuciones de terratenientes e industriales mediante el diálogo y con cobros extorsivos solo para la ‘economía ilegal’. Por su parte, Timochenko responde que este es un anuncio delirante y que, si bien el Estado ha incumplido los acuerdos, deben persistir en la implementación, a pesar de los ya casi 200 ex combatientes asesinados, además de pedir que los disidentes sean reprimidos. Timochenko sostiene que “estos señores han escogido su camino, que los saca de los beneficios que nosotros tenemos”.

Desde el Partido Socialista de los Trabajadores, hemos manifestado que el problema de las FARC no radica en la tenencia o no de armas sino en su programa político de conciliación de clases, de alianzas con sectores burgueses democráticos para lograr reformas en el régimen. Con este programa se levantaron en armas hace medio siglo y con este programa anuncia Iván Márquez su regreso a las armas, persistiendo en el error. También hemos manifestado que los acuerdos de La Habana no significan un avance en los derechos políticos, económicos y sociales de la población, por tanto, el programa de lucha no debería ser la defensa de los acuerdos sino un programa de lucha, en particular la reforma agraria y la exigencia de mayores libertades democráticas para los trabajadores y los pobres del campo y la ciudad.

Al contrario, Para las bases guerrilleras, los simpatizantes y militantes de las FARC no hay salida en ninguno de los sectores: ni en el rearme de Iván Márquez ni en la entrega de Timochenko. Su definición no puede ser entre un partido que se incorpora al régimen entregando cualquier aspiración de lucha más allá de la implementación de los acuerdos o de una guerrilla que aspira a reunir en un mando unificado a disidencias y ELN con el fin de luchar por el mismo programa, esta vez con una improbable financiación de sectores burgueses mediante diálogo.

El Gobierno de Duque ha acorralado a la militancia de las FARC, ha seguido el incumplimiento y amenaza con hacer reformas que restrinjan aún más los derechos de los ex combatientes. Nosotros hemos manifestado que, a pesar de no estar de acuerdo con lo pactado en La Habana, estamos en contra de que se intente recortar el poco espacio político y jurídico que obtuvieron, pero la izquierda y los movimientos sociales en favor de la paz han equivocado el camino para enfrentar las iniciativas del uribismo, llamando a rodear las instituciones, a respaldar a la JEP y a sostener que vuelve la guerra cuando la guerra contra la clase trabajadora y los pobres nunca ha cesado.

Un programa de lucha contra los planes del gobierno de Duque, contra las anunciadas reformas pensional y laboral, contra las medidas que pretenden que sea la clase trabajadora la que pague la crisis económica que se avecina, contra el desempleo, es la mejor forma de enfrentar este gobierno para que detenga la masacre a luchadores sociales y ex combatientes de las FARC. Es allí donde debería estar la militancia y los simpatizantes de esta guerrilla y no sumarse ni a los tambores de guerra que anuncia Márquez ni ponerse de rodillas ante el régimen, como Timochenko.

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