Los discursos de Francia y Petro: Entre las promesas reformistas y las ilusiones de la gente

El pasado domingo 22 de mayo fue el cierre de actividades públicas de la campaña para las elecciones presidenciales. Tras varios días de actos en plazas públicas, con lleno total, la campaña de Gustavo Petro y Francia Márquez cerró en la Plaza de Bolívar de Bogotá. En el acto de cierre los dos pronunciaron sus discursos, tras escudos blindados y chalecos antibalas, medidas tomadas ante las reiteradas amenazas de muerte.

Por: Comité Ejecutivo PST

En sus discursos, en medio de emotivos testimonios y frases, las propuestas y énfasis mostraron con claridad el carácter de su programa y de su campaña: un programa reformista que pretende conciliar los intereses de clase en una sociedad fracturada y polarizada. Por su parte los miles agolpados en la plaza desde temprano, con su entusiasmo y paciencia pues el discurso llegó luego de varias horas de espera, fueron el rostro de esa necesidad de cambios profundos en la sociedad, y de la ilusión de que un nuevo gobierno pueda hacerlos realidad. El rostro de la ilusión de un cambio profundo en medio del avance de la conciencia de clase gestada durante los tres últimos años al calor de las luchas del 21N de 2019 y el 28A de 2021 como símbolo.

Francia Márquez: expresión de los oprimidos

El discurso de Francia merece una mención especial, por su tono cálido, conmovedor y muy cercano a la gente. Francia Márquez, quien viene de las luchas de las comunidades negras del Cauca, de la lucha ambiental y contra la gran minería, ha sido duramente atacada por la burguesía y sectores retardatarios, por su condición de mujer, afrodescendiente y su origen pobre. Los ataques racistas, machistas y clasistas muestran que el ejercicio de la dominación capitalista se vale de las opresiones para mantener sus privilegios. Igualmente, a causa de la persecución sufrida se convierte en expresión natural de las víctimas de la violencia política en Colombia.

Por eso el discurso de Francia Márquez, en medio de sus limitaciones reformistas, tiene un aspecto muy progresivo y legítimo de lucha contra estas opresiones, reivindicando su condición, reivindicando su historia de vida, que es la de millones de mujeres, que luchan a diario por sobrevivir.  Es incómodo para la burguesía porque pone en discusión la posibilidad de que “una muchacha del servicio” sea vicepresidenta o presidenta como ella misma lo ha dicho; es decir, cuestiona al mismo tiempo el lugar subordinado de las mujeres, los negros y los pobres; por eso es fácil identificarse con sus palabras e incluso conmoverse con su historia. Lamentablemente en su discurso las contradicciones de clase, y los derechos de la clase trabajadora como clase, no son protagonistas y brillan por su ausencia. Nos referimos a la clase trabajadora que suma 25 millones, que corresponde a la población económicamente activa. Unos nueve millones con algún tipo de contrato laboral, unos nueve millones viviendo con lo que consiguen del rebusque, y unos siete millones de desempleados, Esto muestra las limitaciones de su programa circunscrito a cuestiones democráticas, ambientales, pero alejada de la realidad de la explotación capitalista.

Por supuesto que queremos y merecemos vivir sabroso. Hoy viven sabroso quienes viven del trabajo ajeno, una pequeña minoría que acumula la gran parte de la riqueza producida por los trabajadores del campo y la ciudad. Para que todos podamos vivir sabroso, necesitamos disfrutar en paz lo que producimos socialmente, y para que la dignidad se haga costumbre es necesario derrotar el sistema capitalista que se basa en negar la dignidad humana a quienes somos expropiados de la riqueza que producimos, a quienes además de ser explotados somos oprimidos, humillados y excluidos.

Igualmente, su presencia en la fórmula del pacto, resultado de su histórica votación en la consulta, es un recordatorio constante a Gustavo Petro –e incluso para ella– de que entre sus votantes hay cerca de un millón que habrían preferido una apuesta más radical que la suya, y que no renunciarán fácilmente a ir más allá de unas tímidas reformas.

Unidad nacional: “Sanar nuestro país…”, ¿es posible?

El discurso de Petro en la plaza es un referente muy importante. Tuvo un carácter esencialmente programático, es decir explicó detalladamente su propuesta de sociedad y dio algunas ideas de cómo piensa lograrlo. Por eso analizarlo es clave para saber cuál será el carácter de su eventual gobierno.

Principalmente se trata de un programa de reformas, es decir, de cambios parciales, centrado en perfeccionar el funcionamiento del Estado y el régimen político, que pretenden ser cambios profundos o radicales, pero que al mantenerse en los marcos del capitalismo en esencia no apuestan por un cambio de raíz o por un cambio revolucionario de la sociedad.

El discurso de Petro empalma con el anhelo de millones de acabar con el miedo y la violencia, con resolver de una vez por todas el conflicto armado interno y que cesen los muertos, más aún luego de la continuidad de la violencia, los asesinatos y las masacres después de la firma del acuerdo de paz en 2016. Imposible no coincidir con la necesidad de salud y educación públicas, internet y transporte dignos; todos sabemos que es necesario y urgente tomar medidas contra el hambre que asola nuestros territorios, detener la deforestación y tomar medidas urgentes contra la crisis ambiental. Igualmente queremos detener la violencia machista, el racismo, y la feroz represión de los paramilitares y las fuerzas armadas y el ESMAD contra la juventud. A simple vista pareciera que estamos de acuerdo en “lo fundamental”, pero ¿es así?

Resulta que Petro promete una serie de reformas encaminadas a disminuir las actuales penurias de las masas colombianas. Nosotros coincidimos con esta necesidad, la cuestión es si ya en lo concreto estas reformas serán suficientes, y lo más importante, si es posible lograr ese país ideal, esa potencia de la vida en el marco del capitalismo que es el sistema de la muerte.

Algunos conceptos claves del discurso son la política del amor, la unidad nacional entre todos y todas, la reconciliación, y demás emotivos eufemismos que más allá de lo bonito que suenan, en la realidad son el preludio de un pacto de gobernabilidad con aquellos que pretendemos combatir, reconciliación y unidad entre oprimidos y opresores, explotados y explotadores, izquierdas y derechas, etc. Es decir, un programa de conciliación de clases.

Contrario a lo que sus detractores de la burguesía pregonan, Petro no promueve el odio ni la lucha de clases sino el amor y la armonía entre las mismas, un mundo en que explotadores (burgueses, ricos, oligarcas o como se quiera decir) exploten a sus trabajadores bajo ciertos límites, siguiendo algunas normas y cediendo algunas concesiones, a cambio de esto los explotados (los trabajadores) se dejan explotar tranquilos sin cuestionar la ganancia del capitalista con paros, ni armar tropeles a cambio de unas condiciones mínimas de subsistencia y digamos de “dignidad”.

Pero la realidad es otra, los intereses de las multinacionales, de los grandes latifundistas, de los narcotraficantes, de la gran empresa, de la gran minería extractivista, que durante años se ha beneficiado del aparato del Estado, son absolutamente irreconciliables con los de los explotados, los pobres, las comunidades negras e indígenas, etc. Por eso cuando unos u otros salen a pedir incluso el más elemental derecho, responden con plomo, gases o tanquetas según sea el caso. Esa sociedad, donde los que han expropiado al campesinado y las comunidades, los que han expoliado a la naturaleza, y los que explotan a los trabajadores “son nuestros amigos y se moderan en su sed de ganancias” y sangre, no existe.

Expropiar a los expropiadores, castigar a los culpables, no pagar la deuda externa

No basta con acabar la corrupción y mover algunos dineros de aquí a allá para tener con qué financiar un cambio real de la sociedad (alimentos, educación, salud, infraestructura, etc.); no hay otra forma que dejar de pagar la deuda externa ilegítima que equivale a la mitad del PIB, cosa de la que Petro nunca habla. No hay forma de subir los salarios manteniendo la ganancia de los capitalistas, si sube una, baja la otra, y viceversa, no existe eso del gana-gana en este sistema. Además, Petro ya se comprometió con el FMI a rebajar el déficit fiscal.

A diferencia de Petro, estamos seguros de que la paz, la vida digna y la reconciliación en Colombia, pasan necesariamente por expropiar a los terratenientes y grandes empresarios, para dar la tierra a los campesinos; acabar con el paramilitarismo desde arriba, y por el castigo a quienes han dado las órdenes desde hace décadas.

La propuesta tomada del Papa Bergoglio de amarnos entre todos como si en realidad fuéramos iguales no solo es utópica, sino que implica altas dosis de impunidad y de olvido. Las víctimas nunca serán reparadas mientras los victimarios sigan gozando de impunidad, apropiándose de sus tierras y usando el paramilitarismo para mantener sus privilegios y masacrar a quien se oponga. Es urgente acabar con el narcotráfico, y no es suficiente cuestionar la política antidrogas basada en la fumigación de cultivos. Solo mediante la legalización de las drogas se acabará lo rentable del negocio ilegal.

Para garantizar realmente la salud, la educación y los servicios públicos será necesario re estatizar las empresas que fueron privatizadas, y hacer muchos otros cambios que para realizarse tendrán que confrontar de manera directa a estos sectores sociales; no será posible hacerlo amistosamente, o con medidas parciales como lo hizo en la alcaldía, y en caso de intentarlo se resistirán violentamente.

Es por esto por lo que los socialistas estamos seguros de que más allá de unas cuantas reformas que maquillen la cara del sistema, no será posible lograr cambios estructurales por la vía de las urnas, o la aplicación de la Constitución del 91. Un gobierno de los trabajadores no es posible lograrlo simplemente ganando las elecciones sacando al uribismo de la Casa de Nariño.  Para resolver los desastres que deja el capitalismo día a día es necesario que la clase obrera llegue al poder.  Pero ganar el gobierno por vía electoral no equivale a tomar el verdadero poder. Además, Petro no gobernará con los trabajadores, así invite a su posesión a una barrendera valiente, que defendió su campaña en un barrio rico de Medellín.

Capitalismo o feudalismo

Una de las razones por las que Gustavo Petro está convencido de que es posible aplicar reformas en Colombia sin cuestionar el capitalismo fue expresada también en el discurso. Petro está convencido de que el capitalismo no es el problema, por el contrario, considera que el problema es justamente que el capitalismo colombiano no está adecuadamente desarrollado, que persisten formas de explotación feudales o semifeudales, resquicios del pasado y que, por lo tanto, la forma de modernizar el país y llevarlo adelante es acabar con el “feudalismo retardatario”. Este postulado, que comparte el viejo estalinismo con los teóricos desarrollistas, es equivocado.

El capitalismo al igual que todos los sistemas económicos tiene sus cimientos en los sistemas precedentes. En efecto el capitalismo en Europa se asienta sobre la herencia del feudalismo. Sin embargo, en el continente americano el feudalismo nunca existió, pues la conquista y colonización europea tuvo un carácter capitalista desde el comienzo, que luego dio paso a la colonización y semicolonización bajo el imperialismo moderno. El atraso en el capitalismo colombiano no se debe a resquicios feudales, sino a un capitalismo basado históricamente en un rol subordinado en la división mundial del trabajo que mantiene y alimenta el atraso de Colombia y el continente. El atraso de nuestros países es la contracara del avance y de la riqueza de los países imperialistas. Las penurias de los trabajadores y los pobres en Colombia actualmente no son causadas por ningún feudalismo, sino por el capitalismo neoliberal en su versión más sangrienta, que en Colombia es más violento por el poder político  en manos del sector de la burguesía emergente, narcotraficante y un régimen político autoritario que se sustenta no solo en las Fuerzas militares y la Fuerza pública, también en las organizaciones paramilitares.

Superar este capitalismo atrasado no se consigue modernizando y democratizando el mismo sistema. El turismo, energías limpias, la democratización del campo por sí mismas no harán superar la situación de dependencia y subordinación económica al imperialismo.

La clase obrera merece disfrutar la riqueza que produce, igualmente las comunidades negras, e indígenas tienen el derecho de gobernar en sus territorios. Para ello será necesario realmente tomar el poder e imponer un verdadero gobierno de “los nadies”: un gobierno popular no puede tener en su seno a representantes de los explotadores y de los opresores. Por eso la revolución socialista, la del verdadero socialismo (el de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, no el de Maduro, Castro o Stalin) sigue siendo la tarea inaplazable de la clase obrera en Colombia y el mundo.

Voto crítico a Petro, para derrotar el uribismo y desarrollar la lucha

Estas limitaciones del programa del Pacto Histórico y sus candidatos Petro y Francia Márquez son los límites de su proyecto de capitalismo humano que reflejan sus propias convicciones, pero también los compromisos que ya han adquirido con sus socios de campaña, provenientes de las entrañas del viejo régimen.  De ganar las elecciones, ya sea ahora en la primera vuelta, o en segunda, los compromisos serán aún mayores.

Nuestro llamado decidido a votar este domingo 29 de mayo por Petro y Francia tiene el objetivo de propiciar una derrota política al uribismo y su régimen de sangre y corrupción. Acompañamos a los millones de trabajadores y sectores populares en esta tarea, aunque no compartamos las ilusiones en el gobierno de Petro.

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