Ante la represión y la criminalización: resistencia y organización obrera y popular

Incluso desde antes de la hora cero del Paro Nacional iniciado el 21 de noviembre ya el gobierno de Duque empezó a reprimir, estigmatizar y perseguir a los organizadores. Se realizó una campaña mediática para infundir temor alertando de supuestas infiltraciones y amenazas terroristas, videos de encapuchados que anunciaban daños a la infraestructura de las ciudades, y declaraciones que desmentían las razones del paro (reforma pensional, laboral y tributaria varias veces anunciadas).

Autor: Comité Ejecutivo PST, diciembre 01 de 2019

El día anterior a la movilización fueron allanadas 27 viviendas de personas relacionadas con la organización del paro, a las cuales –desde luego– no se les encontró en su casa nada ilegal; se trataba de una estrategia de amedrentamiento que finalmente solo sirvió para avivar más el fuego y aumentar el caudal de manifestantes.

Además de los acostumbrados ataques del ESMAD a las manifestaciones con sus correspondientes heridos y afectados; esta vez el régimen se dotó de una política más criminal pero ya conocida: crear miedo y vender seguridad. Durante la primera noche del paro en Cali y la segunda en Bogotá se decretó el toque de queda –medida que no se había dado en la capital en más de 4 décadas–, se militarizaron las ciudades y se creó un escenario de pánico inducido por supuestos saqueos a conjuntos residenciales.

Ciudadanos denunciaron haber capturado a los saqueadores quienes confesaron haber recibido 50 mil pesos para intentar saquear. El objetivo era poner a los militares como héroes salvadores al tiempo que sembrar el miedo y relacionarlo con el paro. De estas dos noches quedó el saldo de dos fallecidos y varios heridos en medio de la confusión. Entretanto, en otros puntos de la ciudad cacerolazos derrotaron en la práctica el toque de queda. Pero tampoco sirvió, al tercer día la gente retomó las calles y venció el miedo. Pero quedó una experiencia y es la necesidad de las comunidades de disponer de medios de defensa ante este tipo de ataques.

El ESMAD: un escuadrón del terror y la muerte

La gente siguió en las calles pero la violencia estatal no paró, el 23N fue atacado por el ESMAD con arma de fuego el estudiante de secundaria Dilan Cruz, quien fallecería días después; este caso emblemático solo es la punta del iceberg de los atropellos que hemos vivido estos días por parte de este escuadrón de la muerte: se cuentan en más de 300 las detenciones ilegales, palizas, varias lesiones oculares graves con pérdida definitiva de la visión, lesión que al igual que ha pasado en Chile no es un accidente sino una práctica sistemática de mutilación, un herido grave en una estampida generada por el mismo escuadrón; sobrevuelos constantes, soldados patrullando y hasta tanques de guerra se han visto con el fin de amedrentar a los manifestantes.

El Gobierno sigue intentando justificar sus acciones como accidentes o como violencia justificada ante el “vandalismo”. Pero, como resultado del escándalo por el homicidio de Dilan, el ESMAD se ha apartado de algunas de las movilizaciones convocadas, el resultado de ello es cero heridos. Donde intervienen se presentan daños, heridos y terror. Es claro que es de ellos que proviene la violencia en las manifestaciones, que se viene a sumar a la violencia sistémica que se vive en Colombia con asesinatos selectivos a luchadores sociales, violencia estructural por miseria y abandono, etc.

Por eso es urgente continuar exigiendo el desmonte inmediato del ESMAD, escuadrón de élite policial especializado en la represión de las manifestaciones, y no únicamente regularlo como algunos pretenden, dado que su propia existencia es ya una violación al derecho a la protesta. Llamamos igualmente a que los policías y soldados de base tomen el ejemplo del soldado Brandon Cely tomando partido por el pueblo, negándose a disparar contra él, y denunciando los comandantes que les ordenen hacerlo.

Organizar la resistencia

Más de 800 retenciones, 47 judicializaciones, 37 allanamientos, 4 asesinatos y 300 heridos es el saldo trágico de la represión estatal en la primera semana de Paro Nacional. Por ello, no es difícil prever nuevos ataques a la movilización, la libertad y la vida. Ya sabemos que el régimen es capaz de dispararnos e incluso de contratar bandas de saqueadores para irrumpir en nuestros hogares. Debemos prepararnos, tenemos derecho a defendernos. Por eso una de las discusiones en las asambleas debe ser organizar la autodefensa para no estar inermes ante nuevos ataques; igualmente tomar medidas para en las manifestaciones estar protegidos del supuesto armamento no letal.

Es claro que los manifestantes no queremos hacer daño a nadie, por el contrario, debemos evitar salir lesionados de las manifestaciones, bloqueos, cacerolazos, etc. Tomar medidas como hacer comités de vigilancia en los barrios y comités de choque o defensa, comités que en conjunto con organizaciones de DDHH investiguen los casos de torturas y asesinatos porque no confiamos en las instituciones del régimen, etc.

Los medios de comunicación, el reformismo y las burocracias sindicales han insistido en el pacifismo como una impronta y la gran mayoría de los manifestantes han asumido el pacifismo como un deber. Pero que las marchas sean pacíficas no quiere decir que debamos ser pasivos ante las agresiones, por ello es necesario defendernos.

Hay experiencias valiosas como la Guardia Indígena que ha protegido las manifestaciones y que se ha defendido de las agresiones. La clase trabajadora, la juventud, las comunidades afro y los sectores populares, también tenemos derecho a organizar la resistencia y a defendernos. Al tiempo que exigimos el desmonte inmediato del ESMAD, la desmilitarización de las ciudades y la no criminalización de la protesta social.

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