Desobediencia en las Fuerzas Armadas y la Policía: Su moral y la nuestra

En Colombia, en los últimos seis meses se han presentado tres casos de ruptura de la disciplina en las Fuerzas Militares y en la Fuerza Pública que fueron de conocimiento público. En el proceso de movilización de finales de noviembre de 2019, conocido como el Paro Nacional del 21N, dos soldados se sumaron a la protesta: Brandon Cely Páez y Juan Sebastián Mendieta, y el 9 de junio de 2020 un policía desobedeció la orden de reprimir para desalojar a unos pobladores en Cali.

Autor: Alejandro Pereira

Soldados y policías del pueblo son utilizados para defender a los ricos

“Brandon se suicidó porque lo habían amenazado con condenarlo a la cárcel por izquierdoso, y manifestó que los soldados no son de izquierda ni de derecha, sino del pueblo, que el compromiso es con el pueblo porque sus familias son del pueblo. Entre sus últimas palabras dijo: Apoyo plenamente el paro colombiano”.

Juan Sebastián dijo que apoyaba el paro y que había que pelear por los derechos, bajar el sueldo a los congresistas y subir el sueldo mínimo, además se pronunció contra los policías asesinos.” (FG. Periódico El Enardecedor de la Asamblea Popular de Engativá, febrero de 2020).

El 9 de junio de 2020, en un operativo de desalojo en una zona rural de Cali, el policía Ángel Zúñiga se negó a reprimir para desalojar a varias familias, diciendo: “…ahorita me están dando una orden de que sacara a una señora, no lo hice, pero es algo injusto lo que están haciendo en este momento, la máquina [retroexcavadora] está allá adentro, van a tumbar el maíz, van a tumbar esas casas de allá y estamos en plena cuarentena, y a esa gente la van a dejar desamparada, sola… yo me metí a esta profesión es para proteger a los ciudadanos, no para ser abusivo contra ellos”.

La disciplina se puede y se debe romper

La disciplina es un principio esencial en toda organización de carácter castrense, y en muchas organizaciones que estén sometidas a la lucha para defender los intereses de sus miembros. Pero a la vez esa disciplina debe responder a otros principios más generales y a una determinada moral.

Nos dicen que las Fuerzas Armadas están constituidas para defender la nación. Pero en realidad, en el actual sistema social, lo que defienden es el poder político de la clase capitalista. Si eso fuera cierto el ejército no sería utilizado para reprimir a los campesinos pobres y defender los intereses de los terratenientes, tampoco asesinaría inocentes como ha sucedido con los miles de llamados falsos positivos y la corrupta y asesina oficialidad de las Fuerzas Armadas ya hubiera sido detenida por los soldados. Tampoco se permitiría la violación de la soberanía nacional con la presencia de tropas imperialistas estadounidenses.

Se dice que la fuerza pública está para defender a los “ciudadanos”. Pero están es para defender el poder político de los capitalistas. Si fuera para defender a los “ciudadanos”, los policías ya habrían detenido a los altos mandos de esa institución, por corrupción y por ordenar que se cometan crímenes contra los “ciudadanos”, como reprimir una protesta o huelga obrera, una protesta campesina, indígena, estudiantil o popular; o el desalojo de pobladores sin techo.

Al policía Ángel Zúñiga le dieron una orden para cometer un crimen, que incluso contradecía el decreto del gobierno de no permitirse desalojos en medio de la pandemia y él no sólo desobedeció, sino que manifestó que estaba para defender a los ciudadanos y no para abusar de ellos. Lo que ha quedado claro es que la disciplina se puede romper, y se debe romper, cuando tiene como objetivo cometer crímenes.

¿Qué moral defienden las Fuerzas Armadas y la Fuerza Pública?

No puede ser otra que la moral de la clase burguesa que defiende la explotación de los trabajadores, la propiedad privada de los medios de producción, la propiedad privada de los servicios públicos (entre ellos la salud la educación y la seguridad social) y el transporte. Estas instituciones no están para defender la moral de la clase trabajadora y los sectores populares, sino la moral de los grandes criminales, los capitalistas. Actualmente, en el caso Colombia, los oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía, enredados en escandalosos casos de corrupción, no tienen ninguna autoridad, como tampoco la tiene el gobierno y los altos funcionarios del Estado para imponerle a los soldados y policías de base, moral y disciplina.

En esta sociedad dividida en clases sociales, no existe una moral general.  Hay dos: la de los capitalistas y la nuestra: la de los trabajadores y la población pobre y desposeída. “La moral posee, más que cualquier otra forma ideológica, un carácter de clase”, afirmación de León Trotsky en su escrito: Su moral y la nuestra.

El agente Zúñiga actuó guiándose, no en la moral de las Fuerzas Armadas, sino en la moral que defiende a quienes se encuentran en condición de vulnerabilidad siendo atacados por el mandato de defender la propiedad privada burguesa a toda costa.

Los soldados y policías deben estar con su pueblo y con su clase

La base de las fuerzas militares y de la Fuerza pública, en todos los países, es reclutada en los sectores obreros y populares. Por eso los soldados y policías son hijos del pueblo, aunque utilizados para defender el poder y los intereses de los ricos, fundamentalmente. Esa contradicción salta de vez en cuando, expresándose en  desobediencia y ruptura de la disciplina, especialmente cuando se ordena atacar a su pueblo y a su clase social. Ruptura correctamente justificada y expresada en palabras de los dos soldados del ejército y del agente de la policía que se han citado.

En momentos de grandes tensiones y crisis sociales, la contradicción lleva a que sectores de las fuerzas armadas y de la policía se pasen del lado del pueblo, con todo y armamento, y en muchos casos deteniendo y fusilando a los altos oficiales. Es conocida la historia, en la Comuna de París, de los generales, Clement y Lecomte, que ordenaron a los soldados disparar contra las mujeres y hombres que se oponían a entregar sus cañones al gobierno de Versalles. Los soldados no solo desobedecieron a sus comandantes, sino que los fusilaron en el acto. Casi en todas las revoluciones este comportamiento se repite. Por eso en la lucha de clases es muy importante buscar ganar la base de estas instituciones para que se pasen del lado del pueblo.

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