Se empantana la estrategia imperialista para Venezuela

Todos los planes de intervención que el imperialismo ha orquestado para tumbar a Maduro y colocar un gobierno de completa confianza que le permita saquear el petróleo y la riqueza de ese país, hasta ahora no le han dado resultado. Por eso mientras la crisis humanitaria en Venezuela se profundiza y Maduro se atornilla en el poder, el imperialismo no desistirá y para ello cuenta con buena parte de la burguesía y los gobiernos latinoamericanos, empezando por los más lacayos, como el colombiano de Iván Duque.

Autor: Fernando Graco

El fracaso del plan Guaidó

El plan Guaidó fue organizado en septiembre de 2018 en Washington, en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, con la participación de funcionarios del Departamento de Estado norteamericano, el exembajador (en Colombia) William Brownfield, los funcionarios del gobierno de Duque, Pacho Santos y Alejandro Ordóñez, y representantes de los gobiernos más de derecha del continente latinoamericano. El objetivo del plan Guaidó era impulsar una campaña para desconocer la reelección de Maduro y montar como presidente a Guaidó, y así provocar un doble poder burgués que le permitiera a la burguesía opositora en Venezuela disputar el control del estado, especialmente las fuerzas armadas.

Esta estrategia tenía como punto clave el operativo de la “ayuda humanitaria” con el que pretendían imponer la entrada de camiones con alimentos y medicamentos por las fronteras con Colombia y Brasil, para así provocar una división de las fuerzas armadas.

La crisis humanitaria en Venezuela ha llegado a niveles insoportables para las masas, pues además de una hiperinflación sólo comparable con la de Alemania en los años treinta, la escasez sin precedentes de alimentos y medicamentos ha convertido la cotidianidad de las masas en un desafío para comer, bañarse y sobrevivir a los más elementales problemas de salud. Esta situación de miseria que viven los venezolanos fue la que intentó aprovechar la burguesía de derecha, el imperialismo y sus aliados del Grupo de Lima, para provocar la caída de Maduro, por la vía de un infame operativo de ayuda humanitaria.

Era tan evidente el carácter político de la tal “ayuda humanitaria” que ni siquiera la Cruz Roja Internacional se prestó para participar en ella, por considerar que esa operación no tenía un carácter “imparcial, neutral e independiente”. La operación fracasó porque las masas, que supuestamente iban a apoyar a Guaidó en la frontera con Colombia, no aparecieron, y los pocos que se hicieron presentes manifestaron su descontento al sentirse utilizados. Un aspecto del Plan Guaidó fue la creación del Grupo de Lima para cohesionar a la burguesía y los gobiernos más proimperialistas del continente.

La estrategia para asfixiar el régimen

Guaidó ha perdido apoyo político interno y el imperialismo se ha visto obligado a intensificar el bloqueo económico para asfixiar a Maduro. Ha confiscado la renta petrolera de PDVSA en el exterior, que prácticamente es la única fuente de ingresos del gobierno Venezolano, y esto se sumó la crisis energética que ha terminado con el país a oscuras, sin energía y sin agua.

La ofensiva del imperialismo sobre Venezuela busca sacar a Maduro por arriba, por la vía de disputar el control de las instituciones del Estado, principalmente las fuerzas armadas, por eso montan un gobierno paralelo con Guaidó a la cabeza y centran su estrategia en asfixiar al régimen de Maduro tanto económica como políticamente.

Pero el hecho que hasta ahora no hayan tomado la decisión de pasar a acciones de carácter militar, no quiere decir que no exista el riesgo. Mientras el propio Guaidó ha solicitado a Estados Unidos y al Grupo de Lima pasar a acciones militares para sacar a Maduro, por ahora la han descartado. Sin embargo, como lo ha dicho el gobierno de Trump y lo repiten sus lacayos, entre ellos Duque, todas las tácticas están sobre la mesa.

Cada quien cuida sus negocios

Si al imperialismo norteamericano le interesan los negocios en Venezuela por su petróleo y su riqueza, burguesías y gobiernos como el ruso y el chino no se quedan atrás. Han invertido dinero en este país, y una parte importante de la deuda externa venezolana se la deben a esos gobiernos. Por eso la política de China y Rusia es que la crisis se resuelva con el diálogo. A esta política se suman los gobiernos de México, Uruguay y Cuba, quienes se consideran los representantes de la izquierda latinoamericana. Desde luego que Maduro también quiere el diálogo, pero ni el imperialismo ni sus agentes internos y extranjeros lo aceptan.

Ni Maduro ni Guaidó: que gobiernen los trabajadores

Maduro es el ocaso de veinte años de Chavismo en el poder en Venezuela. Los millones de venezolanos que salen a las calles a exigir la salida de Maduro y los otros millones que han migrado fuera del país ya hicieron su balance de lo que ha significado el mal llamado “Socialismo del siglo XXI”. Pero ante la capitulación a Maduro, por parte de la gran mayoría de la izquierda internacional, no hay una dirección por la izquierda a la legítima consigna coreada por millones en Venezuela: Fuera Maduro, y la burguesía opositora de derecha trata de canalizar este descontento a su favor.

Solo con un gobierno de los trabajadores habrá salida, y sería ejemplo para los pueblos de otros países latinoamericanos y del mundo que nos vemos sometidos a agresivas contrarreformas laborales y sociales, con las que están suprimiendo lo poco que queda de conquistas como la estabilidad laboral, la jornada de trabajo de ocho horas, la seguridad social y la educación, entre otras.

De cómo se desarrolle la situación venezolana dependerá en buena medida nuestro destino. Si el imperialismo impone sus planes en Venezuela, se fortalecerá y con más agresividad aplicará sus contrarreformas en los demás países, si son los mismos trabajadores los que se deshacen de Maduro, Guaidó y el imperialismo, podremos seguir su ejemplo: tumbar a Duque en Colombia, a Bolsonaro en Brasil, a Macri en Argentina, etcétera. Unifiquémonos en una lucha internacional contra el imperialismo, y sus multinacionales con la consigna, abajo los gobiernos y sus planes, que para Colombia tendrá como traducción: abajo Duque y su plan.

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