¡Fuera los corruptos! Que gobiernen los trabajadores

Hasta hace pocos meses la mayoría de colombianos no sabíamos qué era Odebretch, la mayoría de trabajadores del continente no sabíamos que esta empresa ha venido sobornando a los funcionarios de al menos 12 países, para quedarse con licitaciones de construcción e infraestructura, y por esa vía succionar los ya escasos recursos públicos. Esos recursos que son para las carreteras, puentes, y demás obras públicas. Al parecer lo vinieron haciendo por cerca de 20 años. Como “untaron” la mano de presidentes, fiscales, alcaldes y ministros de todos los partidos, de “izquierdas” y derechas, nadie hasta diciembre del 2016, dijo nada.

Autor: Partido Socialista de los Trabajadores, 28 de Agosto de 2017.

En Colombia por ejemplo, se sabe que financiaron la campaña de Santos II, y la de Oscar Iván Zuluaga, ellos nunca pierden porque le apuestan a todos. Mientras tanto los gobernantes nos dicen que no hay plata. En varios países ha generado enormes crisis políticas, en Brasil el presidente Temer estuvo cerca de caer por este motivo y aún sigue investigado; pero su contradictor y rival Lula no se escapa.

La indignación crece entre los trabajadores, los pobladores de las regiones más ricas en recursos naturales pero más pobres en infraestructura, los maestros y los estudiantes. Su olfato les dice que algo no anda bien, no pueden dejar de sentir ira cuando ven todos los días en la televisión noticias con más evidencias, audios, cartas, fotos, registros de los sobornos, capturan alcaldes, gamonales y supuestamente se investigan muchos más, mientras que la gente pasa hambre, no la atienden en la EPS, y el Chocó sigue sin carretera.

Los titulares son indignantes, santistas y uribistas se acusan entre ellos, sabemos que todos son culpables. Cae el Noño Elías, y otros “peces gordos” locales, fue preso Gabriel García ex ministro de transporte entre otros, por ahora los presidentes y expresidentes se salen con la suya. Todos sabemos que los caídos, pagarán muy poco de cárcel y saldrán a disfrutar lo que se robaron en poco tiempo ¡Paga más un pobre por robarse una gallina!

Las cifras son escandalosas: solo en Colombia 11 millones de dólares en sobornos para obtener una ganancia de al menos ¡50 millones de dólares! Es imposible no pensar en cuantas vidas habríamos salvado, cuantos colegios, imposible no contrastar con los hospitales en ruinas.

Como el caso de Odebretch salpicó 12 países hasta ahora, nos ayuda para demostrar que  la corrupción no es un mal colombiano. No es asíLa corrupción es un mal del sistema capitalista. En marzo, el Consejo Nacional por la Asamblea Constituyente sacó una declaración que afirmaba ¡La corrupción es el sistema! Nada más cierto y vigente, el estado es la Junta de negocios de la gran burguesía, por eso luchar contra uno que otro corrupto no es suficiente.[1]

No confiamos en los políticos que dicen combatir la corrupción

Nosotros estamos porque los corruptos sean perseguidos y que paguen lo que han hecho, pero no tenemos ninguna confianza en la justicia burguesa ni en sus instituciones, diseñadas para protegerse entre ellos.

La corrupción se puede considerar una enfermedad congénita del capitalismo, nació con él y siempre lo ha acompañado. En el último período de desarrollo del capitalismo, la acumulación primitiva por los medios normales de la libre competencia en el mercado se hace muy difícil para los nuevos aspirantes a ser grandes burgueses, entonces recurren a mecanismos por fuera de la legalidad para acumular capitales de magnitud suficiente para entrar al mercado.

Por años, narcotráfico fue el camino preferido para ascender desde la base de la sociedad hasta el vértice de la pirámide. En las últimas décadas del Siglo XX y en lo que va del XXI ese papel también lo cumple el control del aparato del Estado. Los dineros de los impuestos, recaudados entre millones de habitantes, se vuelven botín de los funcionarios que se los apropian por cifras solo comparables a las de las utilidades de los grandes capitales. La prosperidad de la práctica desata, como en cualquier actividad capitalista, apetitos, competencia y, por tanto, fuertes roces. En unas ocasiones por el control de la actividad y en otras porque la presencia de los corruptos interfiere con el libre juego del mercado y con el normal desarrollo de los negocios.

Eso explica la actual batalla interburguesa (entre ricos) alrededor de los escándalos de corrupción. No hay nada de altruista en esa batalla. Es, como toda batalla burguesa, por la plata. Los altos niveles que ha alcanzado la corrupción obligaron a la propia burguesía a meter en cintura el negocio. Tal como lo tuvo que hacer con el narcotráfico. Y, como con la droga, tampoco va a terminar con la corrupción. Simplemente la van a dimensionar y a cambiar los destinatarios.

Para los sectores obreros y populares el problema de la corrupción tiene un significado distinto. Es la negación de los servicios básicos para que unos cuantos se enriquezcan con los dineros de los impuestos de millones de pobres. El retorno en bienestar que debía haber como devolución de esos impuestos nunca llega, va a parar a los bolsillos de los funcionarios corruptos.

La batalla obrera y popular contra la corrupción no es la misma batalla de los sectores burgueses. Tiene que ser parte de la batalla por la distribución del producto social y contra el capitalismo. No solo de denuncia de quienes la practican, sino de denuncia de la decadencia del propio capitalismo. El combate a los corruptos debe ser parte integral de la batalla por el salario social, y parte de la denuncia permanente de las lacras de la explotación capitalista y de las consecuencias de la crisis económica.

Tenemos que exigir garantías políticas para todos los grupos y partidos, y no solo para los ricos. Sanciones políticas para los partidos implicados en la corrupción, y derechos para los que hasta ahora hemos sido excluidos: los trabajadores y los pobres. Expropiación de los bienes de los corruptos y uso social de estos.

 

[1] http://www.magazine.pstcolombia.org/2017/02/la-corrupcion-es-el-sistema/

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