Las lecciones de los paros…

Con la terminación de la huelga de los maestros y la suspensión de los paros cívicos en el Chocó y Buenaventura se cerró, al menos temporalmente, la coyuntura de los conflictos que por más de un mes marcaron la situación política del país.

Autor: Partido Socialista de los Trabajadores, Comité Ejecutivo 28 de junio de 2017.

Estas fueron las primeras luchas laborales y sociales de repercusión nacional adelantadas con posterioridad a los acuerdos de paz firmados entre el gobierno y las Farc. Y fueron, por tanto, las primeras movilizaciones masivas que no pudieron ser estigmatizadas como infiltradas por la organización guerrillera. Esa circunstancia y la justeza de las peticiones que defendían los maestros y los pobladores del Pacífico generaron una solidaridad casi unánime en todo el país que le dificultó al régimen justificar abiertamente la represión.

Por semanas, diariamente, los educadores apoyados por estudiantes y trabajadores tomaron las calles de las principales ciudades demandando presupuesto adecuado para la educación pública. Igual hicieron millares de pobladores del Pacífico exigiendo que se cumplan las promesas hechas, por este y por todos los gobiernos anteriores, de dotar las poblaciones de la región de los servicios públicos elementales y de construir la infraestructura básica que los conecte con el resto del país.

Es cierto que las conquistas tangibles e inmediatas estuvieron por debajo de las aspiraciones de los huelguistas y que buena parte de los resultados son más promesas, que ni este gobierno, en lo que le resta, ni el que lo suceda van a cumplir sin la presión de otra buena dosis de movilización y lucha. Pero el sentimiento que recorre a la mayor parte de quienes protagonizaron las movilizaciones está lejos de ser el de la derrota. Al contrario, los maestros y los pobladores se sienten fortalecidos porque recuperaron la confianza en que con su movilización, masiva y democráticamente decidida, es posible enfrentar al régimen y a su gobierno con posibilidades de triunfo. Además encontraron en el conjunto de la población una solidaridad con sus luchas que es la  expresión de que millones padecen de las mismas necesidades insatisfechas y de que se identificaban con su movilización.

Es cierto, igualmente, que el levantamiento de los grandes conflictos, en especial el de los educadores que era el llamado a ser el eje articulador de una lucha de mayor alcance, aplazó la concreción del Paro Cívico Nacional que se necesita para obligar al gobierno y a los patrones a desprenderse de una parte de sus exorbitantes ganancias para satisfacer las necesidades básicas de los millones de pobres del país que ya no aguantan la desesperante situación de miseria y carestía que los azota. Y es cierto que tal levantamiento dejó aislados y sin posibilidades de triunfo a los conflictos menores de decenas de fábricas y empresas que enfrentan la tacañería, la intransigencia y la represión de sus patronos individuales que los sobrexplotan. Haber desaprovechado tal oportunidad es exclusiva responsabilidad de los dirigentes que estuvieron al comando de los grandes conflictos, y habrá que evaluarla en el momento y en el escenario precisos.

Pero el ejemplo dado por los protagonistas de la anterior oleada de conflictos ha contagiado de confianza al conjunto de los trabajadores colombianos y, por tanto, lo único que se ha hecho es aplazar esa gran lucha nacional, que no solo es necesaria sino inevitable. Ninguna de las necesidades económicas, sociales y políticas que tienen los trabajadores y los pobres ha sido resuelta. Y, los trabajadores han aprendido que, sin la losa de la guerrilla pesando sobre sus espaldas, pueden salir a luchar con sus métodos, su programa y su política y, lo más importante, que pueden ganar.

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…y las nuevas tareas de los trabajadores

Por tanto, lejos de abandonar la tarea de la preparación del Paro Nacional, el Comando Nacional Unitario y la Coordinadora de Organizaciones Sociales deben redoblar los esfuerzos de centralización y organización que lo lleven adelante y a propiciar la discusión democrática del pliego de peticiones que nos unifique y del plan de acción que lo garantice. Los trabajadores y la militancia de las organizaciones de izquierda debemos entregarnos con decisión a esta tarea en cada frente de trabajo, educación o vivienda.

Y debemos adelantarla al tiempo que exigimos garantías políticas para la movilización y para la participación en los procesos electorales que se abren, bajo las mismas condiciones que se están concediendo a las organizaciones guerrilleras que se han desmovilizado. Los trabajadores también tenemos a cuestas décadas de lucha contra el régimen y los gobiernos capitalistas. La diferencia es que lo hemos hecho de manera abierta. Tal como lo acaban de hacer los maestros y los pobladores del Chocó y Buenaventura. Los mejores activistas de estas luchas también deben tener derecho a presentar sus candidatos a la presidencia y a las corporaciones públicas sin ninguna restricción.

 

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