Entrevista concedida al Semanario Andino

Semanario El Andino: ¿Qué opina el Partido Socialista de los Trabajadores, del impacto que tendrán en la realidad política del país los acuerdos de la Habana y los que se logren en Quito?

PST: Los acuerdos, tanto los de la Habana como los que puedan lograrse en Quito, tendrán un gran impacto en la realidad política y social, independientemente de las dificultades que tengan en su implementación. Ahora, ese impacto puede ser positivo o negativo, dependiendo desde donde se miren los acuerdos. Es indudable que para el gobierno, los empresarios y los dueños de la tierra cualquier avance en el desmonte de la guerrilla crea mejores condiciones para la ejecución de sus planes. Tomen, por ejemplo, los grandes planes que en materia agroindustrial tienen las compañías nacionales y extranjeras. Sembrar extensas plantaciones de caña de azúcar o de palma africana para la producción de combustibles vegetales en regiones relativamente apartadas, como la altillanura del Orinoco en el Meta o el Vichada, y hacerlas rentables, es una realidad plenamente posible con el campo pacificado. No es que sea imposible echarlas a andar aun existiendo la guerrilla, pero sin ese obstáculo la introducción del gran capital a estas zonas no solo es más fácil sino mucho más rentable. Las compañías pueden tener casi la certeza de que van a estar exentas de atentados, incendios o exigencias económicas para poder operar los negocios. No van a tener las dificultades de orden público que enfrentaron en las décadas anteriores las compañías petroleras o mineras. Y eso va a ser más o menos igual para casi la totalidad de las ramas de la producción.

Pero si ustedes miran el impacto desde el punto de vista del campesinado la valoración puede cambiar. Es cierto que la letra de los acuerdos con las Farc dice que los campesinos y la población desplazada por la violencia podrán regresar a sus tierras de origen y reclamar su devolución. Pero es mucho más cierto que desde la firma de los acuerdos han sido asesinados decenas de los líderes de restitución de tierras en todas las regiones que eran afectadas por la confrontación armada. Es cierto que en los acuerdos se dice que la tierra será de nuevo puesta en manos de los campesinos, pero la realidad es que la mayor parte va a ir a las llamadas ZIDRES (Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social), en las cuales la parte del león les corresponde a los grandes capitalistas nacionales y a las multinacionales y el campesinado se verá limitado al papel de proveedor de insumos secundarios y de mano de obra barata. El resultado final va a ser una mayor concentración de la propiedad del suelo -que en el país ya es de las más desiguales del Planeta- y, por tanto, una exacerbación de la lucha de clases en el campo. La renuncia de las Farc a su programa agrario volverá a plantear la necesidad de la lucha abierta del campesinado por una reforma agraria democrática e integral en el país, pero esta vez en el marco de la lucha del proletariado por el socialismo.

Para los altos dirigentes de la guerrilla los acuerdos van a significar la concreción de toda suerte de privilegios y gabelas económicas y políticas, tal como ocurrió en la negociación con el M19. Pero para la base de la guerrilla el panorama es bastante más sombrío. Las pocas migajas que van a recibir al comienzo del proceso, mientras el gobierno y la “comunidad internacional” garantizan su total desmovilización y desarticulación, van a ir desapareciendo y transformándose en desempleo, desarraigo y marginación social igual que pasó con muchos de los militantes de base de las organizaciones guerrilleras -y aun de las organizaciones paramilitares- que negociaron su desmovilización en el pasado.

Para la clase obrera, y en general para el movimiento de los sectores populares, el impacto va a ser muy contradictorio porque al tiempo que se van a ver liberados del peso de ser acusados de guerrilleros cada vez que se levanten en defensa de alguna conquista, toda la fuerza represiva del régimen se va a concentrar en ellos. Para la muestra están el nuevo código de policía y el fortalecimiento del ESMAD, que son herramientas típicas de combate al movimiento legítimo de masas.

Como ven, el impacto va a ser muy grande y va a afectar a todas las clases y sectores sociales pero de diferente manera y con diferentes resultados.

EA: ¿Cuál será la apuesta electoral del PST para el 2018?

ES: Nuestra apuesta electoral no va a ser muy distinta a la que históricamente hemos hecho: hacer el máximo esfuerzo porque se concrete una alternativa que unifique a los trabajadores y los pobres con absoluta independencia de todos los partidos patronales. Eso quiere decir que estamos dispuestos a apoyar candidatos que no necesariamente salgan de nuestras filas, siempre que esos candidatos sean democráticamente elegidos de las filas de las organizaciones obreras, populares y de la izquierda, que abierta y públicamente se deslinden de los candidatos de los partidos de los burgueses y los terratenientes y que levanten un programa de reivindicaciones que den salida a la crisis social y económica que azota a los millones de pobres del país.

Ahora, para que eso sea posible se requiere que previamente se le garanticen a cualquier organización obrera o de izquierda, por pequeña que sea, las mismas condiciones de participación política que ya tienen los partidos burgueses y que se le están concediendo a las Farc. Porque de lo contrario ¿cómo pueden los sindicatos o las organizaciones campesinas, populares y de izquierda revolucionaria, como el PST, que no tienen personería jurídica postular sus candidatos? Recuerden que el pacto que firmaron los partidos Liberal y Conservador con el M19 y el Partido Comunista en la Constituyente de 1991 le quitó ese derecho a todas las organizaciones minoritarias. Ese pacto, de hecho, fue una traición a los derechos democráticos que tanto el M19 como el PCC dicen defender. Por eso la primera parte de nuestra campaña electoral va a estar centrada en exigir que el gobierno nos de las mismas garantías que le está concediendo a las Farc. El PST lleva cuarenta años de lucha al lado de los trabajadores y los pobres, ha editado durante toda su existencia un periódico en el que ha presentado públicamente sus posiciones y actúa abiertamente con un programa obrero y socialista. No vemos razón alguna para que no hayamos ganado el derecho a participar en los procesos electorales en igualdad de condiciones con los partidos del régimen político y con los que ahora se integran a él.

EA: ¿Consideran ustedes que existe un margen de posibilidad de que la izquierda llegue unida a las presidenciales?

PST: Es muy difícil, pero no imposible. Es posible si se adopta un camino como el que describimos en la respuesta anterior. Pero para eso se requiere que las organizaciones que se reclaman de la izquierda depongan sus intereses de grupo, que sus dirigentes se despojen de sus aspiraciones de ascenso personal y que antepongan las necesidades básicas de los trabajadores y los pobres a cualquier otro objetivo político o económico. La unidad es posible alrededor de unos candidatos salidos de lo mejor de los luchadores obreros, campesinos y populares que levanten un programa de defensa de los intereses de los desposeídos y que rompan con cualquier viso de colaboración con los partidos de los explotadores.

Pero ¿creen ustedes que lo que hoy aparece como la “izquierda” del país esté dispuesta a un acto de tal generosidad política? ¿Ven ustedes a lo que resta del Polo Democrático Alternativo reconciliado con el Partido Comunista, al que expulsaron de sus filas? ¿Creen ustedes que el senador Jorge Enrique Robledo, la ministra Clara López o Piedad Córdoba estarían dispuestos a declinar sus aspiraciones políticas personales en beneficio de la candidatura de un dirigente de los trabajadores de la caña del Valle, o de los petroleros que encabezaron la heroica huelga contra Pacific Rubiales? ¿Ven factible que Clara López levante un programa contra las medidas del gobierno de Santos que ayudó a elegir y del que hace parte? ¿Piensan que es posible que Piedad Córdoba renuncie a su pasado liberal para adoptar el punto de vista de los trabajadores, o que Robledo levante alguna medida contra los intereses de la burguesía nacional a la que defiende y dice representar? Nosotros no lo creemos. Ojalá estemos equivocados, pero el espectáculo que vemos más probable en los próximos meses es el de una dispersión mayor de la izquierda reformista que se va a atacar con una saña similar a la con que se atacan santistas y uribistas y que van a frustrar las aspiraciones unitarias y de lucha que demandan y necesitan con urgencia los trabajadores y los pobres de Colombia.

EA: ¿Por qué el movimiento trotskista colombiano no ha podido materializar una unidad orgánica de las tendencias posadistas, morenistas y mandelistas?

PST: Por muchas razones. La primera es que nosotros estamos convencidos de que la unidad la impone la lucha. Cuando los trabajadores salgan a la calle dispuestos a sacudirse los yugos de la explotación y la opresión van a obligar a sus dirigentes y organizaciones, empezando por los trotskistas, a unificarnos. Como la clase obrera colombiana lucha de manera relativamente dispersa -entre otras cosas por el peso que tenía la guerrilla en la escena política- los procesos son confusos y por tanto los análisis que de ellos se hacen son diversos y a veces irreconciliables. El trotskismo tiene una característica que lo diferencia del resto de las organizaciones de la izquierda -que en general proceden del marco común del estalinismo- : es democrático en su funcionamiento interno. Cuando una organización trotskista no puede resolver sus diferencias unificándose políticamente para la acción, prefiere dividirse antes que imponer unos a otros sus convicciones por la fuerza como hizo el estalinismo durante décadas, que no dudó en llegar hasta el asesinato de los contradictores políticos de la misma clase y el mismo partido. Cuando la clase obrera luche con la fuerza que requiere la revolución colombiana no duden de que no solo nos vamos a unificar los trotskistas sino todos los revolucionarios honestos de los más diversos orígenes.

EA: ¿Cómo superar la crisis que atraviesa el movimiento sindical?

PST: Es otra tarea difícil pero, como todas, no imposible. La crisis del movimiento sindical se deriva del hecho de que las direcciones abandonaron los principios básicos de la lucha proletaria: sustituyeron la democracia obrera con la más feroz dictadura burocrática; remplazaron el método de la lucha directa y masiva para conseguir las objetivos con la práctica perversa de la concertación; cambiaron el principio político de la independencia frente a los patronos por el programa de la conciliación de clases; rompieron la unidad de los trabajadores para poder entregárselos en bandeja a los explotadores; en el lugar del programa socialista colocaron el de la defensa incondicional del capitalismo.

La crisis se supera recuperando los principios. Hay que imponer la plena democracia dentro de todas las organizaciones de los trabajadores para poder libremente elegir a los mejores dirigentes y echar de las organizaciones a los burócratas vendidos a la patronal que solo piensan en engordar a expensas de los derechos de sus representados. Es indispensable volver a ganar la conciencia de que solo la lucha organizada y directa permite conquistar nuevos derechos y defender los que se tienen. Los trabajadores necesitan recuperar el convencimiento de que son una clase con intereses opuestos a los de los patronos y que por tanto deben actuar independientemente de ellos y de sus partidos. Hay que dar la más intransigente batalla por unificar sindicalmente a los trabajadores y -en un país en el que solo el 4% de los asalariados pertenece a un sindicato- dedicar el máximo de esfuerzos y de recursos sindicales y políticos a la construcción de nuevas organizaciones gremiales desde las cuales puedan defenderse de la explotación y la opresión.  Y hay que volver a reclamar el derecho a soñar con una sociedad más justa, sin explotadores ni explotados: el socialismo. El capitalismo no ha resuelto ni uno solo de los problemas importantes de la humanidad y, por el contrario, los ha agravado todos al punto de poner en riesgo la pervivencia de la especie humana.  Lograr esas cosas básicas permitirá empezar a superar la crisis de dirección en que está sumido el movimiento sindical.

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