Salarios de hambre y atraco tributario

 ¡Unámonos para derrotar los planes del gobierno de Santos y el imperialismo!

Autor: Partido Socialista de los Trabajadores. Bogotá 25 de enero de 2017.

El gobierno de Santos y su Congreso de bolsillo no descansaron en diciembre. Al tiempo que celebraban la culminación de los renegociados acuerdos con las FARC y el premio Nobel al presidente —presentados como el inicio de un período histórico de paz y prosperidad para todos—, se negaban a un incremento sustancial del salario mínimo y aprobaban una regresiva reforma tributaria que grava el consumo de las mayorías trabajadoras, mientras brinda amplias gabelas al capital nacional y extranjero. Y ese atraco se cometía con el concurso cómplice de las dirigencias sindicales —que actuaron como comparsa en la farsa de negociación del salario mínimo— y el mutismo de la dirigencia de la mayoría de los partidos de izquierda, maniatados por su apoyo a la paz santista. Los trabajadores y los pobres tenemos que discutir como unificamos nuestras fuerzas para enfrentar los planes de Santos y el imperialismo y los derrotamos en la calles.

Los acuerdos de paz con las FARC fueron rebajados a la medida de los sectores más reaccionarios de la sociedad. La dirigencia de la guerrilla, evidenciando su profundo fracaso político —y su sinsalida militar— no tuvo más alternativa que aceptar lo que le ofrecieron. Los acuerdos fueron ratificados a espaldas de la absoluta mayoría de la población colombiana, gracias a las maniobras legales de un poder judicial mercenario del Ejecutivo. La oposición del uribismo no pasó de juegos pirotécnicos preparatorios de la campaña electoral en la que aspiran a retomar el poder en 2018. Mientras tanto continúan los asesinatos de activistas y líderes sociales a manos de las bandas criminales, herederas del paramilitarismo, y la humillación a la que han sido sometidos los guerrilleros de a pié ante la absoluta indolencia de los organismos gubernamentales encargados de la desmovilización.

La reforma tributaria en cambio sí era una preocupación seria de la burguesía colombiana y las grandes empresas transnacionales que han esperado cincuenta años para lanzarse a depredar los territorios que ahora van a quedar libres de la incómoda presencia guerrillera. Lo que más interesa al gran capital son las inversiones en megaminería, hidroeléctricas, agronegocios extensivos y grandes obras de infraestructura, al igual que participar en la feria de privatizaciones de los activos que aún quedan en manos del Estado. El problema es que, desde hace un año, la crisis mundial está golpeando con fuerza la economía colombiana y se han resentido seriamente las finanzas del Estado, sobrecargado de gastos militares y de seguridad y en manos de administradores tan corruptos que saquean sin descanso todas las instituciones. Por eso el Congreso dio aprobación a la reforma, pues la repartición de la torta presupuestal en el año que se inicia estará al servicio de preservar la clientela electoral de todos los partidos y será la moneda de cambio hacia las elecciones presidenciales.

A estas medidas no se ha respondido con un frente único de la resistencia social. La dirigencia de la centrales sindicales se prestó de nuevo para la farsa de la negociación del salario mínimo en la Mesa de Concertación Laboral, para retirarse a última hora, y esperar el decreto de incremento del 7% -menos de $50.000 pesos mensuales- emitido esta vez por la flamante Ministra de Trabajo, Clara López, tránsfuga descarada del Polo Democrático.

Los trabajadores debemos ser conscientes que las negociaciones de paz con la guerrilla –a las que ahora se intenta sumar el ELN- no son más que una cara de la moneda, pues la otra son los planes económicos del gobierno y el imperialismo con los que descargan la crisis sobre nuestros hombros, como lo demuestran los salarios hambre y los nuevos impuestos. Es la hora de la unidad para luchar contra esas medidas antiobreras y antipopulares. Debemos llamar a la dirigencia de las centrales sindicales, de las organizaciones sociales del campesinado, los indígenas y afrodescendientes, de los defensores del medio ambiente, del movimiento estudiantil y popular, de quienes reivindican la diversidad sexual y los derechos de la mujer, en fin, de todos los explotados y oprimidos, a que constituyamos un frente único para la lucha.

Empecemos por potenciar la movilización del sector estatal que por cuarto año consecutivo, enfrenta la negociación de más de seiscientos pliegos de peticiones. El pliego unificado estatal debe ser respaldado por un plan de acción que contemple no sólo débiles jornadas de protesta sino un verdadero cese de actividades que obligue al gobierno a negociar –en primer lugar la estabilidad laboral con salarios dignos para todos- y un incremento inmediato del salario mínimo, cuyo pírrico reajuste ya fue consumido por la escalada de alzas de enero.

El ejemplo de lucha que debemos seguir lo está dando el pueblo mejicano que se ha lanzado a las calles a rechazar el “gasolinazo” de Peña Nieto. Esta brutal medida contra la población y esa lucha de resistencia son un ejemplo de lo que espera a los trabajadores en 2017 en su lucha contra el capitalismo y el imperialismo, ahora encabezado por Donald Trump, cuya reciente posesión es una verdadera declaración guerra contra la clase obrera y los pueblos del mundo, pues en su campaña electoral presentó de manera abierta su política de explotación y dominación: elitista, racista, xenófobo, machista, homófobo, militarista, depredador. Pocas veces el capital muestra de manera tan clara su destructivo rostro al desnudo. Unifiquemos nuestras luchas para que 2017 sea el año de la resistencia y la revolución.