2017: un año para lucharlo

Este año se inicia en medio de una gran incertidumbre para los trabajadores. El gobierno de Santos, apoyado en el Congreso, ha tomado duras medidas de ajuste económico: reajuste mínimo de salarios y más impuestos. A esto se agrega la nueva presidencia en EE.UU. en manos del ultrarreaccionario Donald Trump quien ha anunciado una política más regresiva frente a semicolonias como Colombia. Será el año de la implementación de los acuerdos con las FARC y de negociaciones con el ELN. Todos los sectores políticos se preparan para la disputa electoral por la presidencia en 2018. Frente a estos hechos los trabajadores debemos presentar nuestras propias alternativas políticas, pero sobre todo, aprestarnos para duras luchas de resistencia.

 

Crisis económica, salarios de hambre e impuestos por montón

La crisis económica mundial que empieza a golpear a Colombia a pesar de las declaraciones optimistas de los organismos oficiales, y los pedidos de la ODCE, presionan al gobierno a llevar a cabo una profundización de los ataques contra los trabajadores.

 

El “paquetazo”: Reforma tributaria: la reforma aprobada es una reforma estructural, regresiva que profundiza las desigualdades y el perfil tributario colombiano que se ha caracterizado por una pirámide de recaudo indirecto, en la cual los recursos de obtienen de los pobres y no de los ricos. Un estudio de la Universidad de la Sabana revela que el poder adquisitivo de los colombianos puede caer hasta en un 30% este año, con lo cual la disminución del consumo puede empeorar una ya golpeada economía.

Con el aumento del IVA al 19% aspiran a recaudar 9 billones anuales, 166 mil pesos mensuales por colombiano en promedio. Este año la canasta familiar tendrá un aumento importante a causa del IVA más alto y a más productos, así como del monotributo a las tiendas que se terminará descargando sobre los trabajadores y habitantes los sectores populares. En cambio, los impuestos directos se disminuyen. Desaparece el impuesto a la riqueza y el impuesto de renta a las empresas se baja del 43% al 33%, con lo que se benefician principalmente las transnacionales.

Salario mínimo: El salario mínimo aprobado no cubre ni la mitad de la canasta familiar básica, y año tras año con aumentos inferiores al aumento del costo de vida, los trabajadores han perdido su capacidad adquisitiva. El mezquino aumento del 7% (48 mil pesos), se hizo con la participación de Clara López ministra del trabajo y supuesta líder de izquierda y la complicidad de las direcciones de las centrales obreras que a pesar de sus discursos no movieron un dedo para movilizar a los trabajadores por un salario justo.

Reducción del Gasto público: La política económica rentista, parasitaria y basada en la extracción de materias primas, la caída de los precios del petróleo a nivel internacional (de 100 a 40 USD el barril), y el aumento del dólar han agrandado el hueco fiscal hasta niveles sin precedentes. La baja en el precio del petróleo y el aumento del dólar acrecentaron el tamaño y el servicio de la deuda.

Además de más impuestos, el gobierno previó en el 2017 un importante recorte del gasto público el cual afectará las ya deficientes condiciones de Salud, Educación y transporte, con acelerado deterioro de las infraestructuras, privatización acelerada de empresas públicas que quedan por ejemplo la Empresa de Energía de Bogotá.

La inversión quedó reducida al 14% mientras que al pago de la deuda (actualmente asciende a 116 mil millones de dólares) y la nómina del estado se le destina el 82%. Entre tanto se mantiene intacto el gasto destinado a defensa.

Aumento de la represión: para enfrentar la posible resistencia de las masas Santos responde con aumento del presupuesto de defensa, fortalecimiento del ESMAD y entrada en vigencia del nuevo código de policía que le da más poderes a la policía para violar las libertades democráticas y sobretodo el control y la penalización de acciones de protesta, sometiendo el ejercicio del derecho a la reunión o movilización pública a permisos y requisitos y a la discrecionalidad de la policía quien queda autorizada a disolverla cuando lo crea conveniente.

 

Se anuncia la gran traición

El 2017 se perfila como un año preelectoral, ya se conocen varios de los presidenciables para 2018. La salida de Vargas Lleras de la vicepresidencia y el nombramiento del general (r) Naranjo en su lugar tiene como objetivo el inicio de la campaña electoral del primero y poner una ficha de confianza del imperialismo para la implementación de los acuerdos con las FARC, el combate al ELN y los narcotraficantes y la represión de la movilización social, además de ratificar la absoluta sumisión del gobierno colombiano a los cambios en la política exterior del Departamento de Estado yanqui bajo el ultraderechista Donald Trump.

Entre los ganadores del plebiscito, representando el sector más a la derecha se perfilan el ex procurador Ordoñez, Martha Lucía Ramírez y no se descarta que repita Oscar Iván Zuluaga. Por parte del actual gobierno se ubican con una política definidamente neoliberal y proimperialista, Vargas Lleras y Humberto de la Calle. Un Vargas Lleras más a la derecha que no se la jugó del todo por el plebiscito y ahora intenta diferenciarse de su actual patrón buscando un aire de independencia. Humberto de la Calle se perfila como el personaje “honesto”, que se ha jugado por la paz y “amigo” de los oprimidos.

La izquierda reformista y el centro intentan agruparse en medio de un importante desprestigio, y de la contradicción en la que se metieron con su apoyo a Santos con la excusa de la paz. La crisis interna del Polo es inocultable. Robledo fue el primero en lanzar su precandidatura oficialmente y no tuvo problema en afirmar que no piensa unirse ni a las FARC ni a Petro. Con ello las ilusiones, de un gran sector del reformismo y del centro, por una fórmula Petro-Robledo, se alejaron quizá para siempre. En poca gracia está el precandidato Robledo con su copartidario Cepeda quien aspira también a figurar al menos en las preliminares.

Enero ha sorprendido con el anuncio de dos precandidaturas femeninas. La primera fue la congresista Claudia López, algunos la ven como una posible tercería, y una alternativa ante uribismo y santismo. Su condición de lesbiana le atrae la atención de un sector “democrático”, pero su apoyo a Peñalosa y su carácter de política neoliberal no dejan lugar a dudas, es más de lo mismo. La segunda fue Piedad Córdoba quien lanzó su nombre desde Cuba, aunque puede aglutinar un sector de izquierda, su imagen está ligada a las FARC por la prensa burguesa y difícilmente puede ganar las amplias mayorías. Estos, en todo caso, en sus múltiples matices, lo más seguro es que cumplan su papel de quinta columna del santismo y apoyen sus candidatos en segunda vuelta. Ya Robledo, y Navarro han manifestado que harán la coalición contra la corrupción propuesta por Claudia López a la que quieren integrar también a personajes como Sergio Fajardo y Clara López, para hacerle supuesto contrapeso a Vargas Lleras.

De hecho, circulan varios memes en los que se muestra la necesidad de la “unidad” contra las aspiraciones de un uribismo fortalecido, esa unidad significa el apoyo de la izquierda electoral y las direcciones del movimiento obrero y social al candidato santista, una gran traición que no es descartable. Debemos discutir una alternativa independiente de los patrones para vencer a ambos sectores, la unidad que necesitamos es la unidad para la lucha.

 

Organización, unidad y lucha independiente, la única solución

La burocracia y el reformismo con su apoyo incondicional al plebiscito y la paz santista, terminaron apoyando a Santos, aplazando y desarticulando las luchas. Las direcciones políticas se encuentran desprestigiadas y con poco poder de convocatoria y no tienen la menor intención de concretar el Paro Nacional. Precisamente la burocracia de Fecode ha sido una pieza clave para el desmantelamiento de todas las coyunturas de lucha y la desmovilización de los trabajadores estatales. Al mantener la mayoría de la CUT tiene prácticamente el poder de veto sobre cual decisión real o formal que tome el Comando Nacional Unitario. En 2016 Fecode convirtió en marchas todos los llamados a paro. Por eso durante este año en las elecciones sindicales debemos apostarle a un verdadero cambio.

Importantes sectores de luchadores, como por ejemplo los indígenas Nassa y los campesinos protagonistas de dos paros agrarios, se encuentran presos de una enorme contradicción.

Por un lado, la urgente necesidad de luchar por sus reivindicaciones, la penosa situación de los campesinos, y el incumplimiento reiterado de las promesas de Santos, condiciones que se agravarán con la puesta en marcha de la ley de Zidres, por el otro la política de sus direcciones de no unificar luchas y mantener ilusiones en las mejoras que los acuerdos supuestamente traerían al agro. Estos los ha llevado a realizar procesos de movilización incluso independientes de las burocracias nacionales.

Es urgente una acción nacional unificada que supere la ilusión con migajas de los acuerdos de La Habana y reorganice la lucha. Esa unidad debe incluir a las comunidades que aisladamente ofrecen resistencia a los planes de la minería (San Martín, La Colosa), la resistencia de trabajadores de las empresas públicas próximas a privatizarse (Empresa de Teléfonos de Bogotá, Empresa de Energía de Bogotá), trabajadores del sector metalúrgico y de la industria de alimentos, los estudiantes y los maestros etc . Para lograrlo debemos superar la grave situación de desindicalización, despolitización y aislamiento de luchas que se circunscriben a lo económico e inmediato.

Debemos descartar de inmediato toda ilusión en Santos, exigiendo a las centrales que convoquen el paro nacional. No podemos seguir aplazando la lucha en aras de la paz, es hora de la unidad de los trabaja,m5rdores, los pobres y los oprimidos. Debemos movilizarnos contra la reforma tributaria, por estabilidad laboral y por reajuste del salario. Aunque los decretos o leyes se hayan aprobado, una gran movilización puede echarlos atrás, pero eso implica luchar con todas nuestras fuerzas.

 

Llegó la crisis

Hasta 2013 la economía colombiana crecía, luego ha entrado en una franca desaceleración y es posible que 2017 sea el año de la caída y la crisis abierta. Según el Dane, durante el mes de julio de 2016 la producción real de la industria cayó 6,2 por ciento. Los sectores que mantienen a flote la economía siguen siendo combustibles, fabricación de maquinaria y el sector metalúrgico con un tímido pero constante crecimiento del 2,3%.

Las caídas más significativas se observan en: café, curtido y teñido de pieles, fabricación de aparatos y equipo eléctrico, fabricación de vehículos y sus motores y fabricación de autopartes. Las exportaciones cayeron 32%, no cómo los economistas antimarxistas decían, que el alza del dólar las iba a beneficiar, al revés al aumenta el precio de los insumos de los exportadores. Las ventas minoristas han tenido una caída del 3.3%. El crecimiento presupuestado del 3% del PIB para el 2016 no se cumplió y cerró en un modesto 2%.

Esta contracción de la industria y de las exportaciones ha llevado a la pérdida de 160 mil empleos, 72% de la industria manufacturera con una disminución del 3,9% de los salarios reales. La tasa de desempleo oficial a diciembre era del 7,5%.

Por otro lado, el encarecimiento del nivel de vida se dispara, de acuerdo con las cifras del Dane, de 2015 a 2016 la variación en el índice de precios al consumidor fue de 5,7%. El precio de los alimentos con 15,8% (dato de Julio 2016) de alza fue el mayor contribuyente a este aumento, perjudicando a los más pobres.

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