Reforma tributaria: a las calles a luchar contra Santos y su plan

Santos tenía prisa con el plebiscito llamando por el SÍ, para al día siguiente presentar un proyecto de ley para aumentar los impuestos a los pobres. Si lo hacía en orden inverso arriesgaba a perder su plebiscito. A pesar de ello perdió, y tuvo que aplazar unos días la presentación del proyecto al congreso, pero la reforma será aprobada si no la frenamos con la movilización. Con el uribismo no tiene oposición, incluso Uribe pide menos impuestos para los empresarios y los ricos.

Autor: Valentín Izquierdo

Hay al menos tres temas que hacen al contenido de la reforma tributaria que presenta el gobierno. Se aumentarán los impuestos indirectos como el IVA y el impuesto  a los combustibles, se bajará el umbral para que más asalariados declaren renta, impuesto a los pequeños negocios que los terminarán pagando los más pobres a través del encarecimiento de los productos, y no se aumentarán los impuestos a los empresarios ni a las multinacionales, al contrario se reducirán. Lo que significa que la reforma tributaria es para que los trabajadores paguemos la crisis económica que está en curso y los planes del gobierno como las vías 4G.

Se anuncia que se bajará el umbral para declarar renta, de $3’299.250 a $2.750.000. Quiere decir que los trabajadores que ganen más de este valor pasarán a pagar impuesto a la renta. El Iva aumentará del 16% actual al 19% y se extenderá a otros productos de consumo masivo entre la clase trabajadora y los sectores populares, como las bebidas azucaradas y los licores.

Esto significa una reducción real del salario porque la política del gobierno es gravar a los pobres y no a las grandes empresas nacionales ni a las multinacionales.   Por el contrario, se reducen los impuestos a estos sectores con el argumento de que es para garantizar la inversión extranjera, y para incentivar el empleo.

Si no protestamos y nos movilizamos, el Nobel de paz nos meterá la mano al bolsillo. Al tiempo que debemos luchar contra esa reforma, debemos comenzar a exigir el aumento de salario que cubra el costo de la canasta familiar. Que el salario mínimo sea de 1.500.000, y que se les aumente los impuestos a los capitalistas.

 

¿Cómo afecta el aumento del IVA a los trabajadores?

Los impuestos a la venta y consumo son impuestos a los salarios. El precio de cualquier mercancía es regulado por el mercado; qué tan caro o barato resulte un artículo, depende de las condiciones mismas del mercado. El Estado fija impuestos sobre la producción para generar ingresos, los cuales son finalmente asumidos por los consumidores. El más conocido es el IVA. Las empresas, al vender sus productos, recaudan este impuesto y lo entregan al Estado; pero no entregan todo el impuesto, sino el saldo positivo de lo que recaudaron. Es decir, al IVA que recaudan le restan el IVA que pagaron para producir sus mercancías.

¿De dónde surgió la idea de tasar la producción?

Si una empresa recibe un 16% de valor por cada producto, el Estado espera recaudar ese mismo monto para las finanzas públicas. Para crear una mercancía se necesita la fuerza de trabajo. Sin ello no se transformará la naturaleza, los árboles en sillas o mesas.

El trabajo es el que le da el valor agregado al objeto. ¿Ese valor que surge de la creación de los trabajadores a dónde llega? A las manos de los empresarios. El trabajador, curiosamente, no recibe absolutamente nada de ese valor agregado, pues su salario está contenido en el costo de producción de las mercancías. Antes de vender cualquier producto, el empresario prepara el capital para poder producirlo: mano de obra (salario del obrero), materias primas, maquinaria, etc. Luego de venderlo, recibe ese mismo capital que invirtió junto con una porción de dinero que suele llamarse ganancia (el valor agregado). Por este motivo, un trabajador de Macdonalds recibe el mismo salario que recibiría en Frisby, a pesar de que Mcdonalds tiene mil veces mayores ingresos que muchas empresas colombianas: su salario no tiene relación con las ganancias de la empresa, a pesar de que sea el obrero quien se encargue, con su trabajo, de crearlas.

Más curioso es el hecho de que los trabajadores tengan que pagar un impuesto sobre unos ingresos que jamás perciben: ¡el valor agregado! ¿Con qué paga un trabajador su comida diaria, a la cual se le incluye un impuesto como el IVA? Con su salario. Es decir, los impuestos que deberían asumir los empresarios por haber tomado del trabajador su esfuerzo, son pagados por los trabajadores con su salario. ¿Qué provoca este humillante impuesto? Una disminución en la demanda de bienes y servicios, porque los trabajadores no van a tener la misma capacidad económica de antes, ya que su salario va a tener que cubrir costos que nunca fueron contemplados cuando el empresario hizo las cuentas de cuánto debía pagarle.

Los gobiernos se defienden ante esta situación argumentando que con los impuestos recaudados los trabajadores van a verse beneficiados en salud y educación. Sin embargo, olvidan que muchos de ellos pagan escuelas privadas para sus hijos y servicios de salud para sus familias, con lo cual no logran percibir el beneficio real de haberles reducido su salario. ¿Y los empresarios? Con ingresos centenares de veces más altos que los de sus obreros, resultan pagando exactamente lo mismo que pagaría cualquiera de sus trabajadores.

Para acabar con estas humillantes condiciones, es necesario luchar contra los empresarios. A lo largo de la historia, los trabajadores han tenido que pasar al terreno de la lucha para conquistar mejoras en sus condiciones laborales. Sin embargo, en la medida en que estas luchas disminuyen, la burguesía toma ventaja lanzando reformas económicas de toda clase. Sólo es posible que una reforma negativa para los trabajadores se materialice cuando no tiene quien la contrarreste, cuando en las calles no encuentra el inconformismo de las masas. Desafortunadamente, la reforma tributaria que ingenió el presidente Santos es el tipo de situación que sucede cuando todos callamos.

 

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